04.07.2013 Views

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

advertido a tiempo y se perdió con sus gatos en los barrios bajos, don<strong>de</strong> tanto uno como<br />

los otros tenían muchos amigos, humanos y felinos.<br />

A medida que avanzaba lentamente la noche <strong>de</strong> terror, las calles se iban quedando<br />

<strong>de</strong>siertas, silenciosas y oscuras, puesto que todos los sótanos y muchas plantas bajas<br />

habían sido abandonados, cerrados, atrancados y ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> barricadas. Sólo la calle<br />

<strong>de</strong> los Dioses seguía atestada <strong>de</strong> gente, pues las ratas aún no la habían atacado y las<br />

gentes encontraban allí cierto consuelo contra sus temores. En todos los <strong>de</strong>más lugares<br />

no se oía más ruido que las pisadas rápidas <strong>de</strong> los pelotones <strong>de</strong> guardias y <strong>de</strong> soldados<br />

nerviosos, los chillidos y el tamborileo <strong>de</strong> las patitas, que iban haciéndose cada vez más<br />

audaces y numerosos.<br />

Reetha yacía ante la gran chimenea <strong>de</strong> la cocina, procurando ignorar a Samanda, que<br />

estaba sentada en su enorme sillón <strong>de</strong> señora <strong>de</strong>l palacio e inspeccionaba sus látigos,<br />

varillas, paletas y otros instrumentos <strong>de</strong> corrección, y en ocasiones hacía restallar <strong>de</strong><br />

súbito uno <strong>de</strong> sus temibles látigos en el aire. Una ca<strong>de</strong>na muy larga y fina, sujeta al collar<br />

que Reetha llevaba al cuello, la ataba a una anilla <strong>de</strong> hierro fijada en el suelo enlosado,<br />

más o menos en el centro <strong>de</strong> la cocina. De vez en cuando, Samanda la miraba<br />

pensativamente, y cada vez que la campana daba la media hora, or<strong>de</strong>naba a la<br />

muchacha que se pusiera en posición <strong>de</strong> firmes e hiciera alguna tarea trivial, como llenar<br />

la gran copa <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> Samanda. No obstante, aún no le había azotado ni, por lo que<br />

Reetha sabía, había enviado un mensaje a Glipkerio, informándole <strong>de</strong> la hora en que la<br />

sirvienta recibiría el correctivo.<br />

Reetha se daba cuenta <strong>de</strong> que la mujerona la estaba sometiendo expresamente al<br />

tormento <strong>de</strong>l castigo diferido y trataba <strong>de</strong> obnubilar su mente con el sueño y las fantasías.<br />

Pero en las pocas ocasiones en que logró conciliar el sueño tuvo pesadillas que hicieron<br />

más violento su <strong>de</strong>spertar cada media hora, mientras que las fantasías <strong>de</strong> dominar<br />

cruelmente a Samanda eran <strong>de</strong>masiado patéticas en su situación actual. Procuró<br />

entretenerse con pensamientos amorosos, pero el material <strong>de</strong>l que disponía era muy<br />

escaso. Entre otros retazos, estaba el menudo espadachín vestido <strong>de</strong> gris, que le<br />

preguntó su nombre el día que la azotaron por haber <strong>de</strong>jado caer la ban<strong>de</strong>ja al suelo,<br />

asustada por las ratas. Por lo menos aquel hombre se mostró cortés con ella y pareció<br />

consi<strong>de</strong>rarla como algo más que una ban<strong>de</strong>ja ambulante, pero seguramente ni siquiera se<br />

acordaría <strong>de</strong> ella.<br />

De improviso, se le ocurrió que si lograba engatusar a Samanda para que se<br />

aproximara más a ella, un movimiento rápido le permitiría estrangularla con la ca<strong>de</strong>na...,<br />

pero esta i<strong>de</strong>a sólo le hizo temblar. Al final se consoló haciendo recuento <strong>de</strong> sus ventajas,<br />

como la <strong>de</strong> carecer <strong>de</strong> cabello que pudieran arrancarle o pren<strong>de</strong>rle fuego.<br />

Una hora <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la medianoche, el Ratonero se <strong>de</strong>spertó sintiéndose en forma y<br />

preparado para la acción. La herida vendada no le molestaba, aunque aún tenía un poco<br />

rígido el antebrazo izquierdo; pero puesto que no podía entrar en contacto con Glipkerio<br />

antes <strong>de</strong>l alba, y al no tener intención <strong>de</strong> poner en práctica la magia contra las ratas que le<br />

había proporcionado Sheelba, excepto en presencia <strong>de</strong>l asombrado Señor Supremo,<br />

<strong>de</strong>cidió dormirse <strong>de</strong> nuevo con la ayuda <strong>de</strong>l vino restante.<br />

Moviéndose con sigilo para no molestar a Nattick Dedoságiles, a quien oía roncar en un<br />

camastro cerca <strong>de</strong> él, apuró rápidamente la jarra mediada <strong>de</strong> vino y empezó a tomar la<br />

llena con más lentitud. Sin embargo, el sopor, y mucho menos el sueño, se negaban<br />

perversamente a visitarle. Por el contrario, cuanto más bebía, más <strong>de</strong>spierto estaba, hasta<br />

que al final, encogiéndose <strong>de</strong> hombros y sonriendo, tomó a Escalpelo y a Garra <strong>de</strong> Gato<br />

sin hacer el menor ruido y bajó silenciosamente la escalera.<br />

A la débil luz <strong>de</strong> un candil con pantalla <strong>de</strong> cuerno vio sus ropas y objetos personales<br />

dispuestos or<strong>de</strong>nadamente sobre la limpia mesa <strong>de</strong> trabajo <strong>de</strong> Nattick. Sus botas y otros

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!