Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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pero extenuada montura pace tu áspera hierba ahí afuera. He <strong>de</strong> partir antes <strong>de</strong> media<br />
hora, pues pasado ese tiempo el Reino Hundido volverá a sumergirse. ¿Qué <strong>de</strong>bo hacer<br />
con respecto al Ratonero, <strong>Lankhmar</strong> y el silbato <strong>de</strong> hojalata?<br />
—Pero gentil hijo mío, no sé nada <strong>de</strong> esas cosas —replicó el encapuchado en un tono<br />
<strong>de</strong> sinceridad absoluta—. Lo único que veo con claridad cristalina son los motivos <strong>de</strong><br />
Sheelba. Ja, pensar que él... ¡Espera, Fafhrd, espera un momento! No hagas resonar <strong>de</strong><br />
nuevo las estalactitas. <strong>Las</strong> he encantado para que no se caigan, pero no hay ningún<br />
encantamiento que un individuo gigantesco no pueda romper alguna vez. Te aconsejaré,<br />
no temas, pero primero <strong>de</strong>bo utilizar mi clarivi<strong>de</strong>ncia. Esparcid el polvo dorado,<br />
muchachos..., con mesura ahora, no lo <strong>de</strong>sperdiciéis, pues vale diez veces su peso en<br />
diamantes.<br />
Los dos rapaces metieron las manos en un saco que tenían al lado y echaron a las<br />
llamas ver<strong>de</strong>s sendos puñados <strong>de</strong> un polvo brillante. <strong>Las</strong> llamas se oscurecieron al<br />
instante, aunque alcanzaron una altura consi<strong>de</strong>rable y no soltaron humo. Mientras las<br />
contemplaba en la caverna, ahora casi tan oscura como la noche, Fafhrd creyó distinguir<br />
las sombras transitorias y siempre distorsionadas <strong>de</strong> torres torcidas, feos árboles,<br />
hombres altos y encorvados, bestias rastreras, bellas mujeres <strong>de</strong> cera fundiéndose y<br />
cosas similares, pero nada estaba claro ni sugería la continuidad <strong>de</strong> un relato.<br />
Entonces, <strong>de</strong> la gran capucha surgieron dos óvalos verdosos que avanzaron hacia el<br />
fuego oscurecido, cada uno <strong>de</strong> ellos con una línea negra vertical, como un ojo <strong>de</strong> gato. Se<br />
<strong>de</strong>tuvieron a media vara <strong>de</strong> la capucha y permanecieron inmóviles. Rápidamente se les<br />
unieron otros dos que divergieron al mismo tiempo que iban más lejos. Apareció entonces<br />
un solo óvalo que se arqueó por encima <strong>de</strong>l fuego hasta dar la impresión <strong>de</strong> que corría<br />
gran peligro <strong>de</strong> chamuscarse. Finalmente, salieron dos que flotaron en direcciones<br />
opuestas a una distancia increíble alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l fuego y luego se aproximaron para<br />
observarlo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> puntos cercanos a Fafhrd.<br />
La voz aflautada sentenció:<br />
—Siempre es mejor consi<strong>de</strong>rar un problema <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los ángulos.<br />
Fafhrd se encogió <strong>de</strong> hombros, aunque reprimió un escalofrío. Nunca <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> ser<br />
<strong>de</strong>sconcertante observar cómo Ningauble extendía sus siete ojos en los extremos <strong>de</strong> unos<br />
tallos dotados <strong>de</strong> una elasticidad en apariencia in<strong>de</strong>finida, sobre todo en ciertas ocasiones<br />
en que se mostraba tan tímido como una virgen.<br />
Transcurrió tanto tiempo que Fafhrd empezó a chascar los <strong>de</strong>dos con impaciencia, al<br />
principio suavemente, luego <strong>de</strong> un modo más ruidoso, y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> mirar las llamas, en las<br />
que no había nada más que aquellas exasperantes sombras agitadas.<br />
Por fin los ojos ver<strong>de</strong>s regresaron al interior <strong>de</strong> la capucha, como una flota mística que<br />
vuelve a su puerto. <strong>Las</strong> llamas volvieron a adquirir un tono ver<strong>de</strong> brillante, y Ningauble<br />
dijo:<br />
—Gentil hijo mío, ahora comprendo tu problema y la solución que tiene. He visto<br />
mucho, pero todavía no puedo explicarlo todo. En cuanto al Ratonero Gris, ahora se<br />
encuentra exactamente a unos ocho metros por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l sótano más profundo en el<br />
palacio <strong>de</strong> Glipkerio Kistomerces. Pero no está enterrado ahí, ni siquiera muerto...,<br />
aunque veinticuatro <strong>de</strong> sus partes <strong>de</strong> cada veinticinco están muertas, en el sótano que he<br />
mencionado, pero él sigue vivo.<br />
—¿Cómo es posible? —balbuceó Fafhrd, extendiendo sus gran<strong>de</strong>s manos.<br />
—No tengo la menor i<strong>de</strong>a. Está ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> enemigos, pero cerca <strong>de</strong> él hay amigos...,<br />
en cierto modo. Ahora bien, lo <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> está más claro. Ha sido invadida, han abierto<br />
numerosas brechas en sus murallas y en sus calles se libran combates <strong>de</strong>sesperados...<br />
Sus feroces enemigos superan a sus habitantes en..., por las fuerzas sobrenaturales...,<br />
una proporción <strong>de</strong> cincuenta a uno..., y están equipados con todas las armas mo<strong>de</strong>rnas.<br />
»Sin embargo, tú pue<strong>de</strong>s salvar la ciudad, pue<strong>de</strong>s cambiar el curso <strong>de</strong> la batalla..., eso<br />
lo he visto muy claramente..., siempre que te apresures a ir al templo <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong>