Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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Entonces, Fafhrd se dio cuenta <strong>de</strong> que no miraban su cabeza, sino su cintura.<br />
La gatita negra, que estaba aferrada allí, lanzó un grito agudo y lastimero que era a la<br />
vez la primera llamada al combate <strong>de</strong> un gato joven, y también un saludo.<br />
Lanzando un feroz rugido, como trece silbatos <strong>de</strong> hojalata soplados a la vez, los<br />
Felinos Bélicos se lanzaron a la carrera y la gatita negra, con una agilidad sobrenatural,<br />
saltó tras un grupo <strong>de</strong> cuatro <strong>de</strong> ellos.<br />
las ratas pequeñas huyeron hacia muros, arroyos y puertas, allá don<strong>de</strong> pudiera haber<br />
agujeros. Los mingoles se arrojaron al suelo. <strong>Las</strong> puertas semiastilladas <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> los<br />
dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> chirriaron al cerrarse con rapi<strong>de</strong>z.<br />
Los cuatro Gatos Bélicos a los que se había adherido la gatita corrieron hacia las ratas<br />
<strong>de</strong> tamaño humano proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hisvin. Dos <strong>de</strong> los Espectros habían sido<br />
<strong>de</strong>rribados <strong>de</strong> sus sillas con picas o espadas. El tercero —era Kreeshkra— paró el golpe<br />
<strong>de</strong> un estoque y espoleó a su caballo, emprendiendo el galope más allá <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong><br />
Hisvin, hacia el Palacio <strong>de</strong>l Arco Iris. Los dos caballos negros sin jinete la siguieron.<br />
Fafhrd se dispuso a seguirla, pero en aquel instante un loro negro <strong>de</strong>scendió<br />
rápidamente ante él, batiendo sus alas, mientras que un chiquillo muy flaco, con una<br />
cicatriz bajo el ojo izquierdo, le tiraba <strong>de</strong> la muñeca.<br />
—¡Ratonero, Ratonero! —chilló el loro—. ¡Peligro, peligro! ¡Cámara Azul <strong>de</strong><br />
Audiencias!<br />
—Te traigo el mismo mensaje, hombre gran<strong>de</strong> —le dijo el chiquillo con una sonrisa.<br />
Así pues, Fafhrd, ro<strong>de</strong>ando la batalla entre ratas armadas y Felinos Bélicos —una<br />
vertiginosa mezcolanza <strong>de</strong> espadas plateadas y garras brillantes, <strong>de</strong> fríos ojos ver<strong>de</strong>s y<br />
cálidos ojos rojos—, partió <strong>de</strong> todos modos en pos <strong>de</strong> Kreeshkra, puesto que ésta había<br />
ido en la misma dirección.<br />
Largas picas <strong>de</strong>rribaron a un Felino Bélico, pero la gatita saltó como un brillante cometa<br />
negro al rostro <strong>de</strong>l roedor gigante más cercano, mientras los otros tres felinos se<br />
acercaban dando un ro<strong>de</strong>o.<br />
El Ratonero Gris saltó <strong>de</strong>l respaldo <strong>de</strong>l diván dorado cuando Hisvin e Hisvet se<br />
aproximaron <strong>de</strong>masiado. Entonces, como ambos avanzaban ro<strong>de</strong>ando el diván, se metió<br />
<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> éste y corrió hacia la mesita baja. Durante un breve trecho al <strong>de</strong>scubierto, el<br />
hacha <strong>de</strong> Glipkerio se estrelló contra las baldosas, a un lado, mientras el manojo <strong>de</strong><br />
varitas <strong>de</strong> Elakeria caía estrepitosamente al otro. El hombrecillo hizo una pausa bajo el<br />
centro <strong>de</strong> la mesa, planeando su próxima acción.<br />
Glipkerio se alejó pru<strong>de</strong>ntemente, <strong>de</strong>jando su hacha don<strong>de</strong> la había <strong>de</strong>jado caer a<br />
causa <strong>de</strong>l golpe, pero la obesa Elakeria perdió el equilibrio al <strong>de</strong>scargar su torpe golpe, y<br />
ahora tanto su corpachón espatarrado como el hacha estaban muy cerca <strong>de</strong>l Ratonero.<br />
La mesa ofrecía un cómodo techo, a una altura más o menos equivalente a la longitud<br />
<strong>de</strong> una rata, por encima <strong>de</strong> su cabeza..., pero, un instante <strong>de</strong>spués, sin haberse movido,<br />
su cabeza chocó con la mesa y en seguida la volcó, sin tocarla con las manos y a pesar<br />
<strong>de</strong> que se había sentado en el suelo.<br />
Elakeria ya no era una mujerona obesa embutida en un prieto vestido gris, sino una<br />
ninfa esbelta totalmente <strong>de</strong>snuda, y la hoja <strong>de</strong>l hacha <strong>de</strong> Glipkerio, a la que tocaba ahora<br />
la <strong>de</strong>lgada hoja <strong>de</strong> Escalpelo, se había encogido hasta quedar convertida en una rodaja<br />
metálica mellada, como si la hubiera corroído un ácido invisible.<br />
El Ratonero se dio cuenta <strong>de</strong> que había recuperado su tamaño original, tal como le<br />
había dicho Sheelba. Cruzó por su mente la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que, como nada pue<strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />
nada, los átomos <strong>de</strong>sprendidos <strong>de</strong> Escalpelo en el sótano habían sido reemplazados con<br />
los <strong>de</strong> la hoja <strong>de</strong>l hacha, mientras que para reponer su carne y sus ropas había utilizado<br />
partes <strong>de</strong> las <strong>de</strong> Elakeria. Decidió que, ciertamente, ésta había salido beneficiada <strong>de</strong> la<br />
transacción.