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labios?<br />

—Yo sé lo que hacen.<br />

—Claro que no —dijo la señora Levy, dirigiendo a su marido, que<br />

estaba sumergido entre los cojines de un sofá amarillo, de nylon, sus ojos de<br />

párpados color agua marina. Veía un poco del albornoz y un zueco de goma al<br />

extremo de una pierna velluda.<br />

—No me molestes —dijo él—. Vete a jugar con tu tablero de ejercicios.<br />

—Esta noche no puedo. Me han arreglado el pelo —se acarició los altos<br />

rizos plastificados de su pelo platino—. La peluquera me dijo que debería<br />

tener también una peluca —añadió.<br />

—¿Para qué quieres una peluca? Tienes mucho pelo.<br />

—Quiero una peluca negra. Así puedo cambiar mi personalidad.<br />

—Escucha, en realidad tú ya tienes el pelo negro, ¿no? ¿Por qué no te<br />

dejas el pelo tal <strong>com</strong>o lo tienes y te <strong>com</strong>pras una peluca rubia?<br />

—No se me había ocurrido.<br />

—Bueno, piénsalo un rato y estáte callada. Estoy cansado. Hoy cuando<br />

fui a la ciudad, paré en la fábrica. Eso siempre me deprime.<br />

—¿Y qué pasa allí?<br />

—Nada. Absolutamente nada.<br />

—Eso me imaginaba —dijo con un suspiro la señora Levy—. Has<br />

tirado por la alcantarilla el negocio de tu padre. Esa es la tragedia de tu vida.<br />

—Dios santo, ¿quién quiere esa fábrica vieja? Nadie <strong>com</strong>pra ya los<br />

pantalones que fabricamos. Todo por culpa de mi padre. Cuando llegaron los<br />

pliegues en los años treinta, él pasó a hacer pantalones lisos. Era el Henry<br />

Ford de la industria de la confección. Luego, cuando volvieron los frentes<br />

lisos en los años cincuenta, él empezó a hacer pantalones con pliegues.<br />

Tendrías que ver lo que González llama «la nueva línea de verano». Son <strong>com</strong>o<br />

esos pantalones que llevan los payasos en los circos. Y qué género. Yo no lo<br />

usaría ni para bayetas.<br />

—Cuando nos casamos, te adoraba, Gus. Creía que tenías empuje.<br />

Podrías haber convertido Levy Pants en una gran empresa... Podrías haber<br />

tenido una oficina en Nueva York, incluso. Lo tenías todo en tus manos y lo<br />

desperdiciaste todo.<br />

—Deja ya de decir tonterías, ¿quieres? No tienes motivos para quejarte.<br />

—Tu padre tenía carácter. Yo le respetaba.<br />

—Mi padre era un miserable y un mezquino, un pequeño tirano. De<br />

joven, sentí cierto interés por la empresa. Mucho interés, en realidad. Pues<br />

bien, él lo destruyó todo con su tiranía. Para mí, Levy Pants es su empresa.<br />

Que se hunda. El se dedicó a ahogar todas las buenas ideas que se me<br />

ocurrieron para esa empresa, sólo para demostrar que él era el padre y yo el

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