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aquellos de sus satrapas, que tenían
un g’énio avaro, y que no hacían
mas que atesorar el dinero, á quienes
cansa llamaba buenos
económicos. Mácsima absolutamente,
falsa, y perniciosa ! Gentes semejan-!
tes necesitan de poco. Los grandes
son los que distribuyen las rentas con
el pueblo. A estos se les ha de llenar,
de bcneiicios, trabajando para el E stado
, y no á aquellos que sepultan
sus caudales, ó se meten á usureros.
Otro principe de Asia cometió otro
desacierto: se puso sobre el pié de;
dar reducidos salarios á todos los
que le servían, y hacerles que viviesen
de esperanzas. Creyó haber hecho una
cosa maravillosa, y alucinar, por este
medio, á sus súbditos^ pero no reparó
, que con esta falsa política solo
se servia de j^ente seducida , ó de {jen-
te indigna. Los primeros, con buena
fé , y mucha necedad, le servían
m al, y quedaban pobres. Los segundos
engañaban al príncipe, y eran los