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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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El Ratonero Gris se alejó a gran<strong>de</strong>s zancadas <strong>de</strong> la cocina <strong>de</strong> palacio y avanzó por un<br />

pasillo que conducía a los aposentos reales. Aunque seguía siendo minúsculo, por lo<br />

menos estaba ya vestido. A su lado avanzaba Reetha, armada con un espetón largo y<br />

puntiagudo para asar trozos <strong>de</strong> carne en hilera. Les seguía <strong>de</strong> cerca y en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n una<br />

multitud <strong>de</strong> pajes armados con cuchillas <strong>de</strong> carnicero y mazos, así como sirvientas con<br />

cuchillos y tenedores <strong>de</strong> asar.<br />

El Ratonero había insistido para que Reetha no le cogiera en brazos durante aquella<br />

incursión, y la muchacha cedió a sus <strong>de</strong>seos. Realmente se sentía más viril andando<br />

sobre sus dos pies y blandiendo amenazadoramente a. Escalpelo.<br />

Aunque tenía que admitir que se sentiría mucho mejor si recuperara su tamaño normal<br />

y Fafhrd estuviese a su lado. Sheelba le había dicho que los efectos <strong>de</strong> la poción negra<br />

durarían nueve horas. La había tomado pocos minutos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las tres, por lo que, si<br />

Sheelba no le había mentido, <strong>de</strong>bería recuperar su verda<strong>de</strong>ro tamaño poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

medianoche.<br />

Alzó la vista hacia el rostro <strong>de</strong> Reetha, más enorme que cualquier giganta y con una<br />

brillante arma <strong>de</strong> acero alta como el mástil <strong>de</strong> un laúd, y se sintió más tranquilizado.<br />

—¡A<strong>de</strong>lante! —gritó a su ejército <strong>de</strong>snudo, aunque procuró mantener el tono <strong>de</strong> su voz<br />

lo más bajo posible —. ¡A<strong>de</strong>lante, salvemos <strong>de</strong> las ratas a <strong>Lankhmar</strong> y a su Señor<br />

Supremo!<br />

Fafhrd completó su <strong>de</strong>scenso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tejado <strong>de</strong>l templo y miró a su alre<strong>de</strong>dor. La<br />

situación allí se había alterado <strong>de</strong> un modo consi<strong>de</strong>rable.<br />

Los humanos se habían ido..., es <strong>de</strong>cir, los humanos vivos.<br />

Todas las pardas y esqueléticas figuras habían cruzado la puerta <strong>de</strong>l templo y<br />

marchaban al oeste por la calle <strong>de</strong> los Dioses, una procesión <strong>de</strong> horrendos espectros,<br />

salvo que aquellos seres <strong>de</strong> ultratumba eran opacos y sus pies huesudos producían un<br />

ruido áspero contra los adoquines. El porche, los escalones y las losas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ellos,<br />

iluminados por la luz <strong>de</strong> la luna, estaban festoneados <strong>de</strong> ratas muertas.<br />

Pero ahora las figuras avanzaban con más lentitud y les ro<strong>de</strong>aban sombras más negras<br />

<strong>de</strong> las que podía arrojar la luna, un verda<strong>de</strong>ro mar <strong>de</strong> ratas negras que rompían como<br />

olas contra los pies <strong>de</strong> los seres espectrales y surgían <strong>de</strong> todas partes con más rapi<strong>de</strong>z<br />

que la <strong>de</strong> las estacas negras al golpearlas.<br />

Des<strong>de</strong> las dos zonas al frente, a cada lado <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> los Dioses, unos dardos<br />

llameantes volaron arqueándose y alcanzaron a las filas <strong>de</strong>lanteras <strong>de</strong> los sombríos<br />

seres. Al contrario que los dardos <strong>de</strong> las ballestas, estos proyectiles surtieron efecto.<br />

Cada vez que golpeaban, el lino viejo y la piel impregnada <strong>de</strong> resina empezaban a ar<strong>de</strong>r.<br />

Los seres se <strong>de</strong>tenían, <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> matar roedores y se <strong>de</strong>dicaban a arrancarse los<br />

dardos ardientes y apagar las llamas que habían prendido en ellos.<br />

Otra oleada <strong>de</strong> ratas llegó corriendo por la calle <strong>de</strong> los Dioses, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el extremo <strong>de</strong> la<br />

Puerta <strong>de</strong> la Marisma, y tras ellas, en tres gran<strong>de</strong>s corceles, tres jinetes inclinados en sus<br />

sillas <strong>de</strong> montar, dirigían mandobles a las bestezuelas. Tanto los caballos como los<br />

mantos y capuchas <strong>de</strong> los jinetes eran negros como la tinta. Fafhrd, que se sentía incapaz<br />

<strong>de</strong> nuevos estremecimientos, experimentó otro. Era como si la misma Muerte, en tres<br />

personas, hubiera entrado en la escena.<br />

La artillería <strong>de</strong> los roedores giró parcialmente y soltó otra andanada <strong>de</strong> dardos<br />

ardientes, que fallaron el blanco.<br />

A su vez, los jinetes negros cargaron contra las dos zonas ocupadas por la artillería,<br />

atacándolas a la vez con los cascos <strong>de</strong> sus caballos y sus espadas. Entonces se<br />

enfrentaron a los seres esqueléticos, varios <strong>de</strong> los cuales aún ardían, y se quitaron sus<br />

capuchas y mantos negros.

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