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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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—Oscuros roedores <strong>de</strong> lo más profundo... —empezó a <strong>de</strong>cir con voz quebrada por la<br />

edad pero con una estri<strong>de</strong>ncia autoritaria.<br />

En aquel instante, una joven sirvienta apareció por una estrecha arcada cerca <strong>de</strong>l sillón<br />

<strong>de</strong> audiencias, llevando sobre la cabeza rapada una gran ban<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> plata, cargada <strong>de</strong><br />

copas y platos llenos <strong>de</strong> tentadoras golosinas. Tenía las muñecas enca<strong>de</strong>nadas a la<br />

cintura, mientras que una fina ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> plata entre las estrechas ajorcas negras en los<br />

tobillos le impedían dar pasos más largos que el doble <strong>de</strong> sus pies <strong>de</strong> <strong>de</strong>dos rosados.<br />

Sin <strong>de</strong>cir «¡Chitón!» esta vez, Glipkerio alzó una palma estrecha hacia la muchacha, y<br />

<strong>de</strong> nuevo se llevó un largo y <strong>de</strong>lgado <strong>de</strong>do a los labios. Los movimientos <strong>de</strong> la esbelta<br />

muchacha cesaron imperceptiblemente y permaneció inmóvil como un abedul un día sin<br />

viento.<br />

El Ratonero estaba a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir: «¡Po<strong>de</strong>roso Señor Supremo, eso es un<br />

encantamiento maligno! ¡Estáis asociado con vuestros peores enemigos!», pero en aquel<br />

instante Hisvet le sonrió <strong>de</strong> nuevo, y él sintió que un <strong>de</strong>licioso cosquilleo <strong>de</strong>scendía por su<br />

mejilla y sus encías, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el dardo <strong>de</strong> plata incrustado en su sien izquierda hasta la<br />

lengua, impidiéndole hablar.<br />

Hisvin recitó en su imperioso lankhmarés, con una breve traza <strong>de</strong>l ceceo <strong>de</strong> Ilthmar y<br />

que le recordó al Ratonero la manera <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> la rata llamada Grig:<br />

Oscuros roedores <strong>de</strong> lo más profundo,<br />

¡<strong>de</strong>béis ir ahora a la tumba ratonil!<br />

¡Enturbiad los ojos y arrastrad la cola!<br />

¡Que se os caiga el pelaje y <strong>de</strong>je <strong>de</strong> latiros el corazón!<br />

Todas las ratas negras se amontonaron en el ángulo <strong>de</strong> su jaula más alejado <strong>de</strong> Hisvin,<br />

chillando como si estuvieran presas <strong>de</strong> terror. La mayoría <strong>de</strong> ellas estaban levantadas<br />

sobre las patas traseras, mientras con las <strong>de</strong>lanteras arañaban los barrotes, como una<br />

muchedumbre humana sobrecogida <strong>de</strong> pánico.<br />

El anciano movió entonces sus <strong>de</strong>dos, trazando unas líneas complicadas y misteriosas,<br />

y continuó implacablemente:<br />

¡Que se os empañe la vista y cese vuestro aliento!<br />

¡Por el hechizo corruptor <strong>de</strong> la muerte!<br />

¡Vuestros sesos son <strong>de</strong> queso, la vida huye <strong>de</strong> vosotros!<br />

¡Girad una vez y caed muertas!<br />

¡Y las ratas negras hicieron precisamente lo que les or<strong>de</strong>naba el mago! Giraron como<br />

actores aficionados, para facilitar y dramatizar a la vez sus caídas, pero cayeron <strong>de</strong>l modo<br />

más convincente con un ruido sordo sobre el suelo <strong>de</strong> la jaula o sobre los cuerpos <strong>de</strong> las<br />

que habían caído antes, y yacieron rígidas y quietas, los ojos cerrados, las colas<br />

distendidas, los pies <strong>de</strong> afiladas garras tiesos y al aire.<br />

Glipkerio aplaudió lentamente con sus estrechas manos, que eran casi tan largas como<br />

unos pies humanos. Entonces el flaco monarca corrió apresuradamente a la jaula, con<br />

unas zancadas tan largas, que los dos tercios inferiores <strong>de</strong> su toga parecían la silueta <strong>de</strong><br />

una tienda <strong>de</strong> campaña. Hisvet brincó alegre a su lado, mientras Hisvin se aproximaba<br />

rápidamente.<br />

—¿Has visto esa maravilla, Ratonero Gris? —preguntó Glipkerio con voz aflautada,<br />

haciendo un gesto a su correo para que se acercara más—. Hay una plaga <strong>de</strong> ratas en<br />

<strong>Lankhmar</strong>. Tú, <strong>de</strong> quien, por tu nombre, podría esperarse que nos protegieras, has<br />

llegado un poco tar<strong>de</strong>. Pero ¡benditos sean los dioses <strong>de</strong> huesos negros!, mi formidable<br />

servidor Hisvin y su incomparable hija Hisvet, aprendiza <strong>de</strong> maga, tras vencer a las ratas<br />

que amenazaban la flota <strong>de</strong> grano, regresaron apresuradamente a tiempo <strong>de</strong> tomar

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