Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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Ningauble una pura filfa? No obstante, incluso esta explicación, la menos improbable <strong>de</strong><br />
todas, <strong>de</strong>jaba sin explicar la <strong>de</strong>solación fantasmal <strong>de</strong> la ciudad.<br />
¿O se estaría librando una feroz batalla bajo sus ojos en aquel mismo momento y él,<br />
por algún hechizo <strong>de</strong> Ningauble o Sheelba, no podía verla, oírla, ni siquiera olería? ¿Tal<br />
vez hasta que hubiera cumplido la misión en el campanario que le había encargado<br />
Ningauble? Esa misión seguía sin gustarle. Imaginaba a los dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong><br />
<strong>de</strong>scansando con sus pardas envolturas <strong>de</strong> momia y sus putrefactas togas negras, sus<br />
ojos negros y brillantes mirando a través <strong>de</strong> vendas impregnadas <strong>de</strong> resina, y sus<br />
mortíferos y negros bastones <strong>de</strong> mando a su lado, esperando otra llamada <strong>de</strong> la ciudad<br />
que les había olvidado, pero que, con todo, les temía, y a la que ellos, a su vez, odiaban<br />
aunque, no obstante, protegían. Despertar con la mano <strong>de</strong>snuda a un montón <strong>de</strong> arañas<br />
en una oquedad entre las rocas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto parecía más juicioso que <strong>de</strong>spertar a tales<br />
<strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s. No obstante, una misión era una misión y tenía que cumplirla.<br />
Bajó corriendo la oscura escalera <strong>de</strong> piedra y se encaminó al este, hacia la calle <strong>de</strong>l<br />
Dinero, que discurría paralela a la calle <strong>de</strong> los Oficios, a una manzana <strong>de</strong> distancia. Tuvo<br />
la sensación <strong>de</strong> que se rozaba con unas figuras invisibles. Al cruzar la serpenteante calle<br />
<strong>de</strong> las Baratijas, tan oscura y <strong>de</strong>sierta como las otras, creyó oír un murmullo y un cántico<br />
proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l norte, tan débiles que <strong>de</strong>bían provenir por lo menos <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> los<br />
Dioses, pero mantuvo la ruta que había <strong>de</strong>cidido <strong>de</strong> antemano, siguiendo la calle <strong>de</strong>l<br />
Dinero hasta la calle <strong>de</strong> las Monjas y luego tres manzanas al norte hasta el maldito<br />
campanario.<br />
La calle <strong>de</strong> las Rameras, que era incluso más serpenteante que la <strong>de</strong> las Baratijas,<br />
también parecía <strong>de</strong>sierta, pero Fafhrd se hallaba apenas a unas manzanas más allá <strong>de</strong><br />
ella cuando oyó ruido <strong>de</strong> botas y el tintineo <strong>de</strong> armaduras a sus espaldas. Ocultándose en<br />
las sombras, observó un doble pelotón <strong>de</strong> guardianes que cruzaba a toda prisa bajo la luz<br />
<strong>de</strong> la luna, hacia el sur <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> las Rameras, en dirección a los cuarteles<br />
meridionales. Los soldados avanzaban en formación cerrada, vigilaban todas las<br />
direcciones y tenían sus armas dispuestas, a pesar <strong>de</strong> la aparente ausencia <strong>de</strong> enemigos.<br />
Esto parecía confirmar la i<strong>de</strong>a que se había hecho Fafhrd <strong>de</strong> que un ejército <strong>de</strong> seres<br />
invisibles asediaba la ciudad. Sintiéndose aún más atemorizado, prosiguió rápidamente su<br />
camino.<br />
Entonces empezó a observar, aquí y allá, la luz que se filtraba por los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una<br />
ventana alta y cerrada, lo cual no hizo más que aumentar su temor <strong>de</strong> una presencia<br />
sobrenatural, y se dijo que cualquier cosa sería mejor que aquel intenso silencio, ahora<br />
sólo quebrado por el débil eco <strong>de</strong> sus propias botas sobre los guijarros iluminados por la<br />
luna, ¡y al final <strong>de</strong> aquel recorrido le esperaban unas momias!<br />
En algún lugar, unas campanadas débiles, apagadas, dieron las doce. Entonces, <strong>de</strong><br />
improviso, al cruzar la estrecha y negra calle <strong>de</strong> la Plata, oyó el rumor <strong>de</strong> innumerables<br />
pisadas, un tamborileo como <strong>de</strong> lluvia, pero las estrellas brillaban en el cielo, su<br />
resplandor un tanto diluido en el <strong>de</strong> la luna, y no goteaba. Echó a correr.<br />
A bordo <strong>de</strong> la Calamar, la gatita, como si hubiera recibido una llamada que no podía<br />
<strong>de</strong>soír a pesar <strong>de</strong> todos sus temores, saltó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los imbornales <strong>de</strong> la nave al muelle y<br />
echó a correr en la oscuridad, su pelo negro erizado y los ojos ver<strong>de</strong> esmeralda brillantes<br />
<strong>de</strong> temor y disposición a enfrentarse al peligro.<br />
Glipkerio y Samanda estaban sentados en la Sala <strong>de</strong> los Azotes, entregados a sus<br />
recuerdos y trasegando vino, a fin <strong>de</strong> lograr el estado <strong>de</strong> ánimo a<strong>de</strong>cuado para azotar a<br />
Reetha. La oronda señora <strong>de</strong>l palacio había tomado oscuro vino <strong>de</strong> Tovilyis hasta que su<br />
vestido <strong>de</strong> lana negra quedó empapado <strong>de</strong> sudor y en cada pelo <strong>de</strong> su difuminado bigote<br />
negro había gotas saladas, mientras que su Señor Supremo sorbía vino violeta <strong>de</strong> Kiraay,<br />
que ella trajo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spensa cuando ningún mayordomo o paje respondió a la llamada<br />
con la campanilla <strong>de</strong> plata y ni siquiera la <strong>de</strong> bronce utilizada para convocar a los<br />
servidores.