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hien pronlo destruida la cultura de la
nación, y cerrados también todos los
conductos de la industria-, y de la opulencia.
Con todo, es menester que
nos entendamos. P or lujo no queremos
decir una prodigalidad sin límites,
un fansto oriental, que es igualmente
reparable en los reyes, en los
ministros, y en los grandes de la re-
pübica. Basta un simple discernimiento
para hallar un medio entre estos
dos estremos.
Dotaciones para los ministros, y diplomáticos.
E l soberano debe poner á los principales
de la Córte en estado de que
vivan con comodidad, IVáda denota
mas la barbarie, y miseria de un
país , que el que sus ministros , y los
primeros oficiales del Estado se vean
precisados á vivir como quien no tiene
que comer. Espectáculo triste, que
igualmente desalienta á los naturales.