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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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—¡Ratonero Gris! —gritó Reetha, saltando <strong>de</strong> la cama para arrodillarse a su lado—.<br />

¡Has vuelto en mi busca!<br />

Él retrocedió y se llevó las manos cargadas a los oídos.<br />

—Reetha —le rogó—, no vuelvas a gritarme así. Me va a estallar el cerebro.<br />

Habló lentamente y en el tono más profundo <strong>de</strong> que fue capaz, pero a ella su voz le<br />

pareció aguda y rápida, aunque inteligible.<br />

—Lo siento —murmuró ella contritamente, reprimiendo el impulso <strong>de</strong> cogerle en brazos<br />

y arrullarle contra su pecho.<br />

—Es lo menos que pue<strong>de</strong>s hacer —replicó el hombrecillo con brusquedad —. Ahora<br />

busca algo pesado y colócalo contra esa puerta. Vienen hacia aquí personas a las que no<br />

tienes ningún <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ver. ¡Vamos, muchacha, rápido!<br />

Ella no se movió <strong>de</strong> su postura arrodillada, pero le sugirió ansiosamente:<br />

—¿Por qué no practicas tu magia y recuperas tu talla normal? —No tengo la sustancia<br />

necesaria para hacerlo —respondió él, exasperado—. Tuve la ocasión <strong>de</strong> conseguir un<br />

frasco y, como cualquier necio atontado por el sexo no pensé en birlarlo. ¡Vamos, Reetha,<br />

levántate!<br />

La muchacha comprendió <strong>de</strong> súbito la fuerza que le procuraba su posición y se limitó a<br />

inclinarse hacia él. Sonriéndole taimada aunque cariñosamente, le preguntó:<br />

—¿Con qué zorrita pequeña como una muñeca te has asociado ahora? No, no es<br />

necesario que me respondas a eso, pero antes <strong>de</strong> que mueva un <strong>de</strong>do para ayudarte,<br />

<strong>de</strong>bes darme seis cabellos <strong>de</strong> tu preciosa cabeza. Tengo una buena razón para pedirte tal<br />

cosa.<br />

Prescindiendo por un momento <strong>de</strong> su buen juicio, el Ratonero empezó a discutir con<br />

ella, pero entonces lo pensó mejor y utilizó a Escalpelo para cortarse algunos pelos que<br />

<strong>de</strong>positó en la palma enorme, cruzada por surcos y brillante, don<strong>de</strong> eran tan finos como<br />

cabellos <strong>de</strong> bebé, aunque algo más largos y oscuros.<br />

La muchacha se levantó en seguida, se dirigió a la mesilla <strong>de</strong> noche y echó los cabellos<br />

en la pócima nocturna <strong>de</strong> Glipkerio. Luego, sacudiendo las manos encima <strong>de</strong> la copa,<br />

miró a su alre<strong>de</strong>dor. El objeto más a<strong>de</strong>cuado que había para satisfacer la petición <strong>de</strong>l<br />

Ratonero era el cofre dorado lleno <strong>de</strong> piedras preciosas. Lo empujó hasta colocarlo contra<br />

la pequeña puerta, fiándose <strong>de</strong> la palabra <strong>de</strong>l Ratonero, quien le indicó dón<strong>de</strong> estaba<br />

exactamente dicha puerta.<br />

—Esto los <strong>de</strong>tendrá durante un rato —le dijo, contemplando ávidamente, para futura<br />

referencia, las piedras irisadas, más gran<strong>de</strong>s que sus puños—. Pero sería mejor que<br />

trajeras... Ella se arrodilló y le preguntó con cierto anhelo: —¿Es que nunca vas a<br />

recuperar tu verda<strong>de</strong>ro tamaño?— ¡No golpees el suelo <strong>de</strong> esa manera! ¡Sí, claro que<br />

volveré a ser como antes! Dentro <strong>de</strong> una o dos horas, si puedo confiar en mi tramposo y<br />

traicionero mago. Ahora, Reetha, mientras me visto, te ruego que traigas...<br />

Una llave tintineó con un sonido melifluo y se oyó el ruido sordo <strong>de</strong>l cerrojo al correr por<br />

su canal. El Ratonero sintió que le alzaban <strong>de</strong>l suelo, y un instante <strong>de</strong>spués aterrizó en la<br />

muelle cama blanca, junto a Reetha, y les cubrió una sábana blanca translúcida.<br />

Oyó el ruido <strong>de</strong> la gran puerta al abrirse.<br />

En aquel momento, una mano sobre su cabeza le obligó a agacharse, y cuando estaba<br />

a punto <strong>de</strong> protestar, Reetha, con un susurro que era como el <strong>de</strong> un oleaje suave, le dijo:<br />

—No formes un bulto bajo la sábana. Pase lo que pase, quédate quieto y ocúltate, por<br />

tu vida.<br />

La voz que se oyó entonces, como trompetas <strong>de</strong> combate, hizo que el Ratonero se<br />

alegrara <strong>de</strong>l refugio que la sábana proporcionaba a sus oídos.<br />

—¡Esa repugnante chiquilla se ha subido a mi cama! ¡Qué asco! Me siento <strong>de</strong>sfallecer.<br />

¡Vino! ¡Ah! ¡Aaaaaaaaagggghhh! —Siguió el ruido <strong>de</strong> las arcadas, gargajeos y<br />

escupitajos, y entonces sonaron <strong>de</strong> nuevo las trompetas <strong>de</strong> combate, un tanto apagadas,<br />

como si estuvieran envueltas en franela, aunque su tono era aún más airado—: ¡Esa

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