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que facilmeute, opinará, y variará cu
ella. Así enpeiiados el príncipe en la
opinion á la jurisdicción espiritual, y
el pueblo en la novedad de las opiniones,
se pierde l'acilmentc el respeto
a lo sagrado, y caen todos en ciegos
errores, confusa aquella divina lu¿,
que ilústrala, y unía los ánimos; de
donde hemos visto nacer la ruina de
muchos príncipes, y las mudanzas de
sus Estados ( 1).
Gran prudencia es menester pnra
gobernar al pueblo en estas materias,
porque con una misma facilidad , ó las
desprecia, y cae en impiedad, ó las
cree ligeramente, y cae en supersti«
cion, y esto sucede mas veces, porque
como ignorante se dejallcvardc lasapa-
riencias del culto, y de la novedad de
las opiniones, sin que llegue á cesami-
narlas la razón. Por lo cual conviene
mucho quitarle con tiempo las ocasio-
( 1 ) Nulla ros miiltituüiiiem HÍcatíus repit,
quani snperstitio, Curtíitf.