04.07.2013 Views

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—No tengas la menor duda, oh, emperatriz <strong>de</strong> las <strong>de</strong>licias infinitas —respondió<br />

ardientemente el Ratonero, enloquecido por el <strong>de</strong>seo y casi convencido por completo <strong>de</strong><br />

la sinceridad <strong>de</strong> sus sentimientos.<br />

—Entonces creo que lo más apropiado será que te libre <strong>de</strong> esto —le dijo Hisvet,<br />

aplicándole ambas manos a la sien—, pues sería un insulto hacia mí misma y mi suprema<br />

belleza <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> un hechizo cuando ahora puedo fiarme por entero <strong>de</strong> ti.<br />

Sin producirle más qué un ligerísimo dolor, oprimió diestramente con las uñas el dardo<br />

<strong>de</strong> plata, extrayéndolo <strong>de</strong> la piel <strong>de</strong>l Ratonero, como cualquier mujer podría extraer un<br />

barrillo o una espinilla <strong>de</strong>l cutis <strong>de</strong> su amante, y le mostró el dardo reluciente en la palma<br />

extendida. Él, por su parte, no percibió la menor variación en sus sentimientos. Aún la<br />

adoraba como a una divinidad, y el hecho <strong>de</strong> que hasta entonces no hubiera confiado ni<br />

un solo instante en ninguna divinidad parecía carecer <strong>de</strong> importancia, por lo menos en<br />

aquel momento.<br />

Hisvet puso una mano fría en el costado <strong>de</strong>l Ratonero, pero sus ojos rojizos ya no<br />

estaban lánguidamente nebulosos, sino que centelleaban. Pero cuando él quiso tocarla <strong>de</strong><br />

la misma manera, la muchacha se lo impidió, diciéndole con apresuramiento:<br />

—No, no, no, ¡todavía no! Primero hemos <strong>de</strong> trazar un plan, amor mío..., pue<strong>de</strong>s hacer<br />

por mí cosas que no están al alcance <strong>de</strong> Frix. Para empezar, tienes que matar a mi padre,<br />

quien se entromete en mi vida <strong>de</strong> un modo insoportable, para que pueda ser la emperatriz<br />

<strong>de</strong> todos y tú mi consorte y favorito. Nuestros po<strong>de</strong>res serán ilimitados. ¡Esta noche<br />

<strong>Lankhmar</strong>! ¡Mañana todo Nehwon! Luego... ¡la conquista <strong>de</strong> otros universos más allá <strong>de</strong><br />

las aguas <strong>de</strong>l espacio! ¡La subyugación <strong>de</strong> los ángeles y los <strong>de</strong>monios, <strong>de</strong>l mismo cielo y<br />

el infierno! Al principio quizá sea conveniente que adoptes el papel <strong>de</strong> mi padre, como<br />

hiciste con Grig..., y soy testigo <strong>de</strong> que lo has hecho <strong>de</strong> un modo admirable, corazón mío.<br />

Te pareces a mí en tu habilidad para engañar, cariño. Así pues... —Algo, tal vez la<br />

expresión <strong>de</strong>l Ratonero, le hizo interrumpirse —. Me obe<strong>de</strong>cerás en todo, ¿no es cierto?<br />

—dijo bruscamente, más como una afirmación que como una pregunta.<br />

—Bueno... —empezó a <strong>de</strong>cir el Ratonero.<br />

La cortina plateada se levantó hasta el techo y Frix, calzada con unas zapatillas<br />

sedosas, irrumpió apresurada y silenciosamente en la estancia, su túnica y capucha<br />

amarillas on<strong>de</strong>ando tras ella.<br />

—¡Poneos las máscaras! —exclamó—. ¡Precaveos! —Les echó por encima una colcha<br />

violeta, ocultando a Hisvet, al Ratonero <strong>de</strong>snudo y la ban<strong>de</strong>ja entre ambos—. ¡Tu padre<br />

viene hacia aquí con servidores armados, mi ama!<br />

Se arrodilló a la cabecera <strong>de</strong> la cama, junto a Hisvet, y agachó la cabeza cubierta con<br />

la máscara amarilla, adoptando una postura servil.<br />

Apenas las máscaras blanca y violeta habían vuelto a ocupar sus lugares y las cortinas<br />

plateadas llegaban <strong>de</strong> nuevo al suelo, cuando apartaron rudamente estas últimas y<br />

aparecieron Hisvin y Skwee, ambos sin máscara, seguidos <strong>de</strong> tres ratas armadas con<br />

picas. A pesar <strong>de</strong> las enormes sabandijas enjauladas, al Ratonero le costó disipar la<br />

ilusión <strong>de</strong> que todas las ratas medían metro y medio o más <strong>de</strong> altura.<br />

El rostro <strong>de</strong> Hisvin se ensombreció mientras contemplaba la escena.<br />

—¡Qué monstruosidad! —le gritó a Hisvet—. ¡Yaciendo con mi propio colega!<br />

—No dramatices, padre —replicó Hisvet, y le susurró al Ratonero—: Mátale ahora. Te<br />

libraré <strong>de</strong> Skwee y los <strong>de</strong>más.<br />

Bajo la colcha, el Ratonero tanteó el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la cama en busca <strong>de</strong> Escalpelo, mientras<br />

presentaba a Hisvet una máscara blanca tachonada <strong>de</strong> diamantes.<br />

—Cálmate, conzejero —dijo en tono sosegado—. Zi tu divina hija me ha elegido por<br />

encima <strong>de</strong> todoz loz <strong>de</strong>máz hombrez y rataz, ¿tengo la culpa, Hizvin? ¿Acazo la tiene<br />

ella? El amor no conoce reglaz.<br />

—Haré que esto le cueste la cabeza, Grig —le gritó Hisvin, acercándose a la cama.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!