Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
—Ah, <strong>de</strong>liciosa Hisvet..., pues sin duda lo eres, ¿verdad?<br />
—Eso <strong>de</strong>bes juzgarlo por ti mismo —respondió coquetonamente la voz cantarina.<br />
—Entonces te llamaré Hisvet —dijo el audaz Ratonero —, pues reconozco en ti a mi<br />
adorable princesa. Quiero que sepas que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestro encuentro íntimo bajo el frondoso<br />
árbol, tan rudamente interrumpido por la aparición <strong>de</strong> los mingoles, no he podido apartar<br />
<strong>de</strong> ti mi pensamiento, hasta el punto <strong>de</strong> que eres mi única obsesión.<br />
—Eso sería un agradable cumplido —concedió ella, recostándose sensualmente—, si<br />
pudiera creerlo.<br />
—Debes creerlo —afirmó el Ratonero en tono imperioso, dando un paso a<strong>de</strong>lante —.<br />
A<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>bes saber que en esta ocasión no estoy dispuesto a conversar contigo por<br />
encima <strong>de</strong>l hombro <strong>de</strong> Frix, por buena compañera que sea, sino <strong>de</strong>s<strong>de</strong> más cerca. Estoy<br />
<strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> todos los refrescos, sin omitir ninguno.<br />
—¡No pue<strong>de</strong>s creer que soy Hisvet! —exclamó ella, incorporándose sobresaltada, en<br />
un tono que el Ratonero confió que fuera <strong>de</strong> indignación fingida—. ¡De lo contrario jamás<br />
te habrías atrevido a <strong>de</strong>cir semejante blasfemia!<br />
—¡Me atrevo a mucho más! —afirmó el Ratonero con un leve gruñido <strong>de</strong> ansiedad<br />
amorosa, y dio otro rápido paso hacia ella.<br />
<strong>Las</strong> sabandijas en las jaulas que colgaban <strong>de</strong>l techo se agitaron airadas, golpeando los<br />
barrotes <strong>de</strong> plata, haciendo que las jaulas se bambolearan un poco, y los ruidos <strong>de</strong> sus<br />
articulaciones y apéndices y sus siseos se intensificaron. Sin embargo, el Ratonero <strong>de</strong>jó<br />
su cinto con la espada en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la cama y, apoyando una rodilla en el mismo lugar,<br />
se habría arrojado directamente sobre Hisvet si Frix no hubiese llegado en aquel<br />
momento e interpuesto entre ellos, sobre la áspera sábana, una gran ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> plata<br />
que contenía jarritas <strong>de</strong> vino dulce, copas <strong>de</strong> cristal y platos con golosinas azucaradas.<br />
A fin <strong>de</strong> evitar una frustración total, el Ratonero alargó la mano y arrancó el antifaz <strong>de</strong><br />
seda violeta que cubría el rostro <strong>de</strong> la mujer tendida. Una mano cubierta con un guante<br />
violeta le arrebató al instante la máscara, pero no volvió a ponérsela. Ante él estaba, en<br />
efecto, el rostro <strong>de</strong>lgado y triangular <strong>de</strong> Hisvet, con las mejillas arreboladas y los ojos <strong>de</strong><br />
iris rojizos <strong>de</strong>stellantes, pero sus labios sonreían y revelaban los perlinos incisivos<br />
superiores, algo más gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong> lo normal, la cabeza enmarcada por el cabello rubio<br />
plateado, entrelazado como el <strong>de</strong> Frix, pero con un hilo <strong>de</strong> plata aún más fino, en dos<br />
trenzas que le llegaban a la cintura.<br />
—Ni hablar —dijo riendo—. Veo que eres un pícaro presuntuoso y <strong>de</strong>bo protegerme. —<br />
Llevó una mano a un lado <strong>de</strong> la cama y cogió una daga <strong>de</strong> hoja larga y <strong>de</strong>lgada, con la<br />
empuñadura <strong>de</strong> oro. Blandiéndola juguetonamente ante el Ratonero, añadió—: Ahora<br />
solázate con lo que nos ha traído Frix, pero guárdate bien <strong>de</strong> probar otros refrescos,<br />
querido invitado.<br />
El Ratonero obe<strong>de</strong>ció y vertió vino en las copas para los dos. Por el rabillo <strong>de</strong>l ojo vio<br />
que Frix, que se movía silenciosamente, vestida con su túnica <strong>de</strong> seda, había envuelto las<br />
botas y guantes blancos <strong>de</strong> Grig en su túnica y capucha blancas, <strong>de</strong>jándolos sobre un<br />
taburete, cerca <strong>de</strong> la pintura que cubría la pared <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el techo hasta el suelo, <strong>de</strong>l hombre<br />
y la hembra <strong>de</strong> leopardo, y había hecho un hatillo igualmente pulcro con el resto <strong>de</strong> sus<br />
prendas, casi todo su propio atuendo, colocándolo sobre otro taburete al lado <strong>de</strong>l primero.<br />
Pensó que la doncella era muy eficiente y previsora, y estaba muy entregada a su ama,<br />
incluso en exceso, pues en aquellos momentos él <strong>de</strong>seaba que la muchacha se marchara<br />
y le <strong>de</strong>jase a solas con Hisvet.<br />
Pero Frix no parecía dispuesta a irse, ni Hisvet a or<strong>de</strong>narle que lo hiciera, por lo que,<br />
sin más discusión, el Ratonero empezó a cortejar suavemente a la dama, cogiendo los<br />
<strong>de</strong>dos enguantados <strong>de</strong> la mano izquierda <strong>de</strong> Hisvet mientras <strong>de</strong>scendían hacia los dulces,<br />
o tiraba <strong>de</strong> las cintas y los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su túnica violeta, en este último caso recordándole la<br />
discrepancia entre sus respectivos grados <strong>de</strong> vestimenta y sugiriéndole la conveniencia<br />
<strong>de</strong> corregirla mediante la eliminación <strong>de</strong> una o dos prendas. Hisvet, a su vez, le rozaba