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pudiera ver hoy —los párpados aguamarina de la señora Levy se alzaron en un<br />

gesto de horror—. Un playboy apolillado a la caza de emociones.<br />

—¿Emociones?<br />

—Cállense de una vez —avisó la señorita Trixie—. En mala hora me<br />

trajeron aquí. Se estaba mucho mejor allí con Gómez. Aquello era mucho más<br />

bonito y mucho más tranquilo. Si se trata de una inocentada, no me parece<br />

divertida —miró al señor Levy con sus ojos reumáticos—. Usted es el tipo que<br />

despidió a mi amiga Gloria. Pobre Gloria. La persona más amable que trabajó<br />

en esa oficina.<br />

—¡Oh no! —la señora Levy suspiró; luego, se volvió a su marido—.<br />

¿Así que sólo habías despedido a una persona, eh? ¿Y esa Gloria? Una<br />

persona que trata a la señora Trixie <strong>com</strong>o a un ser humano. Una persona que<br />

es amiga suya. ¿Tú sabes esto? ¿Te interesa? Oh, no. Para ti, Levy Pants igual<br />

podría estar en Marte. Llegas un día allí de la pista de carreras y echas a<br />

Gloria de una patada. —¿Gloria? —preguntó el señor Levy— ¡Yo no despedí<br />

a ninguna Gloria!<br />

—¡Sí, sí que lo hizo! —gorjeó la señorita Trixie—. Lo vi con mis<br />

propios ojos. La pobre Gloria era la bondad misma, recuerdo que me regaló<br />

unos calcetines y un bocadillo de mortadela.<br />

—¿Calcetines y un bocadillo de mortadela? —el señor Levy silbó entre<br />

dientes—. Dios santo.<br />

—Muy bien —gritó la señora Levy—. Búrlate de esta criatura<br />

menospreciada. No me cuentes todo lo que hiciste en Levy Pants. No podría<br />

soportarlo. No les explicaré a las chicas lo de Gloria. No <strong>com</strong>prenderían que<br />

pudiese existir un corazón <strong>com</strong>o el tuyo. Son demasiado inocentes.<br />

—Sí, mejor será que no intentes hablarles de Gloria —dijo furioso el<br />

señor Levy—. Si sigues con esta estupidez, acabarás en la playa de San Juan<br />

con tu madre riéndose y nadando y bailando allí.<br />

—¿Me amenazas acaso?<br />

—¡Cállense ya! —gruñó más alto la señorita Trixie—, Quiero volver a<br />

Levy Pants ahora mismo.<br />

—¿Lo ves? —dijo la señora Levy a su marido—. Ya oyes que desea<br />

trabajar. Y tú quieres destrozarla jubilándola. Gus, por favor. Busca ayuda.<br />

Acabará muy mal si no.<br />

La señorita Trixie buscaba la bolsa de trapos que había llevado allí<br />

<strong>com</strong>o equipaje.<br />

—Venga, venga, señorita Trixie —dijo el señor Levy <strong>com</strong>o si estuviera<br />

llamando a un gatito—. Vamos a por el coche.<br />

—Gracias a Dios —suspiró la señorita Trixie.<br />

—¡Quítale las manos de encima! —chilló la señora Levy.

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