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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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—Deberías haber visto la mía —se jactó el Ratonero—. No me refiero a Reetha, sino a<br />

la rara, la que tenía.<br />

—Procura que Kreeshkra no oiga esa palabra —le advirtió Fafhrd en voz baja.<br />

—Bueno, en cualquier caso —siguió diciendo el Ratonero en tono <strong>de</strong> conspiración—<br />

sólo tengo que tomar el contenido <strong>de</strong> este frasco negro y...<br />

—Yo me ocuparé <strong>de</strong> eso —dijo Reetha bruscamente a su espalda, al tiempo que le<br />

arrebataba el frasco.<br />

Se quedó un momento mirándolo y luego lo arrojó expertamente al Mar Interior a través<br />

<strong>de</strong> una ventana.<br />

La mirada furibunda <strong>de</strong>l Ratonero no tardó en ce<strong>de</strong>r el paso a una sonrisa<br />

congraciadora.<br />

Agitando su túnica negra para refrescarse, Kreeshkra se acercó a Fafhrd por <strong>de</strong>trás.<br />

Entretanto, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l diván dorado se espesaba la muchedumbre <strong>de</strong> cortesanos,<br />

nobles, consejeros y funcionarios. Nuevos títulos se otorgaban por docenas a los primeros<br />

que llegaban. Se promulgaban sentencias <strong>de</strong> <strong>de</strong>stierro perpetuo contra Hisvin y todos los<br />

<strong>de</strong>más ausentes, tanto si eran culpables como si no. Llegaban informes alentadores <strong>de</strong> la<br />

ciudad: los incendios se sofocaban con éxito y las ratas habían <strong>de</strong>saparecido por<br />

completo <strong>de</strong> las calles. Se trazaban planes para la completa extirpación <strong>de</strong> toda la<br />

metrópoli <strong>de</strong> roedores, el <strong>Lankhmar</strong> Subterráneo, planes sutiles y complejos que al<br />

Ratonero no le parecían totalmente prácticos. Empezaba a estar claro que, bajo el mando<br />

<strong>de</strong>l bonachón Radomix Kistomerces, <strong>Lankhmar</strong> estaría dirigida más que nunca por la<br />

fantasía absurda y la codicia <strong>de</strong>svergonzada. En momentos así, era fácil compren<strong>de</strong>r por<br />

qué los dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> estaban tan exasperados con su ciudad.<br />

El Ratonero y Fafhrd recibieron diversos y cálidos agra<strong>de</strong>cimientos, aunque la mayoría<br />

<strong>de</strong> los recién llegados no parecían tener claro el papel que habían jugado los dos héroes<br />

en la <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> las ratas, a pesar <strong>de</strong> que Elakeria contaba una vez tras otra la batalla final<br />

y la <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong> Glipkerio bajo las aguas. Era evi<strong>de</strong>nte que pronto se confabularían<br />

contra el Ratonero y Fafhrd, convencerían al simplón <strong>de</strong> Kistomerces y sus brillantes<br />

papeles heroicos se irían oscureciendo imperceptiblemente hasta convertirse en negras<br />

villanías.<br />

Al mismo tiempo, resultó evi<strong>de</strong>nte que a la nueva corte le molestaba la presencia <strong>de</strong> los<br />

cuatro temibles caballos <strong>de</strong> combate, tres pertenecientes a los Espectros y uno mingol, y<br />

que asimismo la presencia <strong>de</strong> un esqueleto animado les turbaba cada vez más, pues<br />

Kreeshkra seguía sin ocultarse completamente bajo la túnica y la capucha. Fafhrd y el<br />

Ratonero intercambiaron una mirada, luego miraron a Kreeshkra y Reetha y comprobaron<br />

que los cuatro estaban <strong>de</strong> acuerdo. El norteño montó la yegua mingola, el Ratonero y<br />

Reetha las dos monturas <strong>de</strong> los Espectros que habían quedado sin jinete, y los cuatro<br />

salieron <strong>de</strong>l Palacio <strong>de</strong>l Arco Iris tan silenciosamente como es posible cuando unos<br />

cascos golpean un suelo <strong>de</strong> losetas.<br />

Des<strong>de</strong> entonces empezó a formarse en <strong>Lankhmar</strong> una nueva leyenda <strong>de</strong>l Ratonero<br />

Gris y Fafhrd: un hombrecillo pequeño como una rata y un gigante alto como un<br />

campanario habían salvado a <strong>Lankhmar</strong> <strong>de</strong> las ratas, pero al precio <strong>de</strong> ser invocados y<br />

escoltados al Más Allá por la Muerte en persona. Los lankhmarianos consi<strong>de</strong>raban a la<br />

Muerte como un ser masculino, y recordaban el esqueleto <strong>de</strong> Kreeshkra como el <strong>de</strong> un<br />

hombre, cosa que sin duda habría exasperado enormemente a la muchacha.<br />

Sin embargo, cuando a la mañana siguiente los cuatro cabalgaban bajo las pálidas<br />

estrellas, hacia el este, a lo largo <strong>de</strong>l serpenteante camino que cruzaba la Gran Marisma<br />

Salada, todos estaban alegres, cada uno a su manera. Se habían procurado tres asnos,<br />

que cargaron con el cofre <strong>de</strong> joyas que el Ratonero sustrajo <strong>de</strong>l dormitorio <strong>de</strong> Glipkerio y<br />

con alimentos y bebidas para un largo viaje, aunque aún no habían convenido adon<strong>de</strong> les<br />

llevaría aquel viaje. Fafhrd quería ir a su querido Yermo Frío, haciendo una larga parada<br />

durante el camino, en la ciudad <strong>de</strong> los Espectros. El Ratonero, por su parte, se

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