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debía haber sacado furtivamente el disfraz de pirata del garaje, la tarde<br />

anterior. En realidad, no tendría más remedio que ponerse en contacto con<br />

aquel gorila. Aunque sólo fuese para decirle que no apareciese por allí. De un<br />

animal <strong>com</strong>o Reilly no podía esperarse que devolviera el uniforme.<br />

El señor Clyde telefoneó varias veces al número de la Calle<br />

Constantinopla sin obtener respuesta. Quizás le hubieran encerrado en algún<br />

sitio, y la madre del gorila debía estar tirada por el suelo, borracha perdida.<br />

Dios sabe. Menuda familia.<br />

III<br />

El doctor Tale llevaba una semana horrible. Una estudiante había<br />

encontrado una de aquellas amenazas con que le había abrumado años atrás<br />

aquel psicópata graduado. No sabía cómo había podido caer en sus manos.<br />

Los resultados eran ya sobrecogedores. Iban propagándose lentamente<br />

rumores clandestinos; estaba convirtiéndose en el hazmerreír de la<br />

universidad. Uno de sus colegas le había explicado por fin en una fiesta el<br />

porqué de las risas y los cuchicheos que interrumpían sus clases, antes tan<br />

respetables.<br />

Aquel asunto de la nota, lo de «confundir y corromper a los jóvenes»,<br />

había sido mal entendido y mal interpretado. Se preguntaba si podría verseobligado<br />

a dar explicaciones a sus superiores académicos. Y aquello de los<br />

«testículos subdesarrollados»... El doctor Tale se encogió. Quizás fuera mejor<br />

sacarlo a la luz todo, pero significaría intentar localizar a aquel antiguo<br />

alumno, que era capaz, de todos modos, de negar su responsabilidad en el<br />

asunto. Quizá debiese limitarse a intentar explicar cómo era el señor Reilly. El<br />

doctor Tale le vio de nuevo, con su enorme bufanda, y a aquella espantosa<br />

anarquista de la valija que iba siempre con el señor Reilly inundando la<br />

universidad de panfletos. No se había quedado demasiado tiempo, por suerte,<br />

aunque aquel Reilly parecía planear convertirse en un elemento permanente de<br />

la universidad, <strong>com</strong>o las palmeras y los bancos.<br />

El doctor Tale les había tenido a ambos en clases distintas un lúgubre<br />

semestre, durante el cual habían interrumpido sus disertaciones con ruidos<br />

extraños y preguntas venenosas e impertinentes que nadie, Dios aparte, podría<br />

haber contestado. Se estremeció. A pesar de todo, debía localizar a Reilly y<br />

obtener de él una explicación y una confesión. Con que los estudiantes le<br />

echasen un vistazo, entenderían que la nota era una fantasía insustancial de<br />

una mente enferma. Podía dejar incluso que sus superiores académicos le<br />

echaran un vistazo también. La solución era, pues, una solución física, en<br />

realidad: presentar al señor Reilly en sus abundantes carnes.

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