Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
En aquel instante el Ratonero oyó que uno <strong>de</strong> los ventanucos a sus espaldas se abría y<br />
un oficial <strong>de</strong>cía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí:<br />
—Aquí no hay nada, capitán. ¿Dón<strong>de</strong> están?<br />
—Pregúntaselo a alguien más listo que yo —replicó Slinoor con aspereza—. Des<strong>de</strong><br />
luego, no están aquí.<br />
—Si hablaran esos dos... —dijo el oficial <strong>de</strong> navegación, señalando al Ratonero y<br />
Fafhrd.<br />
—No —replicó Slinoor, malhumorado—. Mentirían. Cubre la trampilla <strong>de</strong> la bo<strong>de</strong>ga a<br />
babor. Hablaré con el maestre.<br />
Se oyeron unos pasos apresurados en la cubierta central, y el maestre, con el rostro<br />
ensangrentado, entró por la puerta rota, medio arrastrando, medio sujetando a un<br />
marinero que parecía tener clavado un palito en la mejilla ensangrentada.<br />
—¿Por qué habéis abandonado la bo<strong>de</strong>ga? —preguntó Slinoor al primero—. Deberíais<br />
estar abajo con vuestro grupo.<br />
—<strong>Las</strong> ratas nos tendieron una emboscada cuando nos dirigíamos a la bo<strong>de</strong>ga <strong>de</strong> popa<br />
—dijo el maestre con voz entrecortada—. Docenas <strong>de</strong> ratas negras dirigidas por una<br />
blanca, algunas armadas como hombres. Una <strong>de</strong> ellas, colgada <strong>de</strong> una viga, estuvo a<br />
punto <strong>de</strong> hundirme un ojo con su pequeña espada. Otras dos, con la boca espumeante,<br />
saltaron sobre nuestro farol y lo apagaron. Habría sido una locura seguir avanzando en la<br />
oscuridad. Apenas hay un hombre <strong>de</strong> mi grupo que no haya recibido una mor<strong>de</strong>dura, un<br />
corte o un pinchazo. Les he <strong>de</strong>jado custodiando la entrada <strong>de</strong> la bo<strong>de</strong>ga. Dicen que sus<br />
heridas están envenenadas y hablan <strong>de</strong> clavetear la escotilla.<br />
—¡Oh, monstruosa cobardía! —exclamó Slinoor—. Habéis estropeado la trampa que<br />
habría acabado con ellas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio. Ahora todo está por hacer y lleno <strong>de</strong><br />
dificulta<strong>de</strong>s. ¡Gallinas! ¡Miedicas!<br />
—¡Te digo que estaban armadas! —protestó el maestre, e hizo a<strong>de</strong>lantarse al<br />
marinero—. He aquí mi prueba, con una pequeña lanza clavada en la mejilla.<br />
—No me la quitéis, capitán —rogó el marinero cuando Slinoor se acercó a él para<br />
examinarle el rostro—. Estoy seguro <strong>de</strong> que también está envenenada.<br />
—Quédate quieto, muchacho —le or<strong>de</strong>nó Slinoor—, y quítate las manos <strong>de</strong> la cara, que<br />
la tengo bien cogida. La punta está cerca <strong>de</strong> la piel. La sacaré empujándola hacia<br />
a<strong>de</strong>lante, para que las púas no <strong>de</strong>sgarren la carne. Cógele los brazos, maestre. No<br />
muevas la cabeza, muchacho, o te haré más daño. Si está envenenada, hay que sacarla<br />
lo antes posible. ¡Ya está!<br />
El marinero gritó, mientras la sangre corría <strong>de</strong> nuevo por su mejilla.<br />
—Des<strong>de</strong> luego, es una fea aguja —comentó Slinoor, examinando la punta—, pero no<br />
parece envenenada. Maestre, corta con cuidado el mango <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la herida y extrae el<br />
resto empujándolo hacia a<strong>de</strong>lante.<br />
—He aquí nuevas pruebas <strong>de</strong> su malignidad —dijo el oficial <strong>de</strong> navegación, que había<br />
registrado la litera, y ofreció a Slinoor una diminuta ballesta.<br />
El capitán la levantó para mirarla. A la pálida luz <strong>de</strong> las velas emitía <strong>de</strong>stellos azulados,<br />
mientras que los ojos <strong>de</strong> Slinoor, ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> círculos oscuros, eran como ágatas.<br />
—¡Esto sólo pue<strong>de</strong> ser obra <strong>de</strong> un espíritu maligno! —exclamó—. Tal vez esa<br />
emboscada en la bo<strong>de</strong>ga ha sido útil, pues enseñará a cada marinero a odiar y temer a<br />
las ratas <strong>de</strong> nuevo, como correspon<strong>de</strong> a todo buen tripulante <strong>de</strong> una nave transportadora<br />
<strong>de</strong> grano. Y ahora una rápida matanza <strong>de</strong> todas las ratas a bordo <strong>de</strong> la Calamar<br />
compensará la traidora necedad <strong>de</strong> hoy, cuando las aplaudisteis, seducidos por una<br />
muchacha vestida <strong>de</strong> escarlata y sobornados por ese Ratonero, indigno <strong>de</strong> tal nombre.<br />
El Ratonero, que todavía estaba paralizado y veía <strong>de</strong> soslayo a Slinoor que le<br />
señalaba, tuvo que admitir que la referencia <strong>de</strong>l capitán era acertada.<br />
—Ante todo, llevad a estos dos bribones a cubierta —dijo Slinoor—. Atadlos a un mástil<br />
o a una barandilla. No quiero que estropeen mi victoria cuando <strong>de</strong>spierten.