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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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había visto en el nivel superior, y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella tres ratas sin enmascarar, con estoques<br />

<strong>de</strong>senvainados que parecían, y probablemente eran, más afilados que cualquier arma<br />

fabricada por rudos <strong>de</strong>dos humanos.<br />

Tras el primer vistazo, el Ratonero bajó la cabeza para que estuviera por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las<br />

caras <strong>de</strong> sus perseguidores, pues temía que el color, la forma y, sobre todo, la situación<br />

<strong>de</strong> sus ojos le <strong>de</strong>lataran.<br />

La rata enmascarada le preguntó rápida y claramente, en un lankhmarés perfecto:<br />

—¿Has visto u oído a alguien por la escalera..., en particular un humano armado<br />

reducido mágicamente a un tamaño <strong>de</strong>cente y normal?<br />

Sin vacilar, el Ratonero lanzó un grito airado y, apartando con brusquedad a la rata que<br />

le interrogaba y a las que permanecían <strong>de</strong>trás, exclamó:<br />

—¡Idiotas! ¡Masticadores <strong>de</strong> cáñamo! ¡Fuera <strong>de</strong> mi vista! —Se <strong>de</strong>tuvo en la escalera<br />

para mirar atrás brevemente y gritar en tono alto y <strong>de</strong>spectivo—: ¡No, claro que no lo he<br />

visto!<br />

Entonces bajó la escalera con dignidad, aunque saltando los escalones <strong>de</strong> dos en dos.<br />

En el siguiente nivel, que olía a grano, no vio rastro alguno <strong>de</strong> ratas. Había recipientes<br />

con trigo, cebada, mijo, algas secas y arroz silvestre <strong>de</strong>l río Tilth. Tal vez era un buen<br />

lugar para ocultarse, pero ¿qué ganaría escondiéndose?<br />

En el tercer nivel hacia abajo había un estrépito <strong>de</strong> pertrechos militares y hedía a ratas.<br />

Allí el Ratonero vio varios roedores provistos <strong>de</strong> corazas y yelmos <strong>de</strong> bronce que se<br />

adiestraban con picas, mientras otro pelotón hacía instrucción con arcos. Otros roedores<br />

estaban sentados alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una mesa sobre la cual había un gran mapa, y uno <strong>de</strong><br />

ellos señalaba rutas. El aventurero incluso se permitió quedarse allí un momento.<br />

A mitad <strong>de</strong> la escalera encontró un nicho con compartimientos, similar al primero que<br />

había usado, y tomó nota mental <strong>de</strong> su situación.<br />

Un aire húmedo, refrescantemente limpio, surgió <strong>de</strong>l cuarto nivel, que estaba mejor<br />

iluminado y don<strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> las ratas paseaban, muy bien ataviadas y<br />

enmascaradas. El Ratonero entró allí <strong>de</strong> inmediato, avanzando contra la brisa húmeda,<br />

puesto que ésta muy bien podría proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l mundo exterior y señalar una ruta <strong>de</strong> huida,<br />

y continuó con airados chillidos y maldiciones, jugando el papel que había adoptado<br />

impulsivamente <strong>de</strong> rata bravucona y medio loca.<br />

Tanto empeño puso en parecer una rata convincente que, sin proponérselo, sus ojos<br />

siguieron con libidinoso interés a una pequeña y remilgada rata hembra, enfundada en un<br />

vestido <strong>de</strong> seda rosa con perlas, las cuales también adornaban su máscara, que llevaba<br />

sujeto con una traílla; lo que al principio le había parecido una rata infantil, resultó ser un<br />

ratón muy menudo, bien acicalado y con una expresión <strong>de</strong> temor en los ojos.<br />

También vio una ratesa muy alta, vestida con una túnica <strong>de</strong> seda <strong>de</strong> color ver<strong>de</strong> oscuro<br />

y recamada con láminas <strong>de</strong> rubíes, quien llevaba un látigo en una mano y con la otra<br />

sujetaba las cortas correas <strong>de</strong> dos comadrejas <strong>de</strong> fiera mirada y respiración rápida, que<br />

parecían gran<strong>de</strong>s como mastines y, sin duda, estaban incluso más sedientas <strong>de</strong> sangre.<br />

Mientras miraba lujuriosamente a esta criatura <strong>de</strong> porte asombroso, que pasó altiva por<br />

su lado con la lujosa máscara muy alta, tropezó con una rata <strong>de</strong> lenta andadura y a<strong>de</strong>mán<br />

autoritario, ataviada con túnica y máscara <strong>de</strong> armiño, cuyo pelo parecía ahora muy<br />

áspero, con una larga ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> oro colgada <strong>de</strong>l cuello y un cinto tachonado también <strong>de</strong><br />

oro alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la ancha cintura, <strong>de</strong>l que pendía una pesada bolsa que tintineó al recibir<br />

el impacto <strong>de</strong>l Ratonero.<br />

—¡Perdona, merca<strong>de</strong>r! —le dijo el Ratonero al individuo que chillaba<br />

entrecortadamente, y prosiguió su camino sin mirar atrás.<br />

Sonrió satisfecho bajo su máscara. ¡Qué fácil era engañar a las ratas! A<strong>de</strong>más, quizá la<br />

reducción <strong>de</strong> tamaño había agudizado más su ingenio, ya <strong>de</strong> por sí agudo.

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