Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf
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—¡Es ese <strong>de</strong>monio farfullante! —susurró Hisvin—. ¡El monstruo nos atacará! ¡Rápido,<br />
hija, pásalos a cuchillos, o haré que mis mingoles los <strong>de</strong>spachen!<br />
Hisvet alzó la mano, rechazando esa villana posibilidad. Su cabeza, orgullosamente<br />
empenachada, se inclinó ante lo inevitable.<br />
—Yo lo haré —dijo—. Skwee, carga tu ballesta con plata y dámela.<br />
La capitana blanca cruzó las patas <strong>de</strong>lanteras sobre el pecho y se dirigió a ella con<br />
agudos chillidos que parecían imperiosos.<br />
—No, no pue<strong>de</strong>s hacerlo tú —respondió la muchacha bruscamente—. No pue<strong>de</strong>s<br />
ocuparte <strong>de</strong> ninguno <strong>de</strong> ellos. Ahora son míos.<br />
La rata siguió chillando.<br />
—Muy bien, tu gente pue<strong>de</strong> quedarse con el pequeño negro. ¡Ahora date prisa con la<br />
ballesta o te mal<strong>de</strong>ciré! Recuerda, sólo un suave dardo <strong>de</strong> plata.<br />
Hisvin se había reunido con sus mingoles y ahora daba vueltas, trazando un pequeño<br />
círculo. Frix, sonriente, se le acercó y le tocó un brazo, pero él la apartó <strong>de</strong> sí con gesto<br />
airado.<br />
Skwee intentaba sacar <strong>de</strong> su pequeña aljaba, con movimientos frenéticos, un dardo <strong>de</strong><br />
plata. Sus ocho compañeras se <strong>de</strong>splegaron por la cubierta hacia Fafhrd, gruñonamente<br />
<strong>de</strong>safiantes.<br />
El norteño miraba la escena con el rostro ensangrentado, pero por fin lúcido,<br />
aquilatando la situación <strong>de</strong>sesperada. El mordisco que la gata le había dado en la nariz<br />
había disipado los restos <strong>de</strong>l sopor inducido por la adormi<strong>de</strong>ra.<br />
En aquel momento se oyó otra exclamación incomprensible entre la niebla:<br />
—Gottverdammter Nirgendswelt!<br />
Una súbita inspiración hizo que los ojos inyectados en sangre <strong>de</strong> Fafhrd se<br />
ensancharan y brillaran. Aspiró hondo y lanzó un aullido retumbante.<br />
—Hoongk! Hoongk!<br />
De la niebla surgió una ansiosa respuesta, gradualmente más sonora:<br />
—Hoongk! Hoongk! Hoongk!<br />
Siete <strong>de</strong> las ocho ratas blancas que habían cruzado la cubierta regresaron llevando<br />
entre ellas a la gatita negra. Ésta todavía maullaba mientras los roedores la sujetaban,<br />
una <strong>de</strong> cada pata y oreja, en tanto la séptima trataba <strong>de</strong> coger en vano la cola, que se<br />
movía sin cesar. La octava rata avanzaba <strong>de</strong>trás cojeando, con una pata paralizada por<br />
una profunda mor<strong>de</strong>dura <strong>de</strong> la gata.<br />
Des<strong>de</strong> el camarote y el castillo <strong>de</strong> proa, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> todos los rincones <strong>de</strong> la cubierta, las<br />
ratas negras salieron para disfrutar contemplando a su tradicional enemigo, dominado y<br />
entregado al tormento. Los negros cuerpos peludos llegaron a tapar toda la cubierta<br />
central.<br />
Hisvin dio una or<strong>de</strong>n a sus mingoles, y éstos sacaron unos cuchillos <strong>de</strong> filo ondulado.<br />
Uno <strong>de</strong> ellos se dirigió a Fafhrd y el otro al Ratonero. La negra masa <strong>de</strong> las ratas<br />
ocultaban sus pies.<br />
Skwee volcó sus diminutos dardos sobre la cubierta. Su pata aferró uno que tenía un<br />
brillo pálido, y lo colocó en la ballesta, que ofreció apresuradamente a su ama. Ésta la<br />
cogió con la mano <strong>de</strong>recha, apuntando a Fafhrd, pero en aquel momento el mingol que se<br />
dirigía hacia el Ratonero pasó por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella, blandiendo el cuchillo <strong>de</strong> hoja ondulada.<br />
Hisvet cogió la ballesta con la mano izquierda, <strong>de</strong>senvainó su daga y corrió<br />
a<strong>de</strong>lantándose al mingol.<br />
Entretanto, el Ratonero había arrancado <strong>de</strong> un tirón tres lazadas <strong>de</strong> la soga. <strong>Las</strong> otras<br />
aún le retenían los tobillos y el cuello, pero se movió hacia un lado, <strong>de</strong>senvainó a Garra <strong>de</strong><br />
Gato y propinó un tajo al mingol, cuando Hisvet empujó al hombre cetrino a un lado. La<br />
daga cortó su pálida mejilla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la mandíbula hasta la nariz.