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acabaría con algo clavado en la cabeza. Al patrullero Mancuso le daba pena el<br />

tipo aquel y se sentía obligado a leer lo que había escrito. Hasta el momento,<br />

sólo había logrado avanzar unas veinte páginas, y empezaba a preguntarse si<br />

aquel Boecio no sería jugador. Siempre hablaba del destino y de la suerte y de<br />

la rueda de la fortuna. En fin, no era precisamente de esos libros que te hacen<br />

ver el lado bueno de la vida.<br />

Tras unas cuantas frases, el pensamiento del patrullero Mancuso<br />

<strong>com</strong>enzó a divagar. Miró por la rendija de IH puerta de la cabina, que dejaba<br />

siempre abierta unos centímetros para poder ver quién utilizaba los urinarios,<br />

los lavabos y la caja de las toallitas de papel. Allí, en los lavabos, estaba el<br />

mismo tipo que el patrullero Mancuso había estado viendo aparecer todos los<br />

días. Observó las elegantes botas que iban y venían del lavabo a la caja de<br />

toallitas de papel. El chico se apoyó en el lavabo y empezó a dibujarse en el<br />

dorso de las manos con un bolígrafo. Eso podría significar algo, pensó el<br />

patrullero Mancuso.<br />

Abrió la cabina y se acercó al muchacho. Tosiendo, logró decir<br />

afablemente:<br />

—¿Qué andas escribiéndote en la mano, chico?<br />

George miró el monóculo y la barba que aparecían junto a su codo y<br />

dijo:<br />

—Lárgate si no quieres que te pegue una patada en los huevos.<br />

—Llama a la policía —dijo burlón el patrullero Mancuso.<br />

—No —contestó George—. Lárgate. No quiero líos.<br />

—¿Tienes miedo a la policía?<br />

George se preguntó quién sería aquel chiflado. Ya bastaba con el<br />

vendedor de salchichas.<br />

—Lárgate de una vez, imbécil. No quiero problemas con la policía.<br />

—¿No quieres problemas con la policía? —preguntó muy satisfecho el<br />

patrullero Mancuso.<br />

—No, ni tampoco con un chiflado <strong>com</strong>o tú —dijo George, mirando el<br />

ojo acuoso que había tras el monóculo, y la humedad de la boca en la barba.<br />

—Quedas detenido —tosió el patrullero Mancuso.<br />

—¿Qué? Tú estás loco.<br />

—Patrullero Mancuso. Policía secreta —frente a los granos de George<br />

relampagueó una placa—. A<strong>com</strong>páñame.<br />

—¿Pero por qué demonios me detiene usted? Estoy aquí sin hacer nada<br />

—protestó nervioso George—. No he hecho nada. ¿Qué es esto?<br />

—Eres sospechoso.<br />

—¿Sospechoso de qué? —preguntó aterrado George.<br />

—¡Aja! —masculló el patrullero Mancuso—. Tienes mucho miedo,

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