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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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cojera apenas era visible gracias al apoyo proporcionado por el bastón <strong>de</strong> marfil, cuyo<br />

zafiro <strong>de</strong>stellaba como la estrella azul Ashsha. Se sentía como un rey.<br />

Fafhrd cabalgaba hacia el oeste, en el crepúsculo cada vez más oscuro. Los cascos <strong>de</strong><br />

hierro <strong>de</strong> la yegua mingola levantaban chispas en la superficie pétrea <strong>de</strong>l Reino Hundido.<br />

<strong>Las</strong> chispas empezaban a ser débilmente visibles, al igual que algunas <strong>de</strong> las estrellas<br />

más gran<strong>de</strong>s. El camino <strong>de</strong> herraduras se iba difuminando en la oscuridad. Al norte y al<br />

sur, el mar Interior y el mar Oriental eran sombrías extensiones grises, el primero agitado<br />

por el oleaje. Y ahora, finalmente, contra la última cinta <strong>de</strong> color rosa sucio que el sol<br />

extendía en el oeste, distinguió la negra banda ondulante <strong>de</strong> árboles achaparrados y altos<br />

cactus que señalaban el inicio <strong>de</strong> la Gran Marisma Salada.<br />

Era una visión tranquilizadora, pero Fafhrd tenía el ceño fruncido: dos líneas verticales<br />

que se alzaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el extremo interior <strong>de</strong> cada ceja.<br />

Podría <strong>de</strong>cirse que el frunce izquierdo era por sus perseguidores. Mirando por encima<br />

<strong>de</strong>l hombro, vio que los cuatro jinetes a los que había visto por primera vez en el camino<br />

<strong>de</strong> Sarheenmar estaban ahora tan sólo a tiro y medio <strong>de</strong> arco <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él. Sus caballos<br />

eran negros, y los jinetes vestían mantos y capuchas también negros. Fafhrd sabía ahora<br />

con certeza que eran los cuatro bandidos ilthmarianos. Se <strong>de</strong>cía que los piratas terrestres<br />

<strong>de</strong> Ilthmar, sólo sedientos <strong>de</strong> botín, por no <strong>de</strong>cir nada <strong>de</strong> la venganza, habían perseguido<br />

a su presa hasta la misma Puerta <strong>de</strong> la Marisma <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>.<br />

El frunce <strong>de</strong>recho, que era más profundo, se <strong>de</strong>bía a una inclinación casi imperceptible:<br />

el sur se alzaba por encima <strong>de</strong>l norte en el horizonte oscuro e irregular. Se trataba<br />

realmente <strong>de</strong> una ligera inclinación <strong>de</strong>l Reino Hundido en la dirección contraria, como lo<br />

<strong>de</strong>mostraba el hecho <strong>de</strong> que la yegua mingola giró bruscamente a la izquierda. Fafhrd la<br />

espoleó y emprendió el galope. Sería difícil que llegara al camino <strong>de</strong> la Marisma antes <strong>de</strong><br />

que se lo tragase la tierra.<br />

Los filósofos <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> creen que el Reino Hundido es un inmenso y largo escudo,<br />

cóncavo en el reverso, <strong>de</strong> roca dura en la superficie y tan porosa por <strong>de</strong>bajo que tiene<br />

exactamente el mismo peso que el agua. Los gases volcánicos proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> las<br />

entrañas <strong>de</strong> los montes <strong>de</strong> Ilthmar, así como los vapores mefíticos <strong>de</strong> la inaudita, profunda<br />

y hedionda Gran Marisma Salada, llenan gradualmente la concavidad y alzan el gran<br />

escudo por encima <strong>de</strong> la superficie <strong>de</strong>l mar. Pero entonces se produce una inestabilidad,<br />

<strong>de</strong>bido a la mayor <strong>de</strong>nsidad <strong>de</strong> la superficie <strong>de</strong>l escudo, y éste empieza a oscilar. Los<br />

gases y vapores que lo sostienen escapan en gran<strong>de</strong>s eructos alternos por el norte y el<br />

sur. Luego el escudo se hun<strong>de</strong> bajo las olas y todo el proceso lento y rítmico vuelve a<br />

empezar.<br />

Así pues, la inclinación le indicó a Fafhrd que el Reino Hundido estaba a punto <strong>de</strong><br />

sumergirse una vez más. La inclinación había aumentado tanto que tuvo que tirar un poco<br />

<strong>de</strong> la rienda a la <strong>de</strong>recha para mantener la yegua en el camino. Miró por encima <strong>de</strong> su<br />

hombro <strong>de</strong>recho y vio que los cuatro jinetes negros también avanzaban rápidamente,<br />

incluso con más rapi<strong>de</strong>z que él.<br />

Cuando miró el objetivo <strong>de</strong> su seguridad, la marisma, vio que las aguas cercanas al<br />

mar Interior se alzaban en una línea <strong>de</strong> géiseres grises y espumosos —el primer escape<br />

<strong>de</strong> vapores— mientras que las aguas <strong>de</strong>l mar Oriental se aproximaban súbitamente.<br />

Entonces, con mucha lentitud, la roca sobre la que cabalgaba empezó a inclinarse en<br />

dirección contraria, hasta que finalmente tiró <strong>de</strong> la brida izquierda <strong>de</strong> la yegua para que no<br />

se <strong>de</strong>sviara <strong>de</strong>l camino. Sé alegró <strong>de</strong> montar un animal mingol, adiestrado para no<br />

asustarse ante nada, ni siquiera ante un terremoto.<br />

Y ahora fueron las aguas tranquilas <strong>de</strong>l mar Oriental las que estallaron y ascendieron<br />

en una larga, sucia y burbujeante pared <strong>de</strong> gases, mientras que las aguas <strong>de</strong>l mar Interior<br />

llegaban espumeando casi hasta el camino.

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