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atrevimiento de un desesperado, de
un malvado, á quien espante la muerte?
A l que se propone no vivir mas
que un cuarto de liora , nada bay que
puede contenerle. K1 leoo destroza la
presa y duerme ; mas al bombre le )>er-
turba cl sueño el recuerdo de la v id ima
, y lo descorazona el aguijón de
la conciencia ó sea religión. Aquí es
en donde acaba el poder buiuauo, y
empieza cl de la religión. ¿Debe
acaso el soberano eslar disgustado
de tener á la mano e^te freno? Freno
formidable, que obra sobre la
conciencia, para contener á sus súbditos
! ¿ Deben, por ventura, sentir los
ciudadanos, que le tenga el soberano
para ceñirse al cumplimiento de sus
obligaciones, y evitar por este medio
que tropiece en los escasos a que puede
conducirle con facilidad el poder con
que se baila? Qué vínculo tan admirable
es para la sociedad el de la religión católica
! Qué prudente ! Qué pura en su
moral! Y qué leliz el que la sigue!