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V<br />

«Cuando Fortuna hace girar su rueda hacia abajo, vete al cine y disfruta<br />

más de la vida.» Ignatius estaba a punto de decirse esto, cuando recordó que<br />

iba al cine casi todas las noches, girase <strong>com</strong>o girase la rueda de la Fortuna.<br />

Estaba sentado allí muy atento, en la oscuridad del Prytania, a pocas<br />

filas de la pantalla, y su cuerpo llenaba el asiento y se derramaba por los dos<br />

contiguos. En el asiento de la derecha había colocado el abrigo, tres<br />

chocolatinas y dos bolsas suplementarias de palomitas de maíz,<br />

meticulosamente enrolladas para que las palomitas se conservaran calientes y<br />

crujientes. Ignatius <strong>com</strong>ía de otra bolsa de palomitas y miraba absorto los<br />

avances de las próximas películas. Una de ellas parecía bastante mala, pensó,<br />

lo suficiente para hacerle volver al Prytania de allí a pocos días. Luego, la<br />

pantalla se iluminó en amplio tecnicolor, rugió el león y parpadeó en la<br />

pantalla el título de la atrocidad, ante la milagrosa mirada de sus ojos azules y<br />

amarillos. Se le inmovilizó la cara, la bolsa de palomitas empezó a temblar. Al<br />

entrar en el cine, se había abotonado cuidadosamente las dos orejeras en la<br />

parte de arriba de la gorra y ahora la estridente partitura de la película musical<br />

asaltaba sus oídos desnudos desde una multitud de altavoces. Escuchó la<br />

música, captó dos canciones populares que le desagradaban en especial y<br />

examinó detenidamente el reparto para ver si descubría nombres de actores<br />

que le repugnasen.<br />

Terminado el reparto, <strong>com</strong>probó que varios de los actores, el<br />

<strong>com</strong>positor, el director, el peluquero y el ayudante de producción eran todos<br />

ellos individuos cuya labor le había enfurecido repetidas veces en el pasado;<br />

apareció en el tecnicolor una escena de varios extras trabajando alrededor de<br />

una carpa de circo. Ignatius examinó ávidamente el grupo y localizó a la<br />

heroína de pie junto a una de las escenas marginales.<br />

— ¡Oh, Dios mío! — gritó — . Allí está.<br />

Los niños de las filas de delante de él se volvieron y miraron, Pero<br />

Ignatius no se fijó en ellos. Los ojos azules y amarillos seguían a la heroína,<br />

que llevaba animosa "un cubo de agua a lo que resultó ser su elefante.<br />

— Va a ser peor de lo que pensaba — dijo al ver el elefante.<br />

Se llevó la bolsa de palomitas vacía a los labios gordos, la hinchó y<br />

esperó, los ojos relumbrantes por los reflejos del tecnicolor. Batió un timbal y<br />

la banda sonora se llenó de violines. La heroína e Ignatius abrieron la boca<br />

simultáneamente, ella para cantar, él en un gruñido. Y en la oscuridad, se<br />

encontraron violentamente dos manos temblorosas. La bolsa de palomitas<br />

explotó con un bang. Los niños chillaron.<br />

—¿Qué es ese ruido? —preguntó la mujer del bar al encargado.

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