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cabeza.<br />

—Me gustaría arrearle una patada en los huevos —dijo Liz.<br />

—Por favor —dijo engoladamente Ignatius—. Todo lo que veo a mi<br />

alrededor es lucha y conflicto. Debéis cerrar filas y presentar un frente unido.<br />

—¿Pero qué le pasa a este tío? —preguntó Liz, abriendo la lata de<br />

cerveza que le había tirado a Ignatius.<br />

Saltó un chorro de cerveza de la lata y mojó a Ignatius en su estómago<br />

ensanchado por los Productos Paraíso.<br />

—Bueno, ya estoy harto de esto —dijo Ignatius, furioso.<br />

—Bueno —dijo Frieda.—, pues lárgate.<br />

—Esta noche la cocina es territorio nuestro —dijo Betty—. Somos<br />

nosotras las que decidimos quién la utiliza.<br />

—Tengo gran interés en asistir a la primera fiesta que dé el cuerpo<br />

auxiliar femenino, desde luego —dijo Ignatius, y se dirigió torpemente hacia<br />

la puerta.<br />

Cuando salía, una lata de cerveza vacía se estrelló contra el marco de la<br />

puerta, cerca de su cabeza. Dorian le siguió y cerró la puerta.<br />

—No puedo entender por qué decidiste mancillar el movimiento<br />

invitando a venir aquí a esas camorristas.<br />

—Tenía que hacerlo —explicó Dorian— Si no las invitas a una fiesta,<br />

de todos modos irrumpen en ella. Y se portan peor aún. En realidad, son<br />

chicas muy divertidas cuando están de buen humor. Pero últimamente<br />

tuvieron ciertos problemas con la policía y se desahogan con todo el mundo.<br />

—¡Habrá que echarlas del movimiento inmediatamente!<br />

—Lo que tú digas, Princesa Magiar —suspiró Dorian—. A mí, me dan<br />

un poco de lástima. Antes vivían en California y lo pasaban muy bien allí.<br />

Luego surgió un incidente, un ataque a un levantador de peso en Playa<br />

Músculo. Habían estado luchando con el chico, o eso dicen, y luego, al<br />

parecer, las cosas se descontrolaron. Tuvieron, literalmente, que huir del sur<br />

de California y cruzar el desierto en ese majestuoso automóvil alemán que<br />

tienen. Las he acogido en casa. Son unas inquilinas maravillosas en ciertos<br />

aspectos. Guardan la casa mucho mejor de lo que podría hacerlo un perro<br />

guardián. Tienen montones de dinero que reciben de una reina del cine<br />

envejecida.<br />

—¿De veras? —preguntó con interés Ignatius—. Quizá me haya<br />

precipitado al prescindir de ellas. Los movimientos políticos han de sacar el<br />

dinero de donde puedan. Las chicas tienen cierto encanto, sin duda, con sus<br />

vaqueros y sus botas —contempló la masa efervescente de invitados—. Tienes<br />

que conseguir que se callen. Tenernos que poner aquí un poco de orden.<br />

Hemos de tratar un asunto crucial.

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