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inaeven la humanidad. Ilcrodíco decía,
que no eran dictadas por un hombre^
sino por un dragón. Demades dijo mas
ingeniosamente, que habían sido c*cn-
tas con ftangre^ y no con tinta. Dracón,
casti{j'a cuanto Licur||o ordena. ¿La
Tcrdad y la razón pueden contradecirse
con tanto estremo? Con todos estosre-
l^lamentos no hay la menor proporcion
entre las faltas, y los castÍ|ros. Dracón
solo respira sanjyre. No hay principias,
ni le^yisiadores mas poco diurnos de
serlo, que los que quieren hacer felices
á los pueblos, ejercitando con
ellos una bárbara severidad , 6 reduciéndolos
al estado de esclavos. Con
todo, se les dá el título de célebres,
de g-randes, de divinos(1) 7Sobre estos
cimientos estí fundada la admiración
de tintos siglos! Con los preceptos
de esta clase de personajes se prc-
(1) E l orárulo de Delfos llamaba á Licurgo
ti amigo de lot Dioses, y Dios ántes que el hom-
brt. Esto era serlo á poca costa.