Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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Fafhrd se dirigió a ellos, pero en aquel momento un grupo <strong>de</strong> ratas corrió hacia él y<br />
tuvo que <strong>de</strong>senvainar a Vara Gris. Utilizando la gran espada como una guadaña, con tres<br />
golpes limpió un espacio a su alre<strong>de</strong>dor y avanzó <strong>de</strong> nuevo hacia los espectros.<br />
<strong>Las</strong> puertas <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Hisvin se abrieron con brusquedad y por ellas salió corriendo<br />
una multitud <strong>de</strong> esclavos mingoles con el terror reflejado en sus rostros, pero más<br />
asombroso era el hecho <strong>de</strong> que casi habían rebasado el límite <strong>de</strong> la extenuación. Sus<br />
uniformes negros, en otro tiempo bien ajustados, les venían <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>s, sus<br />
manos eran esqueléticas, sus rostros calaveras cubiertas <strong>de</strong> piel amarilla.<br />
Tres grupos <strong>de</strong> esqueletos: pardos, marfileños y amarillos... Aquel prodigio <strong>de</strong> la gama<br />
ósea maravilló a Fafhrd.<br />
Detrás <strong>de</strong> los mingoles y persiguiéndolos, no tanto para matarlos como para apartarlos<br />
<strong>de</strong>l camino, salió un grupo <strong>de</strong> hombres enmascarados, encogidos pero robustos, algunos<br />
con armadura y todos blandiendo armas, espadas y ballestas. Había algo horriblemente<br />
familiar en su manera <strong>de</strong> correr, cojeando un poco. Entonces aparecieron varios con picas<br />
y yelmos, pero sin máscaras. Los rostros, o más bien hocicos, eran <strong>de</strong> roedor. Todos los<br />
recién llegados, enmascarados o sin cubrir su rostro peludo, se dirigieron hacia los tres<br />
jinetes espectrales.<br />
Fafhrd saltó hacia <strong>de</strong>lante. Blandiendo a Vara Gris por encima <strong>de</strong> su cabeza, sin<br />
pensar en la nueva oleada <strong>de</strong> ratas ordinarias que iba hacia él..., se <strong>de</strong>tuvo abruptamente.<br />
En aquel instante sintió que unas garras se clavaban en su pierna. Alzó la mano<br />
izquierda para sacudirse <strong>de</strong> encima lo que ahora le atacaba..., y vio que trepaba por su<br />
muslo la gatita negra <strong>de</strong> la Calamar.<br />
Pensó que aquella cabeza <strong>de</strong> chorlito no <strong>de</strong>bía participar en el terrible combate. Abrió<br />
su bolsa vacía para meter en ella al animalillo y vio en su fondo el brillo apagado <strong>de</strong>l<br />
silbato <strong>de</strong> hojalata. Entonces se dio cuenta <strong>de</strong> que tenía un clavo ardiente al que<br />
aferrarse.<br />
Lo sacó <strong>de</strong> la bolsa, se lo llevó a los labios y sopló. Cuando uno golpea ociosamente un<br />
tambor <strong>de</strong> juguete, no espera que se produzca un ruido atronador. Fafhrd dio un grito<br />
sofocado y casi se tragó el silbato. Hizo a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> arrojarlo lejos <strong>de</strong> sí, pero volvió a<br />
llevárselo a los labios, se tapó lo oídos con las manos, por alguna razón cerró los ojos con<br />
fuerza y sopló una vez más.<br />
De nuevo el estrépito horrendo ascendió hacia la luna y <strong>de</strong>scendió sobre las sombrías<br />
calles <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>.<br />
Imaginemos el grito <strong>de</strong> un leopardo, el rugir <strong>de</strong> un tigre y un león mezclados y<br />
tendremos una ligera i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l sonido que producía el silbato <strong>de</strong> hojalata.<br />
En todas partes las hordas <strong>de</strong> ratas pequeñas se inmovilizaron, los mingoles<br />
esqueléticos cesaron en su huida tambaleante, las gran<strong>de</strong>s ratas armadas, enmascaradas<br />
o provistas <strong>de</strong> yelmo interrumpieron su ataque contra los Espectros. Incluso éstos y sus<br />
caballos permanecían inmóviles. Los pelos <strong>de</strong> la gatita negra, que seguía aferrada al<br />
muslo <strong>de</strong> Fafhrd, se erizaron, y sus ojos ver<strong>de</strong>s se hicieron enormes.<br />
Entonces el terrible sonido se extinguió, una campana distante señalaba la medianoche<br />
y todos los combatientes entraron <strong>de</strong> nuevo en acción.<br />
Pero unas formas negras se estaban plasmando a la luz <strong>de</strong> la luna alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> Fafhrd.<br />
Formas que al principio no eran más que sombras con una pátina brillante; luego se<br />
oscurecieron, como un cuerno negro translúcido y pulimentado, y a continuación se<br />
hicieron macizas y aterciopeladas, sus patas <strong>de</strong>scansando sobre las losas que<br />
abrillantaba la luna. Sus formas eran esbeltas, con largas patas, como el leopardo, pero<br />
<strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> tigres o leones. En cuanto a altura, casi llegaban a los brazuelos <strong>de</strong> los<br />
caballos. Sus cabezas algo pequeñas, con las orejas puntiagudas, se movían lentamente,<br />
al igual que sus largas colas. Sus colmillos eran como agujas <strong>de</strong> hielo tenuemente ver<strong>de</strong>.<br />
Sus ojos, que eran como esmeraldas heladas, miraban fijamente a Fafhrd: veintiséis ojos,<br />
pues eran en total trece bestias.