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que las conceda. Rara vez se ve en
nuestros dias, que se observe esla
igualdad proporcional, E n las monar*
quías las distiiiciones concedidas á la
nobleza llegan basta el esccso. En
las repúblicas ( particularmente en las
que son comerciantes) todo se da al
negociante , ó al ciudadano. E n los
Estados democráticos los privilegios
del pueblo ^ y de los paisanos ^ parece
que no tienen límites algunos.
Todos estos escesos son de una peligrosa
consecuencia. E l soberano ^ ó
sea el gobierno, á nuestro ver, pudiera
prescribirse en esta parte reglas fundadas
sobre la razón, y la equidad.
E n la distribución de la justicia, lo*
dos para él deben ser ¡guales 5 la
razón del mas ínfímo de los bombrcsf
debe sobrepujar el crédito del caba>|
llero mas principal que no la tenga.
E n los honores, cada estado debe
tener razonalmcntc su distinción ,j
á jfin de que la emulación, y el
deseo de adelantar á fuerza de tra*