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Hay un acento propio de la ciudad de Nueva Orleans... asociado con el núcleo central de Nueva Orleans, sobre todo con el distrito Tercero, alemán e irlandés, que es difícil de diferenciar del acento de Hoboken, Jersey City, y Astoria, Long Island, donde se ha refugiado la inflexión AI Smith, extinta en Manhattan. El motivo, como cabría esperar, es que gentes del mismo origen que las que llevaron ese acento a Manhattan lo impusieron en Nueva Orleans. —En eso tiene usted razón. Nosotros somos mediterráneos. Yo nunca he estado en Grecia ni en Italia, pero estoy seguro de que allí me sentiría como en casa nada más desembarcar. También él se sentiría en casa, pensé. Nueva Orleans se parece más a Genova o a Marsella, o a Beirut, o a la Alejandría egipcia que a Nueva York, aunque todos los puertos de mar se parezcan entre sí más de lo que puedan parecerse a ninguna ciudad del interior. Nueva Orleans, como La Habana y Puerto Príncipe, está dentro del ámbito del mundo helenístico que nunca rozó siquiera al Atlántico Norte. El Mediterráneo, el Caribe y el Golfo de México forman un mar homogéneo, aunque interrumpido. A. J. Liebling, THE EARL OF LOUISIANA
UNO Una gorra de cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Las orejeras verdes, llenas de unas grandes orejas y pelo sin cortar y de las finas cerdas que brotaban de las mismas orejas, sobresalían a ambos lados como señales de giro que indicasen dos direcciones a la vez. Los labios, gordos y bembones, brotaban protuberantes bajo el tupido bigote negro y se hundían en sus comisuras, en plieguecitos llenos de reproche y de restos de patatas fritas. En la sombra, bajo la visera verde de la gorra, los altaneros ojos azules y amarillos de Ignatius J. Reilly miraban a las demás oersonas que esperaban bajo el reloj junto a los grandes almacenes D. H. Holmes, estudiando a la multitud en busca de signos de mal gusto en el vestir. Ignatius percibió que algunos atuendos eran lo bastante nuevos y lo bastante caros como para ser considerados sin duda ofensas al buen gusto y la decencia. La posesión de algo nuevo o caro sólo reflejaba la falta de teología y de geometría de una persona. Podía proyectar incluso dudas sobre el alma misma del sujeto. Ignatius vestía, por su parte, de un modo cómodo y razonable. La gorra de cazador le protegía contra los enfriamientos de cabeza. Los voluminosos pantalones de tweed eran muy duraderos y permitían una locomoción inusitadamente libre. Sus pliegues y rincones contenían pequeñas bolsas de aire rancio y cálido que a él le complacían muchísimo. La sencilla camisa de franela hacía innecesaria la chaqueta, mientras que la bufanda protegía la piel que quedaba expuesta al aire entre las orejeras y el cuello. Era un atuendo aceptable, según todas las normas teológicas y geométricas, aunque resultase algo abstruso, y sugería una rica vida interior. Cambiando el peso del cuerpo de una cadera a otra a su modo pesado y elefantíaco, Ignatius desplazó oleadas de carne que se ondularon bajo el tweed y la franela, olas que rompieron contra botones y costuras. Una vez redistribuido el peso de este modo) consideró el gran rato que llevaba esperando a su madre. Consideró en especial el desasosiego que estaba empezando a sentir. Parecía que todo su ser estuviera a punto de estallar, desde las hinchadas botas de ante, y, como para verificarlo, Ignatius desvió sus ojos singulares hacia los pies. Los pies parecían hinchados, desde luego. Estaba decidido a ofrecer la visión de aquellas botas hinchadas a su madre como prueba de la desconsideración con que le trataba. Al alzar la vista, vio que el sol empezaba a descender sobre el Mississippi al fondo de la Calle Canal. El reloj de Holmes marcaba casi las cinco. Ignatius estaba puliendo ya unas cuantas acusaciones cuidadosamente estructuradas, destinadas a inducir a
Page 1 and 2: John Kennedy Toole Laconjura delos
Page 3: serie de trabajos, cada uno de los
Page 7 and 8: —¿Qué es eso? —el policía re
Page 9 and 10: esas manos de encima a mi hijo. —
Page 11 and 12: La señora Reilly arrastró tras s
Page 13 and 14: —Tengo que darme masajes. —Supo
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Page 17 and 18: El sargento miró las tarjetas y di
Page 19 and 20: verde botella. —Eh, camarero —l
Page 21 and 22: cinco dólares. Luego, terminó el
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Page 25 and 26: —No —dijo la señora Reilly con
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Page 29 and 30: Cuando terminó de decorar la pági
Page 31 and 32: humo hacia la barra vacía. —Lo s
Page 33 and 34: una de las horribles bebidas que si
Page 35 and 36: como si se dispusiese a desmoronars
Page 37 and 38: ¿verdad? —Sí, ya se lo dije —
Page 39 and 40: —Bueno. Entonces tendremos que pa
Page 41 and 42: me hace caso. Este chico es así. T
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Page 45 and 46: plazos. —Tu amigo el patrullero d
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Page 51 and 52: —Es que ha venido también esta n
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—¡Ignatius! Sólo contratan a ci
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a un sospechoso. Todavía estoy esp
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en algún rincón de su escritorio.
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coger el abrigo—. Menuda corbata
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—Me parece raro que no me haya pr
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Lañe una serie de billetes. —¿T
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pedidos venían de Kansas City y si
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madre—. Bueno, gracias a Dios la
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—¡Marrana! —gritó Ignatius. S
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CUATRO Componían Levy Pants dos ed
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—¡Oh, Dios mío! —aulló éste
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El señor Levy dirigió a Ignatius
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equisitos básicos del distribuidor
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agotador, te lo aseguro. Dándole a
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de eliminar por completo lo rústic
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hijo. Si yo decía «pliegues», é
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Sin embargo, tenía entre manos un
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que estremecían mi mente virginal
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—¿Quién es? —preguntó Santa
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sentada en mis taburetes perdiendo
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fraudulentos. —¡Juá! —Vamos,
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Ignatius frunció el ceño y dijo:
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—Oh, estoy llena. Gloria. Estaba
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IV Ignatius abrió El diario de un
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—Santo cielo —dijo, escupiendo
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muchas vidas. No he conocido a nadi
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ya etiquetándome como un «Míster
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sus gentes, que fueron quienes prov
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confundíamos a la mayoría de los
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que triunfe nuestra causa en la fá
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SEIS Mattie's Ramble Inn estaba en
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de escuela. Yo me pasaba el día en
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II El señor González llegó a Lev
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—¡Amigos! —dijo grandilocuente
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En la oficina, el señor González
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Tú nunca, nunca, nunca me abandona
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encima como si fuera un mosquito y
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de la cara. —Apaga ese chisme —
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hecho parecer a Patrick Henry 3 * c
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exclusiva con unas monjas que le ve
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—Me imaginaré que estoy en un re
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—¡Oh, Dios mío! —¡Pagúeme!
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último usuario.» —Tome, póngas
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de la abstinencia, al menos de mome
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siquiera. Sepa que han atacado de n
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II Jones pasaba despreocupadamente
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para ella y para el pájaro. —Tel
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un poco algunas cosas. Mierda. La c
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añadió: —Pero, dime, querida,
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atractivo para el Diario. Ignatius
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—Entonces, déjame tranquilo, por
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joven liberal militante. Alguien qu
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al frío y a los horrores de su inf
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señor Levy, alzando la vista de un
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—Ni siquiera me he levantado de m
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¿eh? Y se dispuso a coger a George
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—Gracias, cielo —dijo la señor
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saliera de la habitación—. Es bu
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ganó el motor fuera-borda que rifa
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—¿Llamarte? —preguntó Santa
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—¿Un sacerdote? —gimió la se
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—Ahora tiene que estar metido en
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estoy a punto de desmayarme de angu
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empiezan a alzar, la bandera blanca
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peor. ¿Qué te pasa? —Saca la bo
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comercialización de alimentos»?
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II Lana Lee estaba en un taburete d
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cúspide de su pelo cardado una gra
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—¿Pero es que no puedes recordar
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—Cállese ya y siga barriendo —
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los «turistas» parecen ser los mi
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Aunque me di un golpe en la cabeza,
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un mensaje obsceno? Mientras cavila
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axioma de la naturaleza humana el q
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DIEZ Gus Levy era un buen muchacho.
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injusticia y tragedia—. Gloria er
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—¡Eh! Yo no voy a entra en la co
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fin, con dólares o no», profetiz
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—Lo haré, sí —Ignatius cogió
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déjame en paz. —Ya sé que una c
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—¿Qué? —atronó Ignatius—.
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iremos, oh-jo-jo. Allá nos iremos
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Le respeto muchísimo. —Uy, mira,
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películas de colonias nudistas, se
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ONCE —Oh, mira —dijo Santa, sos
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una gran ayuda en casa, créeme —
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no hiciera caso a los médicos. —
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aquel cartel que Ignatius se negaba
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soluciones nuevas a nuevos problema
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—¿A que no puede creer lo que ve
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I. Abelman, Presidente El señor Le
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—¿Cómo se llamaba aquel chiflad
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—Por supuesto —dijo el jefe adm
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queda una cierta sensibilidad. No p
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El vendedor dijo algo fría y queda
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el contenido del panecillo de lata
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controlar. Tenía que conocerla. Qu
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Cuando terminó la película, grit
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—Vaya, mira quién está aquí.
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cultívame. Es muy buena. —Oh, sa
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hombres y logró vender todas las s
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—Bueno, pero no me apetece nada h
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—¿Cómo se atreve? —aulló Ign
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lanolina, el celofán» el plástic
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y recitados cíclicos de rosario. P
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ejército, y quizás intente arranc
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maravilloso. ¿Te lo ha hecho a ti
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—Esto es un aborto floral —come
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cabeza. —Me gustaría arrearle un
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«¡Oh, qué espanto!» «No es nad
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Yo dirijo. —Venga, culo gordo —
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Luego, aquel individuo volvió a pe
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escenario. Su gorra parecía una lu
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tiempo—. ¿Harlett O'Hara es esta
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—Cierre el pico, Jones. Creo que
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TRECE Ignatius abrió los ojos y vi
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que pueda descender ya más —eruc
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—Esto es un ultraje. No pagarás
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El doctor Tale dio un sorbo al vodk
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Santa Battaglia mostró el periódi
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—Sí —dijo Liz. —Saca las fot
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Jones soltó una nube oscura, aviso
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las prácticas de primavera. Había
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planes para mí y para mis hijas. E
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qué no tienes ninguna ambición, p
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agotada para quitarle el aparato de
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—Déjele en paz, señora Reilly.
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en un buen lío, hijo. ¿Sabes lo q
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La señorita Trixie sonreía. Aquel
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Eres incapaz de dirigir un negocio.
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elaciones públicas. Un premio y un
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Mancuso, Dorian Greene, periodistas
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muévase un poco. Verá cómo tambi
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En Estados Unidos, uno es inocente
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once años. Recorrió una pila de c
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volviéndose para mirar la casa. Ig
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Librodot.com es una biblioteca en e
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