Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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En el extremo septentrional <strong>de</strong>l continente, en la orilla oriental <strong>de</strong>l Hlal, señora <strong>de</strong> los<br />
campos <strong>de</strong> cereales y su riqueza, estaba la ciudad <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>, la más antigua <strong>de</strong>l<br />
mundo. <strong>Lankhmar</strong>, protegida por gruesas murallas contra bárbaros y bestias, con sus<br />
suelos cubiertos <strong>de</strong> gruesas losas contra toda clase <strong>de</strong> seres rastreros y roedores.<br />
En el sur <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> estaba la Puerta <strong>de</strong>l Grano, <strong>de</strong> seis metros <strong>de</strong><br />
grosor por nueve <strong>de</strong> anchura, formando una especie <strong>de</strong> túnel en el que se oía con<br />
frecuencia el eco <strong>de</strong> las carretas tiradas por bueyes que llevaban a <strong>Lankhmar</strong> el tesoro<br />
leonado, seco, comestible. También estaba allí la Gran Puerta, aún más gran<strong>de</strong> e<br />
imponente, y la Puerta Terminal, <strong>de</strong> menor tamaño. Estaban también los Cuarteles <strong>de</strong>l<br />
Sur, que alojaban a los soldados uniformados <strong>de</strong> negro, el barrio <strong>de</strong> los Ricoshombres, el<br />
parque <strong>de</strong>l Placer y la plaza <strong>de</strong> las Delicias Oscuras. Seguían la calle <strong>de</strong> las Hetairas y las<br />
calles <strong>de</strong>dicadas a los <strong>de</strong>más oficios. Más allá, cruzando la ciudad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong> la<br />
Marisma hasta los muelles, se extendía la calle <strong>de</strong> los Dioses, con sus muchos santuarios<br />
altos y ostentosos, <strong>de</strong>dicados a los dioses en <strong>Lankhmar</strong> y su único templo achaparrado y<br />
negro, el <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>, más parecido a una tumba antigua que a un templo,<br />
excepto por su alto campanario, eternamente silencioso. Seguían entonces los barrios<br />
pobres, las casas sin ventanas, hechas con gruesos troncos <strong>de</strong> árbol, y finalmente, <strong>de</strong><br />
cara al Mar Interior por el norte y al río Hlal por el oeste, se encontraban los Cuarteles <strong>de</strong>l<br />
Norte y, sobre una colina <strong>de</strong> sólida roca esculpida por el mar, la Ciuda<strong>de</strong>la y el Palacio <strong>de</strong>l<br />
Arco Iris <strong>de</strong>l Señor Supremo Glipkerio Kistomerces.<br />
Una sirvienta adolescente, que con la ayuda <strong>de</strong> una dia<strong>de</strong>ma <strong>de</strong> plata llevaba en<br />
equilibrio sobre su cabeza rapada una gran ban<strong>de</strong>ja con dulces y copas <strong>de</strong> plata, avanzó<br />
como una funámbula por la antecámara <strong>de</strong> losetas ver<strong>de</strong>s que daba acceso a la Cámara<br />
Azul <strong>de</strong> Audiencias <strong>de</strong>l palacio. Llevaba collares <strong>de</strong> cuero negro alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuello, las<br />
muñecas y la <strong>de</strong>lgada cintura. Unas ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> plata, algo más cortas que sus<br />
antebrazos, unían los collares <strong>de</strong> las muñecas con el <strong>de</strong> la cintura. Esto obe<strong>de</strong>cía a un<br />
capricho <strong>de</strong> Glipkerio: los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> las sirvientas no <strong>de</strong>bían tocar la comida, ni siquiera la<br />
ban<strong>de</strong>ja, y el equilibrio <strong>de</strong> aquellas muchachas <strong>de</strong>bía ser perfecto. Aparte <strong>de</strong> los collares,<br />
iba <strong>de</strong>snuda y, a excepción <strong>de</strong> las pestañas, muy cortas, estaba totalmente <strong>de</strong>pilada. Ése<br />
era otro <strong>de</strong> los extraños caprichos <strong>de</strong>l monarca, pues no podía tolerar que un solo pelo<br />
cayera en su sopa. La muchacha parecía una muñeca antes <strong>de</strong> que la vistieran, le<br />
pusieran una peluca y le pintaran las cejas.<br />
<strong>Las</strong> losetas <strong>de</strong> color azul marino que cubrían las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la cámara eran<br />
hexagonales y <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> una mano gran<strong>de</strong>. La mayoría eran lisas, pero aquí y allá<br />
había algunas con figuras <strong>de</strong> criaturas marinas: un molusco, un bacalao, un pulpo, un<br />
caballito <strong>de</strong> mar...<br />
La sirvienta estaba casi a medio camino <strong>de</strong> la arcada estrecha y cubierta con una<br />
cortina que daba a la cámara, cuando su mirada se fijó en una loseta <strong>de</strong>l suelo, a un paso<br />
largo <strong>de</strong> la arcada pero un poco a la izquierda. Estaba <strong>de</strong>corada con un león marino. Se<br />
había levantado un poco, la anchura <strong>de</strong> un <strong>de</strong>do pulgar, como una pequeña trampilla, y<br />
unos ojos <strong>de</strong> un brillante negro azabache, separados por la longitud <strong>de</strong> una falange <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>do, observaban a la muchacha.<br />
Ésta se estremeció <strong>de</strong> la cabeza a los pies, pero sus labios apretados no emitieron<br />
ningún sonido. <strong>Las</strong> copas tintinearon ligeramente, la ban<strong>de</strong>ja empezó a <strong>de</strong>slizarse, pero la<br />
sirvienta volvió a colocarla en el centro <strong>de</strong> su cabeza con un rápido movimiento lateral y<br />
prosiguió su camino con largos y temerosos pasos, ro<strong>de</strong>ando la horrible loseta lo más<br />
lejos que pudo a la <strong>de</strong>recha, <strong>de</strong> modo que el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la ban<strong>de</strong>ja pasó apenas a un <strong>de</strong>do<br />
<strong>de</strong> distancia <strong>de</strong> la pared.<br />
Por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la ban<strong>de</strong>ja, como si fuera el tejado <strong>de</strong> un porche, una loseta<br />
ver<strong>de</strong> y lisa <strong>de</strong> la pared se abrió como una puerta, y la negra cara <strong>de</strong> una rata se asomó,<br />
enseñando unos dientes como azadas.