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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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entusiasmaba con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir a las Tierras Orientales, y le explicaba furtivamente a<br />

Reetha que era un lugar i<strong>de</strong>al para tomar el sol <strong>de</strong>snudo.<br />

Reetha se mostró <strong>de</strong> acuerdo, y se quitó su túnica violeta para sentirse más cómoda.<br />

—<strong>Las</strong> ropas producen picores —comentó—. Apenas puedo soportarlas. Me gustaría<br />

cabalgar <strong>de</strong>snuda. Claro que el pelo pica más todavía, y noto que el mío está creciendo.<br />

Tendrás que <strong>de</strong>pilarme a diario, querido —añadió.<br />

El le dijo que aceptaba esa tarea, pero mostró su <strong>de</strong>sacuerdo en el otro extremo.<br />

—No puedo complacerte por completo, cariño. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> protegerte contra las zarzas<br />

y el polvo, las ropas te dan una cierta dignidad.<br />

—Creo que hay mucha más dignidad en el cuerpo <strong>de</strong>snudo —replicó Reetha<br />

agriamente.<br />

—Bah, chiquilla —terció Kreeshkra—. ¿Qué pue<strong>de</strong> compararse con la dignidad <strong>de</strong> los<br />

huesos <strong>de</strong>snudos? —Pero mirando la barba rojiza <strong>de</strong> Fafhrd y el vello rizado <strong>de</strong> su pecho,<br />

añadió—. No obstante, hay que convenir en que el pelo tampoco está tan mal.<br />

FIN

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