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¿eh?<br />

Y se dispuso a coger a George por el brazo y a esposarle, pero George<br />

le arrancó de debajo del brazo La consolación por la filosofía y le pegó con<br />

ella en la cabeza. Ignatius había <strong>com</strong>prado una edición de tirada limitada,<br />

grande y elegante, de la traducción inglesa, y todos los quince dólares que<br />

valía golpearon al patrullero Mancuso en la cabeza con la fuerza de un<br />

diccionario. El patrullero Mancuso se agachó para recoger el monóculo, que<br />

se le había caído del ojo. Cuando se incorporó, vio que el muchacho escapaba<br />

corriendo por la puerta de la sala de espera con el libro en la mano. Quiso<br />

correr detrás, pero le dolía demasiado la cabeza. Volvió a descansar a la<br />

cabina sintiéndose aún más deprimido. ¿Qué iba a decirle a la señora Reilly de<br />

lo del libro?<br />

George abrió el armario de la sala de espera de la estación de autobuses<br />

lo más rápido que pudo y sacó los paquetes envueltos en papel marrón que<br />

tenía allí guardados. Sin cerrar la puerta del arma-rito, salió corriendo por la<br />

Calle Canal y enfiló luego hacia el distrito <strong>com</strong>ercial del centro, mirando por<br />

encima del hombro para ver si aparecían la barba y el monóculo. Pero no<br />

apareció tras él barba alguna.<br />

Había sido mala suerte. Aquel policía se pasaría toda la tarde vigilando<br />

la estación de autobuses, buscándole. ¿Y qué haría al día siguiente? La<br />

estación de autobuses ya no era un sitio seguro; quedaba ya terminantemente<br />

prohibido para él.<br />

—Esa condenada señorita Lee —dijo en voz alta, caminando aún lo más<br />

deprisa posible. Si no fuese <strong>com</strong>o es, no habría pasado esto. Podría haber<br />

despedido a ese negro, y podría haber seguido recogiendo los paquetes a la<br />

hora de siempre, a las dos. Habían estado casi a punto de detenerle. Y todo<br />

porque tenía que dejar el paquete en la estación de autobuses, todo porque<br />

tenía que andar ahora con él durante dos horas todas las tardes. ¿Dónde podía<br />

guardar algo <strong>com</strong>o aquello? Era agotador andar toda la tarde con aquel<br />

paquete debajo el brazo. Su madre siempre estaba en casa, así que allí no<br />

podía llevarlo.<br />

—Esa zorra desgraciada —murmuró George. Volvió a colocarse los<br />

paquetes debajo el brazo y entonces se dio cuenta de que llevaba también el<br />

libro que le había quitado al policía. Robarle a un policía. Esa era buena,<br />

también. La señorita Lee le había encargado un libro que necesitaba. George<br />

miró el título, La consolación por la filosofía. Bueno, la Lee ya tenía su libro.<br />

III<br />

Santa Battaglia probó una cucharada de la ensalada de patatas, limpió la

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