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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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Estos espantosos acontecimientos dieron tiempo al tercer Espectro para ro<strong>de</strong>ar a sus<br />

camaradas caídos y <strong>de</strong>scargar en Fafhrd un golpe que, al proce<strong>de</strong>r afortunadamente <strong>de</strong><br />

arriba, le rozó el costado sin herirle <strong>de</strong> gravedad.<br />

Sin embargo, el largo rasguño producido por la espada transformó la indignación <strong>de</strong><br />

Fafhrd en furor, y golpeó al Espectro con tal violencia que el hacha corta se quedó<br />

incrustada en el cráneo. Su furor se convirtió en una rabia casi cegadora, no <strong>de</strong>sprovista<br />

<strong>de</strong> matices sexuales, por lo que cuando observó que el cuarto y último Espectro tenía<br />

unos senos pálidos sobre las costillas blancas, como dos rosas allí prendidas, le <strong>de</strong>sarmó<br />

con unos golpes <strong>de</strong> la hoja plana <strong>de</strong> su espada y, mientras se tambaleaba, le <strong>de</strong>rribó <strong>de</strong><br />

un certero puñetazo en la mandíbula.<br />

Ja<strong>de</strong>ante, Fafhrd se quedó mirando los esqueletos <strong>de</strong>sparramados por el suelo,<br />

esperando ver algún movimiento, pero permanecieron totalmente inmóviles. Entonces<br />

miró a su alre<strong>de</strong>dor, por si atisbaba otros grupos <strong>de</strong> Espectros. No vio ninguno.<br />

La yegua gris, inmunizada contra el horror, apenas había cambiado <strong>de</strong> sitio un herrado<br />

casco durante la refriega. Ahora meneó la esbelta cabeza, <strong>de</strong>scubrió sus dientes enormes<br />

y lanzó un relincho lastimero.<br />

Fafhrd envainó a Vara Gris, se inclinó con cautela junto al esqueleto femenino y apretó<br />

con dos <strong>de</strong>dos la carne invisible bajo las articulaciones <strong>de</strong> la mandíbula. Percibió un pulso<br />

lento. La levantó sin ningún miramiento, cogiéndola por la cintura. Pesaba algo más <strong>de</strong> lo<br />

que él había previsto, por lo que su <strong>de</strong>lga<strong>de</strong>z le sorprendió, lo mismo que la flexibilidad y<br />

la textura suave <strong>de</strong> su piel invisible. Refrenando sus impulsos vengativos, la tendió sobre<br />

el arzón <strong>de</strong> la silla, <strong>de</strong> modo que las piernas le colgaron a un lado y el tronco en el otro. La<br />

yegua miró atrás, por encima <strong>de</strong> los cuartos <strong>de</strong>lanteros, y <strong>de</strong>scubrió <strong>de</strong> nuevo los dientes<br />

amarillentos, pero no volvió a relinchar.<br />

Fafhrd se vendó el rasguño, extrajo el hacha <strong>de</strong> la trampa ósea que la retenía, recogió<br />

el arco y, montando la yegua, emprendió el galope por la calle en llamas, a través <strong>de</strong> las<br />

espirales <strong>de</strong> humo. Se mantenía ojo avizor por si le tendían más emboscadas, aunque<br />

una vez bajó la vista y le <strong>de</strong>sconcertó la imagen <strong>de</strong> aquella pelvis blanca sobre el arzón<br />

<strong>de</strong> la silla, nada más que un hueso en apariencia suelto, pero en realidad unido en cada<br />

lado por medio <strong>de</strong> músculos y tendones nebulosos al resto <strong>de</strong>l esqueleto y apoyó una<br />

mano en las nalgas <strong>de</strong>lgadas, cálidas e invisibles, para asegurarse <strong>de</strong> que allí había una<br />

mujer.<br />

<strong>Las</strong> ratas saqueaban <strong>Lankhmar</strong> por la noche. Toda la antiquísima ciudad era escenario<br />

<strong>de</strong> sus robos, y no sólo <strong>de</strong> comida. Robaron las verdosas y dobladas monedas <strong>de</strong> cobre<br />

que cubrían los ojos <strong>de</strong> un carretero muerto, el platino para adornar la nariz y las orejas, y<br />

las joyas para los labios guardadas en el joyero con tres cerraduras <strong>de</strong> la tía <strong>de</strong> Glipkerio,<br />

flaca como un ánima en pena, royendo en la gruesa ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> roble una portezuela<br />

trasera, pulcra como un cuento <strong>de</strong> hadas. El ten<strong>de</strong>ro más rico perdió todas sus nueces <strong>de</strong><br />

Hrusp, el caviar gris <strong>de</strong>l soleado y marítimo Ool Plerns, los corazones secos <strong>de</strong> alondra, la<br />

carne <strong>de</strong> tigre, alimento muy apreciado por sus propieda<strong>de</strong>s vigorizantes, los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong><br />

espectro azucarados y las obleas <strong>de</strong> ambrosía, mientras que no tocaron exquisiteces<br />

menos costosas. Se llevaron <strong>de</strong> la Gran Biblioteca valiosos pergaminos, entre ellos las<br />

escrituras originales <strong>de</strong>l sistema <strong>de</strong> alcantarillado y los <strong>de</strong>rechos para abrir túneles en las<br />

zonas más antiguas <strong>de</strong> la ciudad. Los dulces colocados sobre las mesillas <strong>de</strong> noche<br />

<strong>de</strong>saparecían, así como los juguetes <strong>de</strong> las habitaciones <strong>de</strong> los príncipes, los bocados <strong>de</strong><br />

las ban<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> plata taraceada y el duro grano <strong>de</strong> los sacos <strong>de</strong> comida para los caballos.<br />

Arrancaban las pulseras <strong>de</strong> las muñecas mientras los amantes se abrazaban, robaban las<br />

bolsas y bolsillos <strong>de</strong> los vigilantes armados con ballestas, los cuales no se enteraban <strong>de</strong><br />

que las mismas ratas, cuya presencia tenían que <strong>de</strong>tectar, les estaban esquilmando, y<br />

robaban la comida bajo los hocicos <strong>de</strong> gatos y hurones.

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