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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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Tomadlo, señorita. Ha tomado bien el sol y su cuerpecillo es más cálido que el <strong>de</strong><br />

cualquier ciruela.<br />

Le tendió la palma sobre la que estaba sentada la gatita, sin tener en cuenta la opinión<br />

<strong>de</strong>l animal. Cuando éste vio que le llevaban hacia las ratas e Hisvet se disponía a cogerlo<br />

diciendo «pobre huerfanilla», el pelo se le erizó y agitó una rígida pata con las garras<br />

extendidas.<br />

Hisvet se sobresaltó y apartó la mano. Antes <strong>de</strong> que Fafhrd pudiera arrojar la gata al<br />

suelo o hacerla a un lado, el felino saltó a su cabeza y <strong>de</strong> allí trepó al punto más alto <strong>de</strong> la<br />

caña <strong>de</strong>l timón.<br />

El Ratonero corrió hacia Hisvet, al tiempo que le gritaba a Fafhrd:<br />

—¡Bobo! ¡Zafio! ¡Sabías que esa bestia es semisalvaje! —Entonces se dirigió a<br />

Hisvet—: ¿Os ha lastimado, señorita?<br />

Fafhrd dio un airado manotazo al gatito, y uno <strong>de</strong> los timoneles retrocedió para echarle<br />

<strong>de</strong> allí, quizá porque le pareció in<strong>de</strong>coroso que los gatos pasearan por la caña <strong>de</strong>l timón.<br />

El animal dio un largo salto hasta la barandilla <strong>de</strong> estribor, resbaló y quedó colgando<br />

sobre el agua, sujeto por dos garras.<br />

Hisvet apartó su mano <strong>de</strong>l Ratonero mientras éste le <strong>de</strong>cía:<br />

—Será mejor que echemos un vistazo, señorita. Incluso el más leve arañazo <strong>de</strong> un<br />

sucio gato <strong>de</strong> barco pue<strong>de</strong> ser peligroso.<br />

—No, no —replicó ella—, os digo que no es nada.<br />

Fafhrd cruzó a estribor, con la intención <strong>de</strong> arrojar la gata al agua, pero en el último<br />

instante se apiadó y rescató al animalito. En cuanto éste se vio a salvo sobre la borda,<br />

clavó sus dientes en el pulgar <strong>de</strong>l norteño y trepó velozmente por el mástil. Fafhrd ahogó<br />

a duras penas un aullido. Slinoor se echó a reír.<br />

—De todos modos, la examinaré —dijo el Ratonero en tono autoritario, y cogió a la<br />

fuerza la mano <strong>de</strong> Hisvet.<br />

Ésta le <strong>de</strong>jó hacer por un momento y luego retiró la mano bruscamente, se puso en pie<br />

y le espetó con frialdad:<br />

—Estáis perdiendo la compostura. Ni siquiera su propio médico toca a una dama noble<br />

<strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>, sino que se limita a palpar el cuerpo <strong>de</strong> su doncella, sobre el que la dama<br />

señala sus dolores y síntomas. Dejadme, espadachín.<br />

Irritado, el Ratonero se apoyó en el coronamiento <strong>de</strong> popa. Fafhrd se lamía el pulgar<br />

herido. Hisvet se acercó al Ratonero y, sin mirarle, le dijo en voz baja:<br />

—Deberíais haberme pedido que llamara a mi doncella. Es muy bonita.<br />

En el horizonte sólo quedaba una estrecha franja <strong>de</strong> sol rojizo, como una uña cortada.<br />

Slinoor se dirigió al vigía <strong>de</strong> la cofa:<br />

—¿Qué hay <strong>de</strong> esa vela negra, muchacho?<br />

—Mantiene la distancia, señor. Sigue navegando a nuestro través.<br />

El sol se hundió con un leve <strong>de</strong>stello verdoso. Hisvet inclinó la cabeza y besó al<br />

Ratonero en el cuello, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la oreja. Su lengua le hizo cosquillas.<br />

—¡Ahora la he perdido, señor! —gritó el vigía—. Hay niebla al noroeste, y al nor<strong>de</strong>ste...,<br />

una pequeña nube negra..., como un barco negro moteado <strong>de</strong> luz... que se <strong>de</strong>sliza por el<br />

aire. Ahora también se <strong>de</strong>svanece. No hay nada más, señor.<br />

Hisvet irguió la cabeza. Slinoor se acercó a ellos.<br />

—Ese vigía ve <strong>de</strong>masiadas cosas —murmuró. Hisvet se estremeció y dijo:<br />

—<strong>Las</strong> Sombras Blancas van a enfriarse. Son muy <strong>de</strong>licadas, señor Ratonero.<br />

—Vos sois la sombra blanca <strong>de</strong>l éxtasis, señorita —susurró el Ratonero. Entonces se<br />

aproximó a las jaulas <strong>de</strong> plata, diciendo en voz alta para que le oyera Slinoor—: ¿No<br />

podríamos tener el privilegio <strong>de</strong> verlas actuar, señorita? Mañana, por ejemplo, aquí, en la<br />

cubierta <strong>de</strong> popa. Sería altamente instructivo ver cómo hacéis que os obe<strong>de</strong>zcan estos<br />

animales. —Acarició el aire por encima <strong>de</strong> las jaulas y, mintiendo <strong>de</strong>scaradamente,<br />

añadió—: ¡Ah, qué preciosidad <strong>de</strong> criaturas!

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