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Leiber, Fritz - FR5, Las Espadas de Lankhmar.pdf

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la honda capucha, sino tan sólo una oscuridad <strong>de</strong> noche cerrada. Fatigado, y quizá por<br />

milésima vez, se preguntó si a Sheelba le llamaban Sin Ojos porque era ciego a la<br />

manera ordinaria, porque sólo tenía piel correosa entre la nariz y la cabellera, porque su<br />

cabeza sólo se reducía al cráneo o quizá porque tenía unas antenas temblorosas don<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>berían estar los ojos. La especulación no le produjo ningún escalofrío <strong>de</strong> temor, pues<br />

estaba <strong>de</strong>masiado enojado y cansado para eso..., y el frasco seguía sin impresionarle.<br />

Con una mano enfundada en el guantelete apartó a una araña <strong>de</strong> la sal y gritó hacia<br />

arriba:<br />

—Ese frasco es <strong>de</strong>masiado pequeño para que el veneno que contiene pueda acabar<br />

con todas las ratas <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong>. Eh, tú, el <strong>de</strong>l saco negro, ¿es que no vas a invitarme a<br />

subir para que tome un trago y un bocado y me seque un poco? ¡De lo contrario te<br />

mal<strong>de</strong>ciré con hechizos que te he robado sin que te enterases!<br />

—¡No soy tu madre, tu querida o tu aya, sino tu mago! —replicó Sheelba con su áspera<br />

voz retumbante—. ¡Termina con tus amenazas infantiles y en<strong>de</strong>reza la espalda,<br />

hombrecillo gris!<br />

La última parte <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>n le pareció excesivamente indignante al Ratonero, que tenía<br />

el cuello rígido y la espina dorsal tensa. Pensó en las penalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la noche pasada.<br />

Había salido <strong>de</strong> <strong>Lankhmar</strong> por la Puerta <strong>de</strong> la Marisma, ante el asombro <strong>de</strong> los asustados<br />

centinelas, los cuales advertían <strong>de</strong> los peligros <strong>de</strong> las salidas en solitario a la Marisma<br />

incluso <strong>de</strong> día. Luego recorrió el serpenteante camino a la luz <strong>de</strong> la luna, hasta el grisáceo<br />

Árbol <strong>de</strong>l Halcón Marino, alcanzado por un rayo pero aún imponente. Allí, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

pasar largo tiempo escrutando, localizó la choza <strong>de</strong> Sheelba por el resplandor azulado<br />

pulsátil que procedía <strong>de</strong> su puerta baja, y avanzó audazmente hacia ella a través <strong>de</strong>l<br />

cortante mar <strong>de</strong> hierba. Entonces comenzó la pesadilla: aparecieron grietas profundas y<br />

montículos cubiertos <strong>de</strong> espinos don<strong>de</strong> menos los esperaba, y no tardó en per<strong>de</strong>r su<br />

sentido <strong>de</strong> la orientación, que <strong>de</strong> ordinario era infalible. El leve resplandor azulado se<br />

<strong>de</strong>svaneció y finalmente reapareció a gran distancia a su <strong>de</strong>recha; a partir <strong>de</strong> entonces<br />

parecía aproximarse y retroce<strong>de</strong>r una y otra vez, <strong>de</strong>l modo más <strong>de</strong>sconcertante. Se dio<br />

cuenta <strong>de</strong> que estaba andando en círculos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la choza y supuso que Sheelba<br />

había lanzado un encantamiento en la zona, tal vez para evitar que le interrumpieran<br />

mientras trabajaba en alguna magia especialmente laboriosa y horrenda. Sólo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

haber estado por dos veces a punto <strong>de</strong> hundirse en las arenas movedizas y <strong>de</strong> ser<br />

acechado por un zancudo leopardo <strong>de</strong> las marismas, cuyos brillantes ojos azulados el<br />

Ratonero confundió en una ocasión con la choza, porque el animal parecía tener el hábito<br />

<strong>de</strong> parpa<strong>de</strong>ar, llegó por fin a su <strong>de</strong>stino cuando las estrellas se estaban <strong>de</strong>svaneciendo.<br />

Por fin le contó a Sheelba todas sus recientes vejaciones, sugiriendo respuestas<br />

a<strong>de</strong>cuadas para cada problema: un filtro <strong>de</strong> amor para Hisvet, pociones amistosas para<br />

Frix e Hisvin, una poción para convertir a Glipkerio en un mecenas, ungüento repelente<br />

contra los mingoles, un albatros negro para buscar a Fafhrd y <strong>de</strong>cirle que regresara a toda<br />

prisa y quizá también algo para acabar con las ratas. Ahora el mago sólo le ofrecía lo<br />

último.<br />

Movió la cabeza a un lado y otro para aligerar la tensión <strong>de</strong>l cuello, alejó una cobra<br />

marina con la punta <strong>de</strong>l Escalpelo en su vaina y miró sombríamente el pequeño frasco.<br />

—¿Cómo tengo que administrarlo? —preguntó—. ¿Una gota en cada madriguera? ¿O<br />

se lo doy con una cucharilla a unas ratas seleccionadas y luego las suelto? Te advierto<br />

que si contiene las semillas <strong>de</strong> la Enfermedad Negra, enviaré a todo <strong>Lankhmar</strong> para que<br />

te arrojen <strong>de</strong> la marisma.<br />

—Nada <strong>de</strong> eso —gruñó Sheelba <strong>de</strong>spectivamente—. Buscas un lugar don<strong>de</strong> se<br />

congreguen las ratas, y entonces te lo bebes tú mismo.<br />

El Ratonero enarcó las cejas. Al cabo <strong>de</strong> un rato, inquirió:<br />

—¿Y eso qué hará? ¿Me dará el mal <strong>de</strong> ojo contra las ratas, <strong>de</strong> modo que me baste<br />

mirarlas para acabar con ellas? ¿Me hará clarivi<strong>de</strong>nte, a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r espiar sus

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