04.07.2013 Views

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

poco más que la zona bajo los <strong>de</strong>dos. No obstante, eso le ayudaría a recordar que <strong>de</strong>bía<br />

andar como una rata en todo momento. También se probó los largos guantes blancos <strong>de</strong><br />

Grig, que le sentaban peor, si era posible tal cosa. No obstante, pudo ponérselos, y<br />

seguidamente aseguró sus propias botas y guanteletes bajo el cinto gris.<br />

A continuación <strong>de</strong>svistió a Grig y arrojó sus prendas al agua, una tras otra, quedándose<br />

sólo con una daga afilada como una navaja <strong>de</strong> afeitar con incrustaciones <strong>de</strong> marfil y oro,<br />

varios pergaminos <strong>de</strong> pequeño tamaño, la camiseta <strong>de</strong> Grig y una bolsa llena <strong>de</strong> monedas<br />

<strong>de</strong> oro. Se la guardó bajo el cinto, al cual también fijó la daga mediante un gancho dorado<br />

y, sin mirar los pergaminos, los guardó en su propia bolsa.<br />

Entonces, con un gruñido <strong>de</strong> repugnancia, se arremangó y, utilizando la daga con<br />

mango <strong>de</strong> marfil, procedió a <strong>de</strong>scuartizar el cadáver <strong>de</strong> la rata, cortándolo en trozos lo<br />

bastante pequeños para arrojarlos por encima <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> plata, <strong>de</strong> modo que cayeran al<br />

agua y la corriente se los llevara.<br />

Una vez terminada esta horrible tarea, revisó cuidadosamente el cubículo en busca <strong>de</strong><br />

manchas <strong>de</strong> sangre, limpió las que había en la camiseta <strong>de</strong> Grig, que usó también para<br />

limpiar el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> plata, y luego la arrojó con las <strong>de</strong>más prendas.<br />

Sin tomarse un respiro, volvió a ponerse las botas <strong>de</strong> ante y se cubrió con el manto<br />

blanco, que era <strong>de</strong> la lana más fina, y lo abrochó <strong>de</strong> arriba abajo, sacando los brazos por<br />

las aberturas a cada lado. Entonces se probó la máscara y tuvo que usar la daga para<br />

exten<strong>de</strong>r las ranuras para los ojos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus extremos interiores, a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r ver algo<br />

con sus ojos humanos <strong>de</strong>masiado juntos. A continuación se ató la capucha, inclinándola<br />

hacia a<strong>de</strong>lante cuanto pudo para ocultar las mutilaciones <strong>de</strong> la máscara y la ausencia <strong>de</strong><br />

orejas peludas <strong>de</strong> rata. Finalmente se puso los largos guantes.<br />

Acertó al actuar con tanta rapi<strong>de</strong>z, sin <strong>de</strong>tenerse para <strong>de</strong>scansar, pues volvió a oír<br />

pisadas que subían por la escalera y las picas <strong>de</strong> repulsiva hoja ganchuda ondularon <strong>de</strong><br />

nuevo, mientras que por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> su compartimiento aparecieron varios<br />

pares <strong>de</strong> botas, <strong>de</strong> la piel negra más fina con incrustaciones <strong>de</strong> oro.<br />

Entonces alguien golpeó fuertemente la puerta y una voz rasposa, cortés pero<br />

perentoria, dijo:<br />

—Perdonad, consejero. Soy Hreest. Como jefe <strong>de</strong> guardia <strong>de</strong>l quinto nivel, <strong>de</strong>bo<br />

pediros que abráis la puerta. Lleváis ahí encerrado largo tiempo, y <strong>de</strong>bo asegurarme <strong>de</strong><br />

que el espía que buscamos no os retiene con un cuchillo en vuestra garganta.<br />

El Ratonero tosió, cogió el bastón <strong>de</strong> marfil con un zafiro en su extremo, abrió la puerta<br />

y salió cojeando ligeramente. Reanudar con sus piernas fatigadas la incómoda andadura<br />

<strong>de</strong> las ratas, le ocasionó un súbito y doloroso calambre en la pierna izquierda.<br />

<strong>Las</strong> ratas armadas con picas se arrodillaron, mientras que las que calzaban<br />

espléndidas botas, cuyas ropas, máscara, guanteletes y vainas <strong>de</strong> la espada, todo ello <strong>de</strong><br />

color negro y cubiertos <strong>de</strong> finos arabescos dorados, retrocedieron dos pasos.<br />

El Ratonero le dirigió una breve mirada y dijo con frialdad:<br />

—¿Oz atrevéiz a moleztar y apremiar al concejero Grig cuando eztá haciendo zuz<br />

nezecida<strong>de</strong>z? Bien, quizá tengáiz buenaz razonez para ello. Veamoz.<br />

Hreest se quitó el sombrero <strong>de</strong> ala ancha, adornado con un penacho <strong>de</strong> plumas<br />

arrancadas <strong>de</strong> las pechugas <strong>de</strong> canarios negros.<br />

—Sin duda las tenemos, Vuestra Nobleza. Anda suelto por <strong>Lankhmar</strong> Subterráneo un<br />

espía humano, transformado mágicamente a nuestra talla, el cual ya ha asesinado al hábil<br />

aunque indisciplinado y engreído espadachín Svivomilo.<br />

—¡Lamentablez noticiaz, en efecto! —exclamó el Ratonero—. Buzcad a eze ezpía en<br />

zeguida! No ezcatiméiz perzonal ni ezfuerzoz. Informaré al Consejo, Hreest, zi tú no lo<br />

haz hecho.<br />

Y mientras la voz <strong>de</strong> Hreest le seguía para darle excusas, agra<strong>de</strong>cimientos y<br />

segurida<strong>de</strong>s, el Ratonero <strong>de</strong>scendió señorialmente la blanca escalera <strong>de</strong> mármol. Su

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!