Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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Fafhrd escaló el templo <strong>de</strong> los dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> y, uña vez en el tejado, hizo una<br />
pausa para mirar atrás y abajo antes <strong>de</strong> abordar el campanario, aunque hasta entonces<br />
aquella escalada había sido incluso más fácil que la <strong>de</strong> la muralla <strong>de</strong> la ciudad.<br />
Quería saber a qué obe<strong>de</strong>cía aquel griterío.<br />
Al otro lado <strong>de</strong> la calle se alzaban varias casas oscuras, la <strong>de</strong> Hisvin entre ellas, y más<br />
allá estaba el Palacio <strong>de</strong>l Arco Iris <strong>de</strong> Glipkerio, con sus minaretes <strong>de</strong> varios tonos pastel<br />
iluminados por la luz <strong>de</strong> la luna, el más alto <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong> color azul, como un grupo <strong>de</strong> altas<br />
y esbeltas bailarinas tras una falange <strong>de</strong> sacerdotes rechonchos vestidos con túnicas<br />
negras.<br />
Inmediatamente <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> este minarete estaba el porche anterior <strong>de</strong>l templo, cuya<br />
carencia <strong>de</strong> tejado no disminuía su oscuridad, y los escalones bajos y anchos que<br />
conducían a él <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la calle. Fafhrd ni siquiera había comprobado si se abrían las<br />
puertas con goznes <strong>de</strong> cobre, cubiertas <strong>de</strong> verdín y comidas por la carcoma. No se había<br />
atrevido a andar a ciegas, tanteando en busca <strong>de</strong> una escalera en aquel oscuro y<br />
polvoriento recinto, don<strong>de</strong> sus manos podrían posarse sobre formas togadas y envueltas<br />
en vendajes <strong>de</strong> momia que quizá no permanecerían inmóviles como los <strong>de</strong>más muertos,<br />
sino que se agitarían con una ira caprichosa e ilimitada, como antiguos pero no <strong>de</strong>l todo<br />
seniles reyes a quienes no les gusta que alguien turbe su sueño a medianoche. En<br />
<strong>de</strong>finitiva, trepar por el exterior había parecido más seguro, mientras que, por otro lado, si<br />
era preciso <strong>de</strong>spertar a los dioses <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>, sería mejor hacerlo mediante una<br />
campana distante que tocando un hombro esquelético envuelto en lino <strong>de</strong>shilachado o un<br />
pie huesudo.<br />
Cuando Fafhrd inició su breve escalada, aquel extremo <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> los Dioses estaba<br />
<strong>de</strong>sierto, aunque a través <strong>de</strong> las puertas abiertas <strong>de</strong> sus magníficos templos —los templos<br />
<strong>de</strong> los dioses en <strong>Lankhmar</strong>— surgía una luz amarilla y el lúgubre sonido <strong>de</strong> muchas<br />
letanías, mezclado con los acentos más agudos <strong>de</strong> plegarias improvisadas y ruegos.<br />
Pero ahora la calle estaba rebosante <strong>de</strong> gentes pálidas, mientras que otros seguían<br />
saliendo <strong>de</strong> los templos, lanzando gritos. Fafhrd aún no podía ver <strong>de</strong> qué huían, y una vez<br />
más pensó en un ejército <strong>de</strong> seres invisibles —al fin y al cabo sólo tenía que imaginar<br />
Espectros con huesos invisibles—, pero entonces observó que la mayoría <strong>de</strong> aquellas<br />
personas que gritaban enloquecidas miraban abajo, hacia sus pies y los adoquines.<br />
Recordó el misterioso ruido sordo que le había hecho huir <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> la Plata. Recordó<br />
lo que le había asegurado Ningauble sobre los enormes efectivos y la fuente oculta <strong>de</strong>l<br />
ejército que asediaba <strong>Lankhmar</strong>, y recordó, en fin, que la Almeja había sido hundida y la<br />
Calamar capturada por ratas que actuaban generalmente solas. Una terrible sospecha<br />
floreció rápidamente en su interior.<br />
Entretanto, algunos <strong>de</strong> los refugiados <strong>de</strong>l templo se habían arrodillado ante el sucio<br />
santuario a cuyo tejado él había trepado, y se golpeaban las cabezas contra los<br />
adoquines y los escalones más bajos, al tiempo que lanzaban frenéticas peticiones <strong>de</strong><br />
ayuda. Como <strong>de</strong> costumbre, <strong>Lankhmar</strong> apelaba a sus propios dioses sombríos sólo en un<br />
momento <strong>de</strong> extrema necesidad, cuando todo lo <strong>de</strong>más fallaba. Unos pocos audaces,<br />
directamente <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> Fafhrd, habían subido al porche oscuro y golpeaban las antiguas<br />
puertas o tiraban <strong>de</strong> ellas.<br />
Se oyó un fuerte crujido, chirridos y el sonido <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra quebrada. Por un momento,<br />
Fafhrd pensó que quienes estaban por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> él, tras haber roto las puertas, entrarían<br />
apresuradamente, pero vio que retrocedían y bajaban corriendo los escalones, temerosos,<br />
y se postraban lo mismo que los otros.<br />
<strong>Las</strong> gran<strong>de</strong>s puertas se abrieron hasta que quedó entre sus hojas la anchura <strong>de</strong> una<br />
mano. Entonces, a través <strong>de</strong> aquella estrecha abertura, iluminada con antorchas, salió <strong>de</strong>l<br />
templo una procesión <strong>de</strong> figuras diminutas que avanzaron y se situaron a lo largo <strong>de</strong>l<br />
bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>lantero <strong>de</strong>l porche.