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y recitados cíclicos de rosario. Pero la mano del decorador profesional había<br />

exorcizado cuantos espectros de la burguesía francesa pudieran vagar aún<br />

entre las gruesas paredes de ladrillo del edificio. El exterior estaba pintado de<br />

un amarillo canario muy brillante. Los quemadores de gas de los faroles, de<br />

bronce de imitación, instalados a ambos lados del camino de coches<br />

chisporroteaban suavemente, sus llamas color ámbar reflejadas en el esmalte<br />

negro de la puerta de entrada y de las persianas. En el pavimento de losetas,<br />

bajo ambos faroles, había viejas macetas de plantación en las que crecían y<br />

extendían sus estiletes afilados unas plantas de pita.<br />

Ignatius paró ante el edificio contemplándolo con suma repugnancia.<br />

Sus ojos azules y amarillos rechazaban aquella fachada resplandeciente. Su<br />

nariz se rebelaba contra el olor a esmalte fresco, que era muy notorio. Sus<br />

oídos retrocedían ante la batahola de canciones, risas y algarabía que se oían<br />

tras aquellas cerradas persianas de charol.<br />

Ignatius carraspeó y examinó los tres timbres de bronce y las tarjetas<br />

blancas que había sobre cada uno:<br />

Billy Truehard<br />

Raoul Frayle — 3A<br />

Friech Club<br />

Betty Bumper<br />

Liz Steele — 2A<br />

Dorian Greene — 1A<br />

Pulsó el timbre de abajo y esperó. La algarabía tras las persianas se<br />

amortiguó muy levemente. Luego se abrió una puerta al fondo del camino de<br />

coches y salió Dorian Greene hacia la puerta.<br />

—Oh, querido —dijo al ver quién era el que estaba en la acera—.<br />

¿Dónde demonios has estado? Me temo que la asamblea fundacional está<br />

desmandándose a toda prisa. He intentado una o dos veces sin éxito llamar a la<br />

gente al orden, pero al parecer están demasiado excitados.<br />

—Espero que no hayas hecho nada para desanimarles —dijo Ignatius<br />

muy serio, golpeando impaciente el portón de hierro con su sable. Percibió,<br />

con cierta irritación, que Dorian caminaba hacia él con paso inseguro; aquello<br />

no era lo que había esperado.<br />

—Oh, hijo, si vieras —dijo Dorian al abrir el portón—. Se han<br />

desmelenado del todo.<br />

Dorian hizo una rápida y torpe pantomima para ilustrar sus palabras.<br />

—Oh, Dios santo —dijo Ignatius—. ¿Qué indecencia es ésta?<br />

—Algunos quedarán <strong>com</strong>pletamente arruinados después de esta noche.<br />

Habrá un éxodo masivo a Ciudad México por la mañana. Pero en fin, Ciudad<br />

México es tan maravilloso y salvaje.

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