04.07.2013 Views

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

1<br />

—Veo que nos esperan —dijo el hombre menudo mientras avanzaba hacia la gran<br />

puerta abierta en la larga, elevada y antigua muralla.<br />

Su mano, como por azar, rozó la empuñadura <strong>de</strong> su largo y <strong>de</strong>lgado estoque.<br />

—No sé cómo pue<strong>de</strong>s verlo cuando todavía estamos a tiro <strong>de</strong> flecha... —replicó el<br />

hombretón—. Ah, ya lo entiendo. Es por el turbante color naranja <strong>de</strong> Bashabeck. Destaca<br />

como una furcia en una iglesia. Y don<strong>de</strong> está Bashabeck, están sus matones. Deberías<br />

haber pagado tus <strong>de</strong>udas con el Gremio <strong>de</strong> los Ladrones.<br />

—<strong>Las</strong> <strong>de</strong>udas son lo <strong>de</strong> menos —dijo el hombrecillo—. Se me olvidó repartir el botín<br />

con ellos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l último trabajo, cuando me llevé aquellos ocho diamantes <strong>de</strong>l templo<br />

<strong>de</strong>l dios Araña.<br />

El hombre corpulento chascó la lengua con <strong>de</strong>saprobación.<br />

—A veces me pregunto por qué me asocio con un pícaro sin fe como tú.<br />

El hombrecillo se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

—Tenía prisa; el dios Araña me pisaba los talones.<br />

—Sí, creo recordar que le chupó la sangre a tu centinela. Supongo que tienes los<br />

diamantes para hacer el pago.<br />

—Mi bolsa abulta tanto como la tuya —afirmó el hombrecillo—, exactamente como el<br />

odre <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> un borracho a la mañana siguiente, a menos que me ocultes algún<br />

secreto, cosa que sospecho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace tiempo. Por cierto, ¿no es aquel gordo con cara<br />

<strong>de</strong> idiota, el que está entre los dos matones <strong>de</strong> anchos hombros, el patrono <strong>de</strong> la taberna<br />

La Anguila <strong>de</strong> Plata?<br />

El hombretón entrecerró los ojos, asintió y meneó la cabeza con expresión <strong>de</strong> disgusto.<br />

—Armar semejante escándalo por una factura <strong>de</strong> aguardiente...<br />

—Sobre todo cuando no <strong>de</strong>bía tener más <strong>de</strong> una vara <strong>de</strong> largo —convino el<br />

hombrecillo—. Claro que también están los dos barriles <strong>de</strong> aguardiente que <strong>de</strong>strozaste y<br />

a los que prendiste fuego la última noche que tuviste una pen<strong>de</strong>ncia en La Anguila.<br />

—Cuando las probabilida<strong>de</strong>s son <strong>de</strong> diez contra una en una pelea <strong>de</strong> taberna, tienes<br />

que ganar con lo que tengas a mano —protestó su compañero—. Eso hace que uno actúe<br />

a veces con cierta extravagancia. —Entrecerró <strong>de</strong> nuevo los ojos para mirar el grupo<br />

reunido en la plaza, al otro lado <strong>de</strong>l portal abierto. Al cabo <strong>de</strong> un rato añadió—: También<br />

distingo a Rivis Rightby, el espa<strong>de</strong>ro..., y más o menos todos los <strong>de</strong>más acreedores que<br />

dos hombres cualesquiera podrían tener en <strong>Lankhmar</strong>, cada uno <strong>de</strong> ellos con uno, dos o<br />

tres matones alquilados. —Con un gesto impremeditado, aflojó su voluminoso acero en su<br />

vaina; tenía forma <strong>de</strong> estoque, pero era casi tan pesado como un espadón—. ¿No<br />

pagaste ninguna <strong>de</strong> las <strong>de</strong>udas que compartimos antes <strong>de</strong> nuestra última salida <strong>de</strong><br />

<strong>Lankhmar</strong>? Yo estaba sin blanca, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, pero tú <strong>de</strong>bías <strong>de</strong> tener dinero, con todos<br />

los trabajitos que hiciste para el Gremio <strong>de</strong> los Ladrones.<br />

—Le pagué a Nattick Dedoságiles por remendarme la capa y un nuevo jubón <strong>de</strong> seda<br />

gris —se apresuró a respon<strong>de</strong>r el hombrecillo. Entonces frunció el ceño y añadió—. Debí<br />

<strong>de</strong> pagar a otros..., sí, estoy seguro <strong>de</strong> que lo hice, pero en este momento no puedo<br />

recordarles. Por cierto, ¿no es aquella moza alta y esbelta, la que está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> aquel<br />

elegante sujeto vestido <strong>de</strong> negro, la que te creó ciertos problemas? Su cabello rojizo es<br />

como..., como una llamarada <strong>de</strong>l infierno. Y esas otras muchachas..., cada una mirando<br />

por encima <strong>de</strong>l hombro <strong>de</strong> su alcahuete armado como la primera..., ¿no tuviste también<br />

problemas con ellas la última vez que nos fuimos <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>?<br />

—No sé a qué problemas te refieres —replicó el hombretón—. <strong>Las</strong> rescaté <strong>de</strong> sus<br />

protectores, que abusaban terriblemente <strong>de</strong> ellas. Créeme, zurré a esos sinvergüenzas y<br />

las muchachas se rieron. Luego las traté como si fueran princesas.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!