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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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más remotas para acabar con los atacantes peludos. A Glipkerio no parecían importarle<br />

los leves golpecitos que procedían <strong>de</strong> <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los espléndidos cortinajes y se oían cada<br />

vez que se hacía una pausa en la conversación y el tintineo <strong>de</strong> los cubiertos, ni las<br />

pequeñas sombras gibosas y <strong>de</strong> cuatro patas que arrojaba <strong>de</strong> vez en cuando la luz <strong>de</strong> las<br />

velas. A medida que avanzaba el copioso banquete, el Señor Supremo parecía más<br />

alegre y libre <strong>de</strong> cuidados. Sin embargo, algunos comensales susurraban al oído <strong>de</strong> sus<br />

vecinos lo extravagante <strong>de</strong> su proce<strong>de</strong>r. Por dos veces su mano <strong>de</strong>recha tembló al<br />

levantar su alta copa <strong>de</strong> vino, mientras por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mesa los <strong>de</strong>dos nudosos <strong>de</strong> sus<br />

pies se estremecían continuamente; había doblado sus largas y flacas piernas, y apoyado<br />

los tacones <strong>de</strong> sus botas doradas en un travesaño <strong>de</strong> su silla <strong>de</strong> plata, para mantener los<br />

pies apartados <strong>de</strong>l suelo.<br />

En el exterior, la gibosa luna menguante revelaba unas formas pequeñas, bajas,<br />

jorobadas, moviéndose a lo largo <strong>de</strong> todos los tejados, excepto en la calle <strong>de</strong> los Dioses,<br />

tanto en los numerosos templos <strong>de</strong> las <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s entronizadas en <strong>Lankhmar</strong> como en las<br />

sombrías cornisas <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> y su campanario alto y<br />

cuadrado, cuya campana nunca sonaba.<br />

El Ratonero Gris paseaba malhumorado por el sen<strong>de</strong>ro enarenado que serpenteaba<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l bosquecillo <strong>de</strong>l perfumado salón arbóreo. Cada árbol era como un cesto<br />

enorme, vertical y hemisférico, su fondo y los lados formados por las ramas <strong>de</strong>lgadas,<br />

flexibles y muy juntas, <strong>de</strong> las que pendían hojas ver<strong>de</strong> oscuro y flores muy blancas, y que<br />

se curvaban ampliamente hacia afuera y abajo, <strong>de</strong> modo que el interior era una habitación<br />

en forma <strong>de</strong> campana, con las pare<strong>de</strong>s formadas por hojas y flores, un recinto muy íntimo.<br />

Cocuyos, avispas luminosas y abejas nocturnas succionaban el néctar <strong>de</strong> las flores, y su<br />

leve resplandor dorado, violeta y rosado <strong>de</strong>lineaba tenuemente aquellas tiendas naturales.<br />

Del interior <strong>de</strong> dos o tres <strong>de</strong> las bóvedas <strong>de</strong> suave iridiscencia surgía ya el leve<br />

murmullo <strong>de</strong> los amantes, o quizá, pensó maliciosamente el Ratonero, <strong>de</strong> ladrones que<br />

habían elegido aquellos lugares inocentes y tradicionalmente venerados para tramar sus<br />

fechorías nocturnas. De haber sido más joven o en otra noche, el Ratonero habría<br />

escuchado furtivamente a esa segunda clase <strong>de</strong> buscadores <strong>de</strong> intimidad, a fin <strong>de</strong> robar a<br />

las víctimas antes que ellos. Pero ahora tenía otras cosas en que pensar.<br />

Al este unos edificios altos ocultaban la luna, por lo que más allá <strong>de</strong>l resplandor titilante<br />

<strong>de</strong>l salón arbóreo, el resto <strong>de</strong> la plaza <strong>de</strong> las Delicias Oscuras estaba casi totalmente a<br />

oscuras. Sólo quebraban la negrura las mortecinas iluminaciones <strong>de</strong> algunas tiendas y<br />

puestecillos callejeros, el brillo <strong>de</strong> las ascuas en las cocinas <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> comidas, el<br />

oscilante farolillo escarlata <strong>de</strong> una hetaira callejera.<br />

Esas últimas luces irritaron intensamente al Ratonero en aquel momento, aunque no<br />

eran pocas las ocasiones en que le habían atraído, como las flores <strong>de</strong> aquellos árboles<br />

acampanados atraían a la abeja nocturna, y por dos veces su resplandor rojizo había<br />

cruzado por sus sueños mientras navegaba <strong>de</strong> regreso a casa a bordo <strong>de</strong> la Calamar.<br />

Pero varias visitas embarazosas que había efectuado por la tar<strong>de</strong>, primero a elegantes<br />

amigas y luego a los más lujosos bur<strong>de</strong>les <strong>de</strong> la ciudad, le habían <strong>de</strong>mostrado que su<br />

virilidad, que tan exaltada le había parecido en Kvarch Nar y a bordo <strong>de</strong> la Calamar,<br />

estaba muy aletargada, con excepción, supuso primero y luego esperó con toda su alma,<br />

por lo que respectaba a Hisvet. Cada vez que había abrazado a una muchacha durante<br />

aquella <strong>de</strong>sastrosa media jornada, el armonioso rostro ovalado <strong>de</strong> la hija <strong>de</strong> Hisvin se<br />

había interpuesto espectralmente en su camino, haciendo que el <strong>de</strong> su compañera <strong>de</strong>l<br />

momento le pareciera vulgar en comparación, mientras que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el diminuto dardo <strong>de</strong><br />

plata incrustado en su sien irradiaba a todo su cuerpo una sensación <strong>de</strong> hastío y saciedad<br />

insatisfactoria.<br />

Como un movimiento reflejo, esa sensación saltaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuerpo a su mente. Era<br />

consciente <strong>de</strong> que las ratas, a pesar <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s pérdidas que habían sufrido a bordo

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