Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
y vigilantes, mantenía sus manos enguantadas sobre las empuñaduras <strong>de</strong> Escalpelo y<br />
Garra <strong>de</strong> Gato, y chillaba furiosamente o musitaba juramentos tan extraños como «¡Que<br />
se pudran todos los cazadores <strong>de</strong> ratas!» o «¡Por el sebo <strong>de</strong> bujía y la corteza <strong>de</strong> tocino!»<br />
en lengua lankhmariana, pues ahora que tenía unos oídos lo bastante pequeños y finos<br />
para po<strong>de</strong>r escucharlo, sabía que el idioma se hablaba en aquel mundo subterráneo,<br />
cuyos aristócratas lo dominaban especialmente bien. ¿No era acaso lo más natural que<br />
las ratas, parásitos en las granjas, las naves y las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los hombres, copiaran su<br />
lenguaje junto con muchos otros aspectos <strong>de</strong> sus hábitos y su cultura? Ya había<br />
observado que estas ratas solitarias y armadas —presumiblemente matones o feroces<br />
guerreros— se comportaban <strong>de</strong> la misma manera irritante y peligrosa con que él actuaba<br />
ahora.<br />
Había logrado huir <strong>de</strong>l sótano <strong>de</strong> las ratas gracias a su sangre fría y a la torpe ansiedad<br />
<strong>de</strong> sus perseguidores, quienes se habían peleado por ser los primeros, por lo que el túnel<br />
quedó bloqueado brevemente a sus espaldas. La vela le había sido muy útil en su<br />
<strong>de</strong>scenso por los pasadizos, primero en pendiente muy áspera y pronunciada y luego<br />
abiertos a gran profundidad, por los que había avanzado <strong>de</strong>slizándose y saltando,<br />
aferrándose a un saliente o hundiendo los tacones en la tierra sólo cuando su velocidad<br />
era tan gran<strong>de</strong> que corría el peligro <strong>de</strong> una caída <strong>de</strong>sastrosa. El primer pasillo con las<br />
pare<strong>de</strong>s apuntaladas también había estado casi por completo a oscuras. Allí se había<br />
embozado con el manto, pues la vela le había mostrado numerosas ratas, la mayoría <strong>de</strong><br />
ellas <strong>de</strong>snudas y a cuatro patas, pero algunas <strong>de</strong> pie, encorvadas y vestidas con ropas<br />
oscuras y ásperas, aunque sólo fuera un jubón, unos calzones, un sombrero la<strong>de</strong>ado, una<br />
bata o un cinto <strong>de</strong>l que pendía una espada <strong>de</strong> hoja corta. Algunas llevaban zapapicos,<br />
palas o palancas al hombro. También había visto una rata totalmente vestida <strong>de</strong> negro,<br />
armada con espada y daga y con un antifaz <strong>de</strong> bor<strong>de</strong> plateado que le cubría toda la cara.<br />
Por lo menos el Ratonero había supuesto que se trataba <strong>de</strong> una rata.<br />
Había seguido el primer pasadizo que conducía abajo —allí encontró unos escalones,<br />
esculpidos en la roca o la grava— y se <strong>de</strong>tuvo en un recodo, junto a una especie <strong>de</strong> nicho<br />
curioso pero hediondo, que contenía el primero <strong>de</strong> los faroles alimentados por<br />
escarabajos <strong>de</strong> fuego que había visto y también media docena <strong>de</strong> pequeños<br />
compartimientos, cada uno <strong>de</strong> ellos con una puerta cerrada que <strong>de</strong>jaba espacio por arriba<br />
y por abajo. Tras un momento <strong>de</strong> vacilación, se dirigió rápidamente al único que no<br />
mostraba negras patas <strong>de</strong>lanteras o botas por <strong>de</strong>bajo y, cerrando la puerta con la aldaba,<br />
se puso a confeccionar a toda prisa la máscara <strong>de</strong> piel <strong>de</strong> rata. Confirmó su suposición<br />
instintiva sobre la función <strong>de</strong> los compartimientos al ver un gran cubo con dos asas casi<br />
lleno <strong>de</strong> heces <strong>de</strong> rata y otro <strong>de</strong> orina maloliente.<br />
Tras fabricar y ponerse su antifaz alargado, apagó la bujía, la guardó en la bolsa e hizo<br />
sus necesida<strong>de</strong>s, y por fin se permitió maravillarse por el hecho asombroso <strong>de</strong> que todas<br />
sus ropas y pertenencias se hubieran reducido <strong>de</strong> tamaño proporcionalmente al <strong>de</strong> su<br />
cuerpo. Pensó que eso explicaba el ancho bor<strong>de</strong> gris <strong>de</strong>l charco rosado que había<br />
aparecido alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> sus botas, en el sótano. Cuando su tamaño se redujo por arte <strong>de</strong><br />
magia, las motas o átomos sobrantes <strong>de</strong> su carne, sangre y huesos cayeron al suelo y<br />
formaron el charco rosado, mientras que los <strong>de</strong> sus ropas grises y sus armas <strong>de</strong> hierro<br />
templado se habían cernido para formar el bor<strong>de</strong> gris <strong>de</strong>l charco que, naturalmente, era<br />
<strong>de</strong> polvo en vez <strong>de</strong> líquido viscoso, porque el metal o la tela contienen poco o ningún<br />
líquido en comparación con la carne. Se le ocurrió que en aquel patético charco pisoteado<br />
<strong>de</strong>bía <strong>de</strong> haber una cantidad <strong>de</strong> Ratonero veinte veces superior a su pequeña forma<br />
actual y, por un momento, se sintió melancólico.<br />
Una vez satisfechas sus necesida<strong>de</strong>s, se disponía a proseguir su <strong>de</strong>scanso cuando oyó<br />
un ruido <strong>de</strong> pisadas al que siguieron <strong>de</strong> inmediato unos golpes en la puerta <strong>de</strong> su<br />
compartimiento. Sin un instante <strong>de</strong> vacilación, <strong>de</strong>scorrió el cerrojo y abrió bruscamente la<br />
puerta. Ante él estaba la rata vestida <strong>de</strong> negro, con una máscara negra y plateada, que