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echo natural la sòlida columna sobre la
cual debe crig'irse el augusto templo de
las leyes humanas. Tercero: L a política.
S i cl derecho natural nos dicc lu
que es justo y la política nos enseíia lo
que es útil. L n turco juicioso viajaba
desde Francia á Alemania, y deseaba
instruirse en las costumbres de estas
dos naciones. Se sorprendió al v e r ,
que una cosa que se eslimaba justa en
una parte del ilh in , era reputada injusta
en la otra parte del vado del
mismo rio. ¿De qué procede, prc-
{yuntó, esla contradicción, si b verdad,
y la justicia son uniformes, é in>
variables en todos los tiempos, y en
todos los casos? Respondióle un prudente
jurisconsulto. «Al tiempo de for-
dad general de los hom bres : 6 bien, un derecho
provcoiente del com ún cooseothnicnto j licita
convención de los pueblos. Este derecho encier­
ra las reglas de la conducta de los hombres co n -
aderados de pueblo á pueblo. Nosotros siempre
estamos dispuestos para hacer ver 6 probar que
son distintos.