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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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Pero fue inútil, pues la muchacha, ebria, cruzó tambaleándose la puerta y la cerró <strong>de</strong><br />

golpe tras ella, con otro tremendo ataque a los tímpanos <strong>de</strong>l Ratonero.<br />

Samanda y Glipkerio corrían hacia una cortina azul y ancha, pero Reetha lo hacía en la<br />

otra dirección, hacia la cocina y los aposentos <strong>de</strong> los sirvientes, llevando al Ratonero con<br />

ella. El bulto gris <strong>de</strong> sus ropas rebotaba, su espada, pequeña como un alfiler, era inútil, lo<br />

mismo que sus agudos gritos <strong>de</strong> protesta y sus lágrimas <strong>de</strong> ira.<br />

Media hora <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la medianoche, las ratas lanzaron su asalto masivo contra<br />

<strong>Lankhmar</strong> Superior, <strong>de</strong>slizándose principalmente a través <strong>de</strong> conductos <strong>de</strong> oro. Hicieron<br />

algunas incursiones prematuras, en sitios como la calle <strong>de</strong> la Plata, y en otros lugares se<br />

retrasaron, pues los humanos, en el último momento, <strong>de</strong>scubrieron y bloquearon los<br />

orificios <strong>de</strong> salida, pero en conjunto el ataque fue simultáneo.<br />

<strong>Las</strong> primeras ratas que salieron <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> Subterráneo eran tropas <strong>de</strong> cuadrúpedos,<br />

una fiera caballería sin jinetes, formada por ratas proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> los túneles y las<br />

madrigueras hediondas bajo los barrios pobres y superpoblados <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>, roedores<br />

que conocían pocos modales civilizados, o quizá ninguno, y que hablaban como mucho<br />

un lankhmarés chapurreado, ayudándose con chillidos. Algunas sólo luchaban con<br />

dientes y garras como auténticos seres primitivos, aunque entre ellas había feroces<br />

guerreros y grupos para misiones especiales.<br />

Seguían las ratas asesinas y las incendiarias con sus antorchas, resinas y aceites,<br />

pues el fuego como arma, que hasta entonces no había sido usada, formaba parte <strong>de</strong>l<br />

formidable plan, aun cuando así amenazaran los túneles <strong>de</strong> las ratas <strong>de</strong>l nivel superior.<br />

Calculaban que vencerían a los humanos con la rapi<strong>de</strong>z suficiente para obligarles a<br />

extinguir las llamas.<br />

Finalmente avanzaban las ratas armadas y provistas <strong>de</strong> armaduras, todas ellas<br />

bípedas, excepto las que acarreaban proyectiles <strong>de</strong> reserva y piezas <strong>de</strong> artillería ligera<br />

para ensamblarlas en el nivel superior.<br />

Previamente habían realizado incursiones, casi en su totalidad a través <strong>de</strong> sus túneles,<br />

<strong>de</strong>sagües y vías similares, en plantas bajas y sótanos, pero el asalto general <strong>de</strong> aquella<br />

noche se realizaba, en la medida <strong>de</strong> lo posible, a través <strong>de</strong> los orificios en los pisos<br />

superiores y vías que llegaban a las buhardillas, sorprendiendo a los humanos en las<br />

habitaciones supuestamente seguras en las que se habían encerrado, haciéndoles huir<br />

aterrados a las calles.<br />

Se producía un cambio <strong>de</strong> posición con respecto a los días anteriores, cuando las ratas<br />

salieron <strong>de</strong>l subsuelo en negras oleadas y arroyos. Ahora caían como una lluvia negra<br />

que penetraba en las casas y se filtraba a través <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s consi<strong>de</strong>radas firmes,<br />

acarreando confusión y temor. Aquí y allá, sobre todo bajo los aleros, empezaron a<br />

crepitar las llamas.<br />

<strong>Las</strong> ratas emergieron <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> los templos y lugares <strong>de</strong> culto alineados<br />

a lo largo <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> los Dioses, expulsando a los fieles, hasta que aquella ancha<br />

avenida hirvió <strong>de</strong> humanos <strong>de</strong>masiado aterrados para atreverse a caminar por las oscuras<br />

calles laterales o crear algo más que unas pocas bolsas <strong>de</strong> resistencia organizada.<br />

En la sala <strong>de</strong> reunión <strong>de</strong> los cuarteles meridionales, con sus altas ventanas, Olegnya<br />

Matamingoles se dirigía en voz resonante, barboteante y trémula, a un auditorio<br />

amedrentado que, siguiendo la costumbre, había <strong>de</strong>jado sus armas en el exterior..., pues<br />

se habían dado casos <strong>de</strong> ataques por parte <strong>de</strong> los soldados <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> contra oradores<br />

irritantes o meramente aburridos. —Que a vosotros, que habéis luchado contra monstruos<br />

terribles, que no habéis cedido un palmo <strong>de</strong> terreno a mingoles y mirphianos, que habéis<br />

roto los cuadrados formados con lanzas <strong>de</strong>l rey Krimaxius y <strong>de</strong>rrotado a sus elefantes<br />

fortificados... ¡Que a vosotros precisamente os asusten esas sucias alimañas...!<br />

Mientras peroraba así, ocho gran<strong>de</strong>s orificios se abrieron en la pared <strong>de</strong>l fondo y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

ellos una batería enmascarada <strong>de</strong> ballesteros lanzó sus zumbantes proyectiles contra el

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