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controlar. Tenía que conocerla. Quizá pudiera aportar ideas nuevas y valiosas.<br />

—En fin, a pesar de mis recelos, te permitiré utilizar mi carro. Pero<br />

tienes que vigilármelo esta tarde. Tengo un <strong>com</strong>promiso urgente.<br />

—Eh, un momento, ¿cuánto tiempo será?<br />

—Unas dos horas.<br />

—A las tres tengo que estar en la parte alta de la ciudad.<br />

—Bueno, pues esta tarde llegarás algo más tarde —dijo, furioso,<br />

Ignatius—. Estoy rebajándome ya mucho al relacionarme contigo y al<br />

mancillar mi <strong>com</strong>partimento de panecillos. Deberías alegrarte de que no te<br />

haya denunciado. Has de saber que tengo un amigo muy inteligente en el<br />

cuerpo de policía. Un policía secreto muy astuto, el patrullero Mancuso.<br />

Precisamente está buscando, además, el cambio de situación que puede<br />

proporcionarle un caso <strong>com</strong>o el tuyo. Arrodíllate ahora mismo ante mí y<br />

agradece mi benevolencia.<br />

¿Mancuso? ¿No se llamaría así aquel agente secreto que le había parado<br />

en la estación de autobuses? George se puso muy nervioso.<br />

—¿Qué pinta tiene ese policía amigo tuyo? —dijo burlón, intentando<br />

hacerse el valiente.<br />

—Es pequeño y escurridizo —había un tono taimado en la voz de<br />

Ignatius—. Es muy aficionado a los disfraces. En realidad, es <strong>com</strong>o un fuego<br />

fatuo que aparece donde une menos lo espera, súbitamente, siempre entregado<br />

a la persecución de los malhechores. A veces, elige <strong>com</strong>o punto de acecho los<br />

lavabos públicos, pero ahora anda por la calle, donde está siempre a mi entera<br />

disposición.<br />

A George se le llenó la garganta de algo que le ahogaba.<br />

—Esto es una trampa —dijo, tragando.<br />

—No estoy dispuesto a aguantarte nada más, golfillo. Estás alentando la<br />

degeneración de una noble erudita —aulló Ignatius—. Deberías estar besando<br />

el borde de mi bata, agradecido porque no haya denunciado tus delitos a<br />

Sherlock Mancuso. ¡Nos veremos delante del RKO Orpheum dentro de dos<br />

horas!<br />

Ignatius se lanzó <strong>com</strong>o un bólido Calle Common abajo. George guardó<br />

sus dos paquetes en el <strong>com</strong>partimento de los panecillos y se sentó en el<br />

bordillo de la acera. Era una suerte, sin duda, conocer a un amigo de Mancuso.<br />

El gordo vendedor le tenía atrapado, desde luego. Miró furioso el carro. Ahora<br />

no sólo estaba agobiado con los paquetes. Tenía que cuidarse también de<br />

aquel gran carro de salchichas.<br />

Ignatius echó el dinero en la taquilla e irrumpió, literalmente, en el<br />

Orpheum, lanzándose pasillo abajo hacia las luces del proscenio. Su<br />

cronometraje había sido perfecto. Estaba empezando en aquel momento la

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