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rios, y concederlcs todos aquellos beneficios
proporcionados, que pueden
empeñarlos á domiciliarse en nuestro
pais. Algunos economistas se oponen á
esta saludable y ventajosa medida. La
ilustrada historia económico—política
destruye sus bien tejidos raciocinios,
y los desvanece como el humo.
A bu so del eseesivo número de criados
de librea.
E l bienestar de nuestros semejantes,
he aquí la gloria que apetecemos. IVos
es mas satisfactorio que se realicen
nuestras mácsimas, que nos erija la
posteridad soberbios bustos, cstátuas
magatíicas. Un lóbrego sepulcro , ved
ahí vuestro depósito , vanas grandezas
humanas. Partiendo de esta verdadera
y cristiana filosofía, no podemos menos
de espresar con motivo, que el uso,
que se ha introducido entre los grandes
de muchos paises de la Europa, de
mantener un número tan eseesivo de