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des, que le }ia procurado toda su vida.
liOS príncipes de su casa necesitan de
rentas con que mantenerse : los ejércitos
de m ar, y tierra cuestan sumas
inmensas ; los ministros del E stado,
y los empleados en los negocios civiles
es indispensable que cobren las dotaciones,
que tienen consignadas las
negociaciones importan crecidas sumas
; la policía ocasiona sus gastos,
también los causan los caminos reales,
los puentes, calzadas, y manutención
de fortalezas ; todo en una palabra,
cuesta para mantener el Estado ^ y este
desembolso , aunque se haga con la
mayor economía , asciende á cantidades
considerables. ¿ Quién pagará estos
gastos precisos, é inevitables ? E l
pueblo) poco acostumbrado á retlecsio-
nes , cree, que un soberano es como
estos reyes fabulosos, cuyas divertidas
novelas nos refieren, que poseían tesoros
ocultos é inagotables ^ se persuade
, que un gran príncipe puede emprender,
y dar cuanto quisiere. IVore-
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