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—Para el dinero que traes, podrías quedarte en casa todo el día —chilló<br />

a la puerta la señora Reilly—. ¿Cómo voy a conseguir pagar lo que le debo a<br />

ese hombre?<br />

—Desearía que me dejaras en paz. Tengo que hablar esta noche en una<br />

reunión política. He de ordenar mis ideas.<br />

—¿Una reunión política? ¡Ignatius! Qué maravilla. Puede que te vaya<br />

bien en la política, hijo mío. Tú tienes una voz magnífica. ¿En qué club,<br />

querido? ¿Los Demócratas di- la Ciudad de la Media Luna? ¿Los Viejos<br />

Regulares?<br />

—Es un partido secreto, de momento.<br />

—¿Qué clase de partido político secreto? —preguntó recelosa la señora<br />

Reilly—. ¿No irás a hablar con una banda de <strong>com</strong>unistas?<br />

—Jo jo.<br />

—Una persona me dio unos folletos sobre los <strong>com</strong>unistas, hijo. He<br />

estado leyendo todo lo de los <strong>com</strong>unistas. No intentes engañarme, Ignatius.<br />

—Sí, ya vi uno de esos folletos en el pasillo esta tarde. Lo dejaste allí<br />

tirado a propósito para que yo pudiera beneficiarme de sus enseñanzas, o bien<br />

lo tiraste allí accidentalmente durante tu habitual orgía alcohólica de la tarde,<br />

en la creencia de que se trataba de un trozo de confetti particularmente<br />

elefantíaco. Supongo que hacia las dos de la tarde tienes ciertos problemas<br />

para centrar la vista. En fin, el caso es que leí el folleto. Redactado, sin lugar a<br />

dudas, por una persona analfabeta. Dios sabe de dónde ha sacado semejante<br />

basura. Probablemente te lo diese esa vieja que vende praliné en el<br />

cementerio. Pero en fin, yo no soy <strong>com</strong>unista, así que déjame en paz.<br />

—¿Ignatius, no crees que quizá fueses más feliz si te tomases una<br />

pequeña temporada de descanso en el Hospital de Caridad?<br />

—¿Te refieres por casualidad al pabellón psiquiátrico? —preguntó<br />

furioso Ignatius—. ¿Crees que estoy loco? ¿Crees que algún psiquiatra<br />

estúpido debería sondear en el funcionamiento de mi psique?<br />

—Podrías descansar, cariño. Podrías escribir cosas en tus cuadernitos.<br />

—Intentarían convertirme en un subnormal enamorado de la televisión<br />

y de los coches nuevos y de los alimentos congelados. ¿No <strong>com</strong>prendes? La<br />

psiquiatría es peor que el <strong>com</strong>unismo. Me niego a que me laven el cerebro.<br />

¡No seré un robot!<br />

—Pero, Ignatius, ellos ayudan a mucha gente a resolver sus problemas.<br />

—¿Y tú crees que yo tengo algún problema? —aulló Ignatius—. El<br />

único problema que tiene esa gente, en realidad, es que no les gustan los<br />

coches nuevos ni los pulverizadores capilares. Por eso los meten allí. Porque<br />

atemorizan a los otros miembros de la sociedad. Los mani<strong>com</strong>ios de este país<br />

están llenos de almas candidas que sencillamente no pueden soportar la

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