Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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Pensó un momento en la posibilidad <strong>de</strong> regresar, atraer con un señuelo a aquella rata<br />
gorda y atacarla, pero comprendió en seguida que en el mundo humano las tintineantes<br />
monedas <strong>de</strong> oro serían más pequeñas que lentejuelas.<br />
Esto le hizo pensar en un problema que le aterraba inconscientemente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />
penetró en el mundo <strong>de</strong> las ratas. Sheelba le había dicho que los efectos <strong>de</strong>l bebedizo<br />
durarían nueve horas, a cuyo término era <strong>de</strong> suponer que recobraría su tamaño normal<br />
tan rápidamente como lo había perdido. Si sucedía tal cosa en una madriguera, o incluso<br />
en el pasillo apuntalado <strong>de</strong> unos cincuenta centímetros <strong>de</strong> altura, sería <strong>de</strong>sastroso. El<br />
mero pensamiento <strong>de</strong> que pudiera ocurrir tal cosa le hizo estremecerse.<br />
Ahora bien, el Ratonero no tenía la menor intención <strong>de</strong> permanecer nueve horas en el<br />
mundo <strong>de</strong> las ratas. Por otro lado, tampoco quería huir <strong>de</strong> inmediato. Deambular con<br />
cautela por <strong>Lankhmar</strong> durante la mitad <strong>de</strong> la noche, como un muñeco gris ágilmente<br />
animado, no le atraía. Sería vergonzoso, aun en el caso —o quizá especialmente en el<br />
caso— <strong>de</strong> que mientras se hallara en aquel estado <strong>de</strong> reducción física tuviera que<br />
informar <strong>de</strong> sus importantes <strong>de</strong>scubrimientos sobre el mundo <strong>de</strong> las ratas a Glipkerio y<br />
Olegnya Matamingoles, y tal vez observado por Hisvet. A<strong>de</strong>más, en su mente bullían ya<br />
los planes para asesinar al rey <strong>de</strong> las ratas, si lo tenían, o <strong>de</strong>sbaratar su evi<strong>de</strong>nte proyecto<br />
<strong>de</strong> conquista <strong>de</strong> alguna manera aún más espectacular en su propio terreno. En aquellos<br />
momentos tenía una gran confianza en sí mismo, cosa más que notable en su situación, y<br />
no se daba cuenta <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>bía a que su altura igualaba a la <strong>de</strong> las ratas más altas<br />
que le ro<strong>de</strong>aban; era tan alto, relativamente, como Fafhrd, y ya no era el hombre menudo<br />
que había sido toda su vida.<br />
Sin embargo, siempre existía la posibilidad <strong>de</strong> que a causa <strong>de</strong> algún contratiempo<br />
imprevisible fuese capturado, <strong>de</strong>senmascarado y encerrado en una celda minúscula. Era<br />
una i<strong>de</strong>a aterradora, pero aún era más terrible el problema crucial <strong>de</strong>l tiempo.<br />
¿Transcurría más rápido o más lento en el mundo <strong>de</strong> las ratas? Tenía la impresión <strong>de</strong> que<br />
la vida y todos sus procesos tenían un ritmo más rápido allá abajo, pero ¿era eso cierto?<br />
¿Oía ahora claramente el lankhmarés <strong>de</strong> las ratas, que antes no le había parecido más<br />
que un conjunto <strong>de</strong> chillidos, porque su oído era más rápido, o simplemente más<br />
pequeño, o porque la voz <strong>de</strong> una rata, en general, era <strong>de</strong>masiado aguda para que el oído<br />
humano pudiera discernir sus inflexiones o incluso porque las ratas sólo hablaban<br />
lankhmarés en sus madrigueras? Se tomó el pulso con disimulo y le pareció que era el<br />
mismo <strong>de</strong> siempre, pero ¿sería posible que estuviera muy acelerado, en la misma medida<br />
que sus sentidos y su mente, <strong>de</strong> modo que no notaba la diferencia? Sheelba le había<br />
dicho que un día tenía la décima parte <strong>de</strong> un millón <strong>de</strong> pulsaciones. ¿Se trataba <strong>de</strong>l pulso<br />
humano o <strong>de</strong>l ratonil? ¿Eran las horas <strong>de</strong> las ratas tan cortas que podían transcurrir nueve<br />
en unos cien minutos <strong>de</strong> tiempo humano? Casi se sintió tentado <strong>de</strong> cubrir a toda prisa las<br />
primeras escaleras que vio, pero reflexionó en que si el tiempo se contaba en pulsaciones<br />
y las suyas le parecían normales, ¿no tendría necesidad <strong>de</strong> dormir mientras estuviera allí<br />
abajo? Todo aquello era <strong>de</strong> lo más confuso, y lanzó una maldición que le sorprendió a él<br />
mismo: «¡Por las salchichas <strong>de</strong> tripa <strong>de</strong> gato y los ojos <strong>de</strong> perro asado!».<br />
Sin embargo, varias cosas estaban claras. Antes <strong>de</strong> que se atreviera a <strong>de</strong>scansar o<br />
echar una cabezada, y no digamos dormir, tenía que <strong>de</strong>scubrir alguna manera <strong>de</strong> evaluar<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí el paso <strong>de</strong>l tiempo en el mundo superior. A<strong>de</strong>más, para conocer la verdad sobre<br />
la noche y el día <strong>de</strong> las ratas, tenía que enterarse rápidamente <strong>de</strong> cuáles eran los hábitos<br />
<strong>de</strong> sueño <strong>de</strong> los roedores. Por alguna razón volvió a pensar en la alta ratesa que llevaba<br />
sujetas a unas comadrejas, pero se dijo que eso era ridículo. Había diversas clases <strong>de</strong><br />
sueño, y unas no tenían nada que ver con las otras.<br />
Dejó <strong>de</strong> lado estas reflexiones al darse cuenta plenamente <strong>de</strong> algo que sus sentidos le<br />
estaban diciendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía algún tiempo: que el número <strong>de</strong> transeúntes había<br />
disminuido, la brisa era más húmeda y fresca, con cierto olor marino, y las columnas<br />
situadas <strong>de</strong>lante eran <strong>de</strong> roca natural, mientras que a través <strong>de</strong> las aberturas abiertas a