Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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viejo y apasionado general. Cinco <strong>de</strong> ellos le alcanzaron, uno en el gaznate, y<br />
gargarizando horriblemente cayó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la tribuna.<br />
Entonces las ballestas se volvieron contra el público sorprendido pero todavía letárgico,<br />
algunos <strong>de</strong> cuyos miembros habían aplaudido la muerte <strong>de</strong> Olegnya como si se tratara <strong>de</strong><br />
un número <strong>de</strong> carnaval. Des<strong>de</strong> otros orificios altos arrojaron fósforo blanco y haces <strong>de</strong><br />
trapos empapados en aceite que envolvían un núcleo <strong>de</strong> resina, mientras que <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
varios orificios bajos y por medio <strong>de</strong> fuelles enviaban vapores dañinos recogidos en las<br />
alcantarillas.<br />
Grupos <strong>de</strong> soldados y guardianes corrieron las puertas y <strong>de</strong>scubrieron que las habían<br />
cerrado por fuera; era uno <strong>de</strong> los logros más sorpren<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los grupos para misiones<br />
especiales, gracias a que <strong>Lankhmar</strong> había dispuesto las cosas <strong>de</strong> tal manera que pudiera,<br />
<strong>de</strong> ser necesario, exterminar a sus propios soldados en caso <strong>de</strong> motín. Usando armas<br />
pasadas <strong>de</strong> contrabando más las <strong>de</strong> los oficiales, contraatacaron a los roedores, pero los<br />
orificios <strong>de</strong> éstos eran blancos difíciles y la mayoría <strong>de</strong> los guerreros se arremolinaban tan<br />
inútilmente como los fieles que pululaban por la calle <strong>de</strong> los Dioses, tosiendo y gritando,<br />
más turbados <strong>de</strong> momento por los hediondos vapores y el humo asfixiante <strong>de</strong> los<br />
pequeños fuegos encendidos aquí y allá que por el peligro <strong>de</strong> un incendio generalizado.<br />
Entretanto, la gatita negra estaba agazapada sobre un tonel, en la zona <strong>de</strong> los<br />
graneros, mientras un grupo <strong>de</strong> ratas armadas <strong>de</strong>sfilaba por <strong>de</strong>bajo. El pequeño felino<br />
temblaba <strong>de</strong> miedo, pero, aun así, se sentía atraído cada vez más hacia la ciudad por un<br />
impulso misterioso que no comprendía, pero al que no podía hacer caso omiso.<br />
En lo alto <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hisvin había una pequeña habitación, cuya puerta y postigos<br />
<strong>de</strong> las ventanas estaban cerrados con barrotes por <strong>de</strong>ntro, <strong>de</strong> manera que si un testigo<br />
hubiera podido estar allí se habría preguntado perplejo cómo habían podido cerrar así la<br />
estancia y luego abandonarla.<br />
Una sola vela gruesa, con una llama azulada que había enrarecido un tanto el<br />
ambiente, no revelaba ningún mueble en la habitación y tan sólo mostraba seis<br />
palanganas anchas y poco profundas llenas <strong>de</strong> un espeso líquido rosado, al que <strong>de</strong> vez<br />
en cuando recorría una trepidación. Cada uno <strong>de</strong> aquellos charcos rosados tenía un bor<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> polvo negro que no se mezclaba con el líquido. A lo largo <strong>de</strong> una pared había estantes<br />
con frascos pequeños, los blancos cerca <strong>de</strong>l suelo, los negros más altos.<br />
Una puertecilla se abrió en el nivel <strong>de</strong>l suelo, y por ella salieron en silencio Hisvin,<br />
Hisvet y Frix. Cada uno <strong>de</strong> ellos cogió un frasco blanco, se dirigió a un charco rosado y,<br />
sin vacilar, se sumergieron en él. La trepidación <strong>de</strong>l líquido y el polvo se hizo más lenta,<br />
pero ellos siguieron avanzando. El líquido se <strong>de</strong>splazaba en ondas perezosas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus<br />
rodillas. Pronto cada uno estuvo sumergido hasta los muslos en el centro <strong>de</strong> un charco.<br />
En aquel momento bebieron el contenido <strong>de</strong> los frascos.<br />
Durante largo rato no se produjo cambio alguno, y las ondas se entrecruzaban y<br />
extinguían a la débil luz <strong>de</strong> la vela.<br />
Entonces, cada figura empezó a crecer, al tiempo que el líquido <strong>de</strong> los recipientes<br />
disminuía <strong>de</strong> un modo visible. Al cabo <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong> latidos cardíacos, tanto el líquido<br />
como el polvo habían <strong>de</strong>saparecido, mientras que Hisvin, Hisvet y Frix habían recuperado<br />
su estatura humana y estaban secos y vestidos <strong>de</strong> negro.<br />
Hisvin retiró los barrotes <strong>de</strong> una ventana que daba a la calle <strong>de</strong> los Dioses, abrió <strong>de</strong> par<br />
en par los postigos, aspiró hondo, se asomó al exterior breve y cautamente y se volvió<br />
hacia las muchachas.<br />
—Ha empezado —dijo sombríamente—. Vayamos <strong>de</strong> inmediato a la Cámara Azul <strong>de</strong><br />
Audiencias. El tiempo apremia. Alentaré a nuestros mingoles para que se reúnan y nos<br />
sigan. —Se <strong>de</strong>slizó junto a ellas hacia la puerta—. ¡Vamos!