Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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Estaba cubierta <strong>de</strong> un pelo corto y cerdoso, y respondió a la caricia amorosa con un<br />
mugido.<br />
Fafhrd abrió los ojos y se irguió en la cama. La luz <strong>de</strong>l sol, que penetraba en la estancia<br />
a través <strong>de</strong> la pequeña ventana sin cristal, le cubrió con una luminosidad amarilla a la vez<br />
que arrancaba una miríada <strong>de</strong> <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra pulimentada <strong>de</strong> la habitación, con<br />
su infinidad <strong>de</strong> variados arabescos. A su lado, sobre otro montón <strong>de</strong> almohadas y<br />
posiblemente drogada, había una ternera <strong>de</strong> color castaño rojizo, gran<strong>de</strong>s orejas y morro<br />
rosado. De súbito, Fafhrd pudo notar sus cascos a través <strong>de</strong> las botas, y apartó<br />
bruscamente los pies. Más allá <strong>de</strong> la ternera no había ninguna muchacha, ni siquiera otra<br />
ternera.<br />
Introdujo la mano bajo las almohadas. Sus <strong>de</strong>dos tocaron el cuero con doble sutura <strong>de</strong><br />
su bolsa, pero en vez <strong>de</strong> estar llena <strong>de</strong> monedas <strong>de</strong> oro y tensa a reventar, estaba tan<br />
aplanada como una torta <strong>de</strong> Sarheenmar sin levadura, con excepción <strong>de</strong> un estrecho<br />
cilindro, el <strong>de</strong>lgado silbato <strong>de</strong> hojalata.<br />
Apartó las ropas <strong>de</strong> cama, que se agitaron en el aire como una vela arrancada durante<br />
una tormenta. Se metió bajo el cinto la bolsa vacía <strong>de</strong> oro, saltó <strong>de</strong> la cama, cogió su larga<br />
espada por la peluda vaina, con la intención <strong>de</strong> usarla como un garrote, y, haciendo una<br />
breve pausa para apurar el vino, salió apresuradamente <strong>de</strong> la habitación a través <strong>de</strong> la<br />
puerta cubierta por pesadas cortinas dobles.<br />
A pesar <strong>de</strong> lo furioso que estaba con Hrenlet, tuvo que admitir que la muchacha había<br />
sido sincera con él hasta cierto punto: su compañera <strong>de</strong> cama era una hembra pelirroja<br />
que sin duda procedía <strong>de</strong> una granja y, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los cánones <strong>de</strong> la belleza vacuna, era<br />
un animal hermoso, mientras que su mugido, ahora <strong>de</strong> alarma, tenía una evi<strong>de</strong>nte<br />
cualidad amorosa.<br />
La sala común era otra maravilla <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra pulimentada, pues el reino <strong>de</strong> Movarl era<br />
tan joven que sus bosques constituían aún su principal riqueza. A través <strong>de</strong> las ventanas<br />
se veía una vegetación exuberante. De los muros y el techo sobresalían fantásticos<br />
<strong>de</strong>monios y doncellas guerreras aladas, todos ellos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra tallada. Aquí y allá,<br />
apoyados en la pared, había arcos y lanzas bellamente pulimentados. Una ancha puerta<br />
daba acceso a un patio estrecho, don<strong>de</strong> un semental bayo se movía inquieto bajo un<br />
techo vegetal irregular. La ciudad <strong>de</strong> Kvach Nar tenía por cada casa veinte árboles<br />
frondosos.<br />
En la sala común había una docena <strong>de</strong> hombres vestidos <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> y marrón, bebiendo<br />
vino, jugando ante tableros y conversando. Todos ellos eran fornidos, <strong>de</strong> barba oscura,<br />
ligeramente más bajos que Fafhrd.<br />
El norteño observó al instante que eran los mismos tipos a los que había <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong><br />
su oro la noche anterior, y esto, airado como estaba y encendido por el vino que acababa<br />
<strong>de</strong> tomar, le hizo cometer una indiscreción casi fatal.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> está esa Hrenlet, ladrona y mal nacida? —rugió, blandiendo la espada<br />
envainada por encima <strong>de</strong> su cabeza—. ¡Me ha robado todas mis ganancias, que<br />
guardaba bajo las almohadas!<br />
Los doces hombres se pusieron en pie al instante, las manos en las empuñaduras <strong>de</strong><br />
sus espadas. El más corpulento dio un paso hacia Fafhrd y le dijo en tono glacial:<br />
—¿Te atreves a sugerir que una doncella noble <strong>de</strong> Kvarch Nar ha compartido tu lecho,<br />
bárbaro?<br />
Fafhrd se dio cuenta <strong>de</strong>l error que había cometido. Su relación con Hrenlet, aunque era<br />
evi<strong>de</strong>nte para todos, no había sido comentada en ningún momento, porque los hombres<br />
<strong>de</strong> las Ocho Ciuda<strong>de</strong>s reverencian a sus mujeres y les permiten hacer lo que <strong>de</strong>seen, por<br />
licencioso que sea. Pero ¡ay <strong>de</strong>l forastero que se atreva a mencionar tal cosa!<br />
Sin embargo, la ira <strong>de</strong> Fafhrd se impuso a su razón.<br />
—¿Noble dices? —gritó—. ¡Es una embustera y una puta! Sus brazos son dos<br />
serpientes blancas que se retuercen bajo las mantas... ¡en busca <strong>de</strong> oro, no <strong>de</strong> un ser