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llamó hace un momento. Dice que Ignatius hizo una gran escena en el hospital<br />

cuando se encontraron. Dice que Ignatius le da miedo, que es muy grande.<br />

—Qué horror, mujer. Lo del hospital fue horroroso. Ya te expliqué que<br />

Ignatius se puso a chillar. Con todas las enfermeras allí y los enfermos. Yo me<br />

moría de vergüenza. Claude no está muy enfadado, ¿verdad?<br />

—No está enfadado, no, pero no le gusta que estés sola en esa casa. Me<br />

pregunto si no sería mejor que fuésemos él y yo ahí a estar contigo.<br />

—No lo hagáis, mujer, no —se apresuró a decir la señora Reilly.<br />

—¿Pero en qué lío se ha metido Ignatius ahora?<br />

—Ya te contaré luego. Ahora sólo puedo decirte que he estado todo el<br />

día pensando en lo del Hospital de Caridad y que por fin he tomado una<br />

decisión. Ahora es el momento. Es mi hijo, pero tenemos que hacer que le<br />

traten, por su propio bien —la señora Reilly intentó recordar la frase que se<br />

utilizaba siempre en los dramas con juicio de la tele—: Tenemos que<br />

conseguir declararle temporalmente loco.<br />

—¿Temporalmente? —refunfuñó Santa.<br />

—Tenemos que ayudarle antes de que se lo lleven.<br />

—¿Pero quién va a llevárselo?<br />

—Al parecer, hizo una patochada cuando trabajaba en Levy Pants.<br />

—¡Oh, Señor! No esperes más. ¡Irene! Cuelga y llama a esa gente del<br />

Hospital de Caridad ahora mismo, querida.<br />

—No, escucha. No quiero estar aquí cuando vengan. En fin, Ignatius es<br />

muy grandote. Podría armar un lío. Yo no podría soportarlo. Ya tengo los<br />

nervios bastante destrozados.<br />

—Grandote sí que es, sí. Sería <strong>com</strong>o capturar a un elefante salvaje. Esa<br />

gente haría mejor llevando una red bien grande —dijo ávidamente Santa—.<br />

Irene, es la mejor decisión que podías haber tomado. Te diré algo. Voy a<br />

llamar ahora mismo al Hospital de Caridad. Tú vente a casa. Le diré a Claude<br />

que venga también. Estoy segura de que se alegrará. ¡Puf! En una semana,<br />

estarás enviando las invitaciones de boda. Y antes de que termine el año, vas a<br />

tener propiedades, ya verás, querida. Y tendrás una pensión del ferrocarril.<br />

Todo esto le sonaba muy bien a la señora Reilly, pero aun así, preguntó,<br />

un tanto vacilante:<br />

—¿Y de los <strong>com</strong>unistas qué?<br />

—Tú no te preocupes por eso, mujer. Ya nos libraremos de ellos.<br />

Claude estará muy ocupado preparando la casa. Le dará mucho trabajo<br />

convertir la habitación de Ignatius en un cuartito decente.<br />

Santa rompió en un jocoso repiqueteo de barítono.<br />

—La señorita Annie se morirá de envidia cuando vea la casa arreglada.<br />

Lo que tienes que decirle es esto, mujer: «Salga usted también por ahí y

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